Este cuento lo rescatamos de la tradición oral de Cabimas y sus alrededores. Lo traemos a ustedes como un homenaje a nuestras costumbres en el Zulia.
Versión Rafael Sulbarán Castillo
Pedro tenía una novia al otro lado del caserío. Para visitarla debía atravesar el río. Siempre le advertían que tuviera cuidado porque le podía salir el tigre de Majagua. Este felino gigante, que en realidad era un jaguar pero que todos le decían tigre, había matado a unos cuántos cazadores intrépidos y a varios desprevenidos que cruzaban la selva de noche. El pueblo sentía que el tigre era una maldición porque desde que llegó, quién sabe de dónde, las cosechas eran malas, el madero del cabimo ya no se vendía y la sangre corría por el río que estaba seco ya.
Pedro siempre era víctima de bromas. Todo en el pueblo lo molestaban por su personalidad atontada. Pero él no les hacía mayor caso. Su mamá y su tío Luis siempre le dijeron que se defendiera, y por eso él aprendió muy bien a pelear. También manejaba bien el machete, pero nunca lo usó para defenderse de sus timadores.
Nadie podía con el tigre. Una madrugada se unieron cinco cazadores en una especie de emboscada y el primer zarpazo mató a Gumercindo, haciendo huir al resto.
Pedro no se preocupaba demasiado, a pesar de ser muy cobarde, ya que él no transitaba por allí tarde en la noche. Siempre el último trago de café lo disfrutaba a las 6:00 de la tarde, le daba un beso a Mariela y se iba. Siempre viajaba con un una pequeña hacha en su bolsa, por si acaso.
Un día su suegro, le invitó a tomarse una botella de ron por su cumpleaños. Los palos iban y venían. De pronto un olor a café le hizo entrar en razón a Pedro: ¡Vaina, son las once de la noche! ¿Ahora cómo hago para cruzar? Pero el alcohol estaba allí dándole energía. Pedro a pesar del ruego de Mariela, decidió irse.
El sendero hacia el río estaba iluminado por la luna. No tendría problemas para ver lo que se acercara. Unos cincuenta pasos luego de la curva final al río, Pedro consigue al tigre sentado en sus patas traseras. Se detiene de inmediato maldiciendo el ron que lo llevó allí.
El felino se incorpora y lo observa. Pedro con su cara de susto le da más confianza al tigre que emprende carrera y en 10 metros lo alcanzó. Pedro logró sacar el arma de su bolsa que bate en el aire sin éxito. Las garras alcanzan su pecho pero no lo hieren de muerte, el peso del tigre lo está ahogando, pero aún respira. El animal se levanta para darle muerte a su víctima. Pedro tiene el hacha en su mano izquierda y recuerda por un segundo las visitas al bosque para picar madera con su tío. Bendito seas tío Luis. El arma sale disparada y se estrella justo en la cabeza del tigre picándola cual árbol cabimo. Pedro derrotó al enorme animal.
Con la fuerza que le quedaba despellejó al animal. Su cuerpo lo echó al río. Llegó al pueblo mostrando su evidencia: dos metros de cuero y pelos.
Algunos no le creían, ¿el cobarde Pedro matando al tigre? Pero callaron sus voces al ver que las cosechas eran abundantes, que la madera empezó a venderse de nuevo. Todos pasaron sin tropiezos cerca del abundante río en la noche, tranquilos, seguros, sin correr despavoridos por el tigre. Ya nadie se burlaba de Pedro.
Texto: Rafael Sulbarán Castillo
Foto: Puzzle Factory
Muy buena versión de este cuento, Rafa! Y que orgulloso me siento al saber que estás divulgando lo más bello de tu ciudad natal, nuestra querida Cabimas!!
Muchas gracias por leernos Antonio, de parte de nuestro editor Rafael jajajaja. Un abrazo.