Ese día que fui un Cruz Verde

Ese día que fui un Cruz Verde

El periodismo te lleva a ser mecánico, electricista, analista político, deportista, médico…cualquier cosa y ese día, fuimos, nos mezclamos sin robar protagonismo unos Cruz Verde, muy cerca de Paúl Moreno en su último día de entrega, de servicio, de lucha por un mejor país


Por: Rafael David Sulbarán. Periodista.

Tenía tiempo sin usar casco.

Tenía años sin usar lentes de piscina


 

Escribo estas líneas recordando un poco mi adolescencia escuchando Los Pericos, esa maravillosa banda argentina que nos ha dejado tanta buena música, y bien, el disco Yerbabuena me trae así cerquitíca esos momentos de jovialidad donde uno de pana no se preocupaba por mayor cosa que salir bien en las clases y de pronto agradarle a las chamas nuevas del liceo…por allá en 1996 teníamos un país que no estaba tan tranquilo, pero definitivamente no se encontraba tormentoso como este de 21 años después. Escribo estas líneas escuchando ese reggae para tratar de aliviar un poco lo duro que han sido estos días para todos y que a mi en lo particular me han dejado una experiencia que será digna de contar no solo en Pluma Volátil, sino tal vez hasta mis nietos si algún día me decido a formar familia.

Dicen que las crónicas no deben escribirse en primera persona, siempre voy a diferir eso, y en este texto me atrevo por lo que palpé ese día y lo muestro acá apenas unos días después, unas pocas horas pues de vivir los últimos minutos de una persona que no conocí, pero sin hacerlo sabía que realizaba una labor digna de admirar: Paúl René Moreno.

Hace un mes, el 19 de abril, decidí cubrir mi primera marcha en estas jornadas de protestas que se están dando en Venezuela y bueno, ese día experimenté por primera vez la sensación de correr básicamente por tu vida para que no me afectaran los gases lacrimógenos, no me cayera una piedra en la cabeza o atravesara una bala. Ese día quedé atrapado y como expuse en la crónica que publicamos hace unas semanas, pude ver la batalla de cerquita.

Lee aquí: La batalla de Padilla, cinco horas atrapado en un edificio

Entonces en medio de ese caos de gente corriendo de aquí para allá, de personas desorientadas, de gente con desmayos, caídas de tensión y mucho llanto, observé a un grupo de chamos, que de pana aparecieron de la nada con sus cascos con cruces haciendo frente a la gente que se regresaba corriendo. «¿Coño pero quiénes son estos panas?» Me pregunté respondiéndome: «debe ser un grupo de rescate de los mismos estudiantes». Y no me equivoqué, se trataba del equipo de Primeros Auxilios de La Universidad del Zulia, que justamente ese día, así como yo, debutaron en su labores (sin formar parte de la manifestación) en las jornadas de protestas, cada quién haciendo lo suyo, ellos salvando vidas y yo contando lo que pasaba.

Al verlos, de pana, sin querer sonar muy exagerado, cursi o lo que sea, los admiré. «Estos chamos son valiosos, mírenlos cómo ayudan», decía una señora al momento de que los «Cruz Verde» como también son conocidos  socorrían a un protestante que fue golpeado por una bomba lacrimógena en una de sus piernas.

A partir de ese día me quedó la sensación de querer ayudarlos, y bueno, la forma más inmediata que tengo para hacerlo es contar su labor, hablar de ellos y por supuesto realizar un trabajo periodístico. Luego de casi un mes decido contactarlos con una propuesta de trabajo: yo me pegaría con ellos como un chicle, como una mosquita sin entorpecerlos,registrando en primera línea su labor de socorro. Excelente, apenas unas horas del contacto confirmamos: vamos a la «Marcha contra la represión», en Maracaibo el jueves 18. Llegué un poco tarde, pero gracias a Dios no me perdí nada de su preparación. Puros chamos, juventud total dispuestos a servir, callados concentrados, muy metidos en lo suyo, y con un régimen,una organización rígida. «FORMACIÓN», gritaba uno de los líderes Giovanni Varela, coordinador y fundador del equipo que se creó inspirado en la experiencia de la Universidad Central de Venezuela durante las protestas de 2014. Los muchachos a la instrucción de sus líderes se forman, hacen caso, y corren desde el sitio donde estaban para formarse.  Están divididos en tres equipos, el verde, el rojo y el naranja. Uno va adelante, en el frente, pero a un lado de los marchantes, sin mezclarse. El otro va en el medio pendiente también de cualquier persona que pueda fatigarse por el sol o cualquier cosa. Y el otra camina atrás en la retaguardia. Eran 31, tal vez hoy son más, estoy casi seguro de eso. Jóvenes que no pasan de los 25 años en su mayoría. Estudiantes del quinto, cuarto o tercer año de medicina. Algunos son paramédicos, enfermeras, expertos en primeros auxilios, estudiantes de farmacología y hasta una periodista, Erika Boscán, una de las coordinadoras encargada de las redes y de la organización. Y bueno, todos cuidan, todos, al que sea. Allí estaba Paúl. 

Yo no llevé nada, tenía un paño, agua, pan dulce y ya…mi cámara, carnet de prensa, mi gorra negra de los White Sox y ya. En el camino me fueron alistando. Primero la máscara con una gasa húmeda con bicarbonato. Luego llegaron los lentes, esos que se usan en las piscina (no usaba unos desde niño), luego el casco blanco, me lo puse y bueno, ahora sí, era un cruz verde…no mentira, aún no…minutos después me pasaron la calcomanía con la cruz verde. Ahora sí, era uno del equipo. Claramente no quería interferir en sus labores, solo registrar todo, a un lado. Por donde pasáramos mucha gente aplaudía y expresaba: «Bravo héroes, sigan así, son un ejemplo», eso hincha el pecho a cualquiera y claro, yo cargaba el casco, pero los héroes son ellos. Llegamos a un punto donde los socorristas se reunieron para establecer la estrategia a seguir, en ese punto se sabía que era muy probable que las fuerzas del orden arremetieran contra los manifestantes. Se tomaron de las manos y rezaron, el padre nuestro…primero Dios. Luego las ordenes y cómo estarían acomodados para atender a los primeros heridos. Y efectivamente, comenzó la acción.  

La Guardia Nacional  (GN)reprimió sin mediar palabras, de una vez soltó los gases para dispersar a los caminantes. Todo esto ocurrió en la avenida Fuerzas Armadas. Gases vienen, bombas van, personas corriendo chocan entre sí y nosotros pegados, casi agachados ante una pared. «Levanten las manos, agachen la cabeza, protéjanse«, gritó uno de los chamos futuros médicos. Le hicimos caso, los efectivos militares nos miraron sin tocarnos, apuntando a los manifestantes que ya habían corrido a dos cuadras.

Empezó el socorro a muchos ahogados, una chica se desmayó y corrimos hacia un edificio cercano, allí recuperó el aliento. Rocío de agua con bicarbonato y «Malox» para que los gases no piquen.En cuestión de minutos unos cuántos recibieron ayuda, conté más de 15. Se me hizo complicado ver porque los lentes se empañaban con facilidad. En una ocasión casi me llevo por delante a unas mujeres y me tropecé con una piedra, «pero es mejor que veas así borroso porque es peor que no veas nada por el efecto del gas lacrimógeno», me decía Erika que constantemente monitoreaba el estado de cada uno de los miembros, incluyéndome. Todo el tiempo me cuidaron. En un momento un chamo jadeaba ahogado a mi lado y me llegó pensado que era médico, lo agarré por el brazo y se lo entregué a los muchachos. Lo atendieron de una vez.  

Los manifestantes se replegaron pero llegó la hora de las barricadas. El equipo salía a buscar heridos, ya que la GN aún rondaba lanzando esas bombas interminables. Luego de tres revisiones similares, el equipo decide quedarse a un lado, en uno de los edificios de la urbanización Loma Linda para discutir el próximo paso. «Como ya la gente se ha ido, y bueno lo que queda es gente que va a empezar a formar las barricadadas nosotros nos retiramos», explicó Giovani. Es que generalmente hacen eso porque son un grupo apolítico. «Aquí asistimos a todos, si vemos a un policía herido, un Guardia Nacional, un manifestante, lo asistimos sin distinción, la idea es preservar la vida, cuidar, ese es nuestro objetivo», agregó Erika. 


Se acabó la jornada, al menos eso creía. Cuando uno queda «picado» es porque realmente te gustó lo que hiciste, quería quedarme mucho, mucho tiempo más allí registrando todo. Pero bueno, ya debíamos irnos a casa. Yo particularmente iba con la adrenalina a mil y la satisfacción de pensar que momentos como ese justifican por tres millones o más el haber estudiado periodismo.

Pero aún faltaba algo, bueno dos cosas, una chistosa y otra terrible. La chistosa habla sobre mi regreso a donde había dejado el carro, mi fiel «Polo Periodista». Los muchachos consiguieron una cola en una camioneta de cabina, allí nos montamos varios…me tocó ir en el suelo. Transitábamos por la Fuerzas Armadas donde estaban las barricadas a flor de piel. Para atravesar la primera de ellas uno de los panas sugiere que me haga el herido. «Hey periodista, tírate al suelo, hazte el desmayado, el herido para que nos dejen pasar», y yo fielmente les hice caso pues, me tiré allí desmayado con el sol maracucho de techo, así como un actor cualquiera fingiendo ir en mal estado. Fueron como tres barricadas y hasta un collarín me pusieron. En un solo día fui un periodista, un cruz verde y un herido…al final del recorrido todos íbamos sonriendo, un poco soltando el estrés de la jornada con ese momento jocoso de mentir un poco para poder llegar a nuestro destino, «Ahh broma y el herido va cagado de la risa, así cuando lo vean van a decir vergación, pero ese herido va feliz», echaba vaina uno de los panas socorristas.

De la risa al llanto pasamos. Y bueno la cosa terrible llegó, me llegó a mi como un rumor, algo que no podía confirmar sino la misma Erika vía Whatsapp: el asesinato de Paúl. Una nota de voz con su llanto me lo confirmó. Jamás pensé que el día iba a tener ese contraste. El colchón de mi cama fue víctima de los 34 golpes que le propiné al enterarme de la noticia. «Erika la idea era volverlos a ver, volverlos a contactar para otro recorrido, no en esa circunstancia», pensaba. Dios mío, la sensación era extraña, tenía tristeza, rabia, pero al mismo tiempo satisfacción de haber compartido, vivido y conocer lo que es ser un Cruz Verde y estar rodeado de héroes.

El velorio de Paúl fue una de las cosas más tristes que pude ver en mi vida, los compañeros en formación llorando, la señora Marlene brincando, las palabras del señor Germán. Los homenajes deberían ser infinitos y bueno, ahora el equipo de Primeros Auxilios LUX lleva el nombre de Paúl Moreno… y aún faltan honores. Gracias a Dios estas letras van a quedar aquí plasmadas y espero que mucha gente las lea a través de los años. Tu esfuerzo no será en vano, tu muerte no quedará en el aire Paúl. Un aplauso de pie a todos los héroes Cruz Verde como tú. 

A continuación les dejo unas palabras que escribí apenas horas después de la muerte de Paúl, un perfil publicado en nuestro portal aliado El Pitazo, texto que estuvo entre los más leídos del país el 19 de mayo. Nuestro homenaje. 

 

Paúl Moreno, un héroe

Cruz Verde que no soltaba la calle

 

Paúl René Moreno soñaba con un mejor país, como muchos jóvenes que creen en un futuro seguro en la tierra que los vio nacer. Paúl creía en la acción de la calle, “Presión y más presión… CALLE Y MÁS CALLE”, posteó en su cuenta de Instagram hace tres semanas, en la que daba su punto de vista sobre las personas que no están de acuerdo con las trancas y protestas. Paúl estudiaba Medicina en la Universidad del Zulia (LUZ); cursaba el quinto año de la carrera a sus 24 años de edad. Desde abril, por los días de la Semana Santa, se formó el equipo de Primeros Auxilios de LUZ, organización que nació inspirada en la experiencia de la Universidad Central de Venezuela (UCV), que desde 2014 asisten a personas en manifestaciones de calle.

Lee aquí este trabajo en El Pitazo
Paúl se animó, y con varios compañeros de la universidad se unió al equipo que reúne a unos 30 jóvenes, los reconocibles “Cruz Verde”, ya que en su casco blanco tienen el signo de ese color que los identifica.

Este voluntariado de paramédicos se divide en grupos por color. Paúl formaba parte del equipo “rojo”, uno de los tres conjuntos que componen este voluntariado en cada manifestación a la que acuden. El rojo va adelante, en la punta, alertas ante el primer caído. El equipo, que en su máxima convocatoria llega a las 30 personas, una vez culminada la protesta, cuando baja el flujo de personas y los organismos de seguridad se retiran, también se va. Pero algunos se quedan, bien sea tratando de cuidar a algunas personas que se quedan rezagadas, o simplemente se unen a la protesta. “Nuestro grupo es apolítico, no formamos parte de la manifestación, nuestra labor es ayudar”, expresó Armando Vilchez, uno de los coordinadores de los Cruz Verde.
Paúl respetaba eso. Era callado, pero preciso, concentrado en su labor de ayudar. El pasado 8 de mayo, una de las marchas que se dirigían al Palacio de Gobierno regional, en Maracaibo, fue dispersada por la Guardia Nacional (GN) en las cercanías de una guardería. El equipo de Primeros Auxilios actuó de forma rápida para sacar a los niños hacia otro edificio. Paúl fue inmortalizado con una imagen que recorrió las redes hasta viralizarse.
La gráfica lo mostraba cargando un niño en sus brazos, corriendo para alejarlo del efecto de las bombas lacrimógenas. “Rechazamos todo acto de violencia de parte de los cuerpos de seguridad del Estado hacia los equipos que prestamos socorro y auxilio a cualquier venezolano en momentos de emergencia o crisis, sin distinción de raza, religión, ni tendencia política, sobre todo cuando de niños y personas mayores se trata”. Este mensaje lo dejó ese día en su Instagram, reflexionando sobre el hecho.

Pero luego de esas labores, de esa heroicidad, Paúl tomaba su bandera, su consigna y sus ganas de protestar para salir a la calle a protestar y unirse al clamor de un cambio, en esa calle donde dejó su vida y su lucha este jueves 18 de mayo. Pero también se quedaba socorriendo, pilas, pendiente de cualquier situación para socorrer al que fuese. En una de esas barricadas que defendía, mientras estaba sentado en la acera un conductor a bordo de una camioneta lo atropelló; la embestida le ocasionó heridas mortales en su cráneo. Una hemorragia insostenible, una fractura, una muerte que llegó al hospital Adolfo Pons, en Maracaibo, ciudad que suma un alma más, su primera víctima en estos casi 50 días de protestas en Venezuela, en los que han sido asesinados más de 45 jóvenes en un contexto de manifestaciones, la mayoría producto de la represión de los cuerpos de seguridad del Estado.


 

Nota:

El casco que se ve en primer plano en nuestra foto principal es el de Paúl. 


 

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