El difícil camino a la convalidación en Colombia los ha obligado a reinventarse, realizar otras actividades mientras recuperan la bata y su consultorio.
Por: Rafael David Sulbarán. Periodista. Por primera vez usó una EPS.
Adolfo Quiroz toma su hora de descanso luego de una jornada agitada. El ruido típico de una construcción se aplaca en ese momento cuando los obreros se dedican a estirarse y tal vez llevar una buena conversación. Adolfo trabaja en el depósito de esa obra, que se convertirá en un edificio residencial.
Esa tarde, un adolorido compañero le buscó conversación. Le contó que había tenido dolores fuertes, con retorcijones agudos como un gran apretón en el estómago. “Había ido a un centro médico muy reconocido acá y le diagnosticaron algo que no era”, cuenta Adolfo. Su compañero en la obra, se toca una parte del estómago y con la descripción que realiza logra que Adolfo le diga: “Chico, eso es apendicitis”.
Enseguida buscaron un sitio para poder acostar al paciente y en una tabla de esas que se utilizan para llevar escombros, Adolfo pudo examinar a su compañero y realizar una valoración: una apendicitis aguda.
“Menos mal pudo contar lo que le sucedía porque tal vez si se hubiese quedado tranquilo, se le revienta el apéndice y las consecuencias son graves”, relata Adolfo Quiroz, Médico Cirujano de 26 años, oriundo de Barquisimeto estado Lara, uno de los tantos médicos venezolanos que se encuentran desempleados o ejerciendo otras labores debido a la imposibilidad de poder trabajar en el sistema de salud colombiano.
Adolfo jamás pensó que, en medio de tanto polvo, cemento, tierra y escombros, pudiera hacer una valoración médica. “El diagnóstico fue correcto, el señor pudo verse con un cirujano que al final lo operó”. La revisión que hizo Adolfo, en una hoja blanca en papel bond, no quiso ser reconocida en un principio por el internista que examinó al paciente, pero luego, al constatar los síntomas, descubrieron que era acertado. “Yo no debería estar dando valoraciones en un papel, yo debería estar trabajando en un consultorio”, reflexionó.
En 2019 junto a su esposa, Adolfo cansado de la dura crisis en Venezuela y observando que con su sueldo como médico raso no podía comprar para comer de forma decente, decidió emigrar hasta la ciudad de Manizales, departamento de Caldas, ciudad origen de sus suegros. Allí trabajó los primeros meses como mesero, luego fue ascendido a la administración. “Uno sabe trabajar, se gana a la gente y con el sentido de servicio que tiene, es fácil ganarse la empatía”. Tal vez por eso aquella tarde aquel compañero se convirtió en un potencial paciente.
El restaurante donde trabajó no aguantó los embates de la covid-19, pero su suegro pudo conseguirle ese trabajo como depositario en la obra. “Es un trabajo pesado ya que debo estar cargando cemento, bloques y ayudar en cualquier cosa, incluso, en corregir diagnósticos de salud”, bromeó Adolfo.
Para poder pagar la apostilla de sus papeles, Adolfo decidió viajar y trabajar en lo que fuese. Su título de bachiller, su diploma de medicina, sus notas, su partida de nacimiento entre otros documentos, debe legalizar para poder ser aceptada su licencia en Colombia, pero los altos costos han trancado la oportunidad. Un trámite que debería tener costos bajos se vuelve imposible debido a la corrupción y la usura.
Cada ciudadano debería poder realizar el trámite en línea y cancelar 381.542 por documento, un poco menos del 50 por ciento del sueldo mínimo. Estos números parecen altos, mucho más tomando en cuenta los problemas económicos de la población en general. Otro de los inconvenientes es que la diligencia debería permitir hacerse en línea por el canal regular, pero la página deja de funcionar o no hay citas para finalizar la convalidación del documento.
Por esta razón muchos gestores se aprovechan y actúan para poder realizar estos trámites. “Algunos pagan, se atreven tal vez por el apuro de querer salir rápidamente de eso, pero yo no lo hice, además porque sale extremadamente caro”. Adolfo un día contactó a uno de estos gestores y le cobró 150 dólares, unos 560 mil pesos, por la gestión en cada documento para apostillar. Al cambio no oficial de 369.201,92 por dólar, la transacción saldría por 55.380.000 bolívares. Algo sencillamente impagable.
Sin embargo, Adolfo espera poder reunir lo suficiente para realizar todo y poder ejercer en Colombia.
Intentos fallidos
El Ministerio de Educación colombiano exige que se presenten con el sello venezolano apostillados el título original, las notas certificadas entre otros documentos adicionales. Se debe cancelar el arancel de 643 mil 400 pesos colombianos para títulos de pregrado y 731 mil 200 pesos para los postgrados. Luego de presentar toda la documentación y validar información, el proceso pasa a evaluación, que podría tener una extensión entre 60 a 180 días calendario.
Todo este recorrido lo ha hecho en tres ocasiones Laura Castaño, joven médica de 28 años que cuenta con especializaciones en medicina ocupacional y urgencias médicas. Laura se instaló en Manizales junto a su esposo en abril de 2017. En tres ocasiones ha sido rechazada por el estado colombiano para poder trabajar como una profesional acreditada. “Una vez me dijeron que faltaban algunos papeles, y en otros dos momentos me la rechazaron porque sí”, contó Laura, quien nació en La Victoria, estado Aragua.
La profesional médica ha contado con el apoyo de la familia de su esposo, quienes son pobladores de Manizales y que retornaron de Venezuela. “Aquí gracias a Dios mis suegros tienen sus raíces y un sitio dónde vivir. Por eso acá he podido trabajar sin mayores problemas”. Laura siempre con vocación de servicio ha podido laborar desde hace tres años con la fundación “Aires de Esperanza”, organización sin fines de lucro que brinda atención a la población migrante venezolana en Manizales.
“Siempre estoy dispuesta al servicio, nunca he dejado de estar muy cerca de la gente, me hubiese vuelto loca sino me hubiese dedicado a esta obra”, expresa emocionada, aunque consciente de que su deseo mayor es poder ejercer la medicina. “Por eso lo he intentado tanto. En este momento estoy a la espera de una cuarta respuesta, esperando que no sea otra traba”, añade.
Uno de los motivos por el cual a los médicos venezolanos se les niega la solicitud es por la presión que hace el Colegio de Médicos de Colombia, según analiza Castaño. “Definitivamente ellos ejercen presión para que, a nosotros, los médicos venezolanos que venimos muy bien preparados, se nos tranque la cuestión. Pero estamos peleando por ser reconocidos”, puntualizó.
Desconfianza
Un censo realizado por la Coalición por Venezuela reveló que 948 profesionales de la salud venezolanos han presentado problemas a la hora de ser aprobada su tarjeta profesional y que al menos 1843 se encuentran en el proceso. Graduado de la Universidad Central de Venezuela como médico general, Roger Fajardo, ha intentado en par de ocasiones convalidar sus papeles, pero el sistema se lo ha negado.
Junto a su esposa llegó desde Venezuela y se instaló en la ciudad de Cali. Luego la capital Bogotá le hizo el llamado donde tuvo una mejor perspectiva económica. “He desarrollado varios trabajos, estuve como repartidor de comida, también entregando volantes”, comentó Roger, que actualmente trabaja activo con la fundación Salud Feta, organización de especialistas en ginecoobstetricia. Allí tienes labores administrativas.
Con su bicicleta, Roger recorría la ciudad para llevar los pedidos a hogares. A veces imaginaba que las calles son los pasillos del hospital y que un paciente lo espera en una habitación para darle las gracias por la atención.
“A pesar de no estar ejerciendo como es debido, nunca pierdo la esperanza y esperaré la oportunidad para hacerlo de nuevo”. Mientras la condición económica de Roger mejora, aguarda para volver a introducir los recaudos en un sistema que no le genera mucha confianza.
“Ahora se debe realizar el pago primero y luego te piden los papeles. Esto me genera desconfianza. Pero cuando tenga el suficiente ahorro, lo volveré a intentar”, sentenció Roger esperando poder cumplir su deseo y servir a la sociedad colombiana que tanto lo demanda.
Texto publicado en colaboración con el Proyecto Migración Venezuela.
Fotos: Laura Castaño. Adolfo Quiroz.