Queremos dar un paso al cambio
Por: Mary Carli Tapia. Periodista.
Locutora. No votó por Scioli
A lo largo de estos 16 años, los venezolanos hemos estado en una constante pelea de la cual nunca salimos victoriosos, porque sea cual sea nuestra posición frente a quienes dirigen nuestro país, cada día todos perdemos más. Si la culpa es del Gobierno actual, de Chávez, de la oposición, de la cuarta república o del imperio; ¿es eso lo que verdaderamente importa?
Qué lindos aquellos tiempos cuando la gente discutía por los Leones del Caracas o Navegantes del Magallanes durante la temporada; en Semana Santa ¿es mejor quedarse en casa para ir a la iglesia? O ¿viajar a la playa o la montaña? En diciembre la polémica era en relación a quién preparaba la hallaca más sabrosa o por la gaita que sería elegida como “La gaita del año”; el 31 no importaba si eras adeco o copeyano, los vecinos se caminaban toda la calle para dar abrazos y desear “¡Feliz año!”.
Las guerras se armaban normalmente en febrero con baldes o globos de colores que los chamos llenaban y se lanzaban con alegría entre pandillas; los adultos no se salvaban, muchos también jugaban al carnaval.
Habían quienes tomaban cerveza Regional y otros tomaban Polar, que jocosas esas discusiones sobre cuál era mejor.
Hoy la realidad es tan distinta:
Ahora hasta viajar es un estrés, las vías cada vez están más descuidadas aumentando así el riesgo de que se te dañe el carro (para quienes tienen la dicha de contar con uno) y si eso ocurriera no sabrías dónde ni cuándo conseguirás repuestos; si te accidentas en la calle es una odisea, ya nadie quiere ayudar y nadie pide ayuda porque se perdió la confianza, ahora todos somos sospechosos de asaltos. Ir a las playas venezolanas ya no es sinónimo de relajación y disfrute, tienes que estar muy pendiente de todo y tener ojos en la espalda porque hasta en lanchas llegan los delincuentes a robar tus pertenencias… si tienes suerte de quedar vivo.
La hallaca más sabrosa no se sabe quién la podrá preparar porque son más los ingredientes que faltan que los que están, sin contar que los precios se fueron al cielo y las energías de muchos venezolanos cada vez se gastan más haciendo interminables colas para tratar de comprar lo que consigan, no lo que quieran. Por lo tanto está más que claro que el venezolano no comparte manjares como antes porque lo poco que encuentra es para sobrevivir al día a día y le cuesta bastante. En cuanto a la gaita del año, no olvidemos que ya las emisoras de radio no suenan canciones protesta, la mayoría se ha silenciado.
De la guerra de Carnaval mejor ni hablemos. ¿Con cuál agua?…¿Cerveza? No creo que se pueda disfrutar de una bebida espirituosa igual que antes. ¿Cuántas mesas venezolanas están incompletas hoy? Lamentablemente cada vez son más quienes viven la ausencia de algún familiar o amistad porque murió en manos de la delincuencia, por falta de atención médica o un fármaco que nunca apareció.
¿Cuantos venezolanos están llorando porque quieren comerse una hallaca, un pan de jamón y tomar caldo de gallina escuchando una buena gaita y al lado de su familia pero hoy están a miles de kilómetros porque así están más seguros? Muchos con la satisfacción de que al menos pueden tener una mejor calidad de vida, otros luchando contra la depresión y la nostalgia de estar lejos de sus seres queridos. Algunos con trabajos dignos pero no ejerciendo esa profesión que les costó tanta dedicación, esmero, disciplina y dinero.
Darle el feliz año a todos los vecinos y familiares ya no es tan común como antes, ahora los venezolanos no nos sentimos hermanos, nos dejamos convertir en enemigos. Todos culpándonos de todo y alejándonos cada vez más de aquella hermosa tierra en la cual muchos extranjeros sembraron semillas de esperanza, las cuales vimos convertirse en frutos; negocios prósperos. Si ellos lograron hacerlo hace tantos años, ¿por qué ahora todo nos cuesta tanto?
Tanta gente quería vivir en nuestro país y tantos turistas lo visitaban. ¿Qué tenía antes Venezuela que ahora no tiene? ¿O qué tiene hoy y antes no tenía?
Los miedos, resentimientos, baja autoestima, necesidades, envidia, conformismo, complejos de inferioridad y superioridad; tantas emociones y sentimientos de venezolanos que un grupo de personas sin corazón mezclaron y utilizaron en contra del país.
La escasez ha acabado hasta con aquella frase “si yo no trabajo no como” que tanto repetían quienes evitaban alzar su voz para resguardar su puesto de trabajo. ¿De qué sirvió callar? Si ahora ni con ese preciado trabajo pueden tener la comida, medicamentos, servicios o productos en el momento que los necesiten. En muchos casos ni los millones pueden salvar una vida porque ¡acabaron con todo!
Hace mucho tiempo era común escuchar la frase “a mí no me interesa la política”… Ahora es casi imposible que cualquier tema de conversación se salve de ser sumergido o contaminado con ella. Es que lo que muchos creían que no afectaría la calidad de vida del venezolano terminó destruyendo los valores que nuestros ancestros nos habían dejado.
Hoy que tenemos nuevamente una oportunidad para cambiar y más que mirar la Venezuela que extrañamos, nuestra meta es lograr que sea mejor que aquella que comenzó a gestar lo que hoy padecemos.
Recordando la hermandad que nos caracterizaba a todos los venezolanos y habiendo sido testigo de la destrucción que le causamos a nuestro país estando divididos, es oportuno aplicar a nuestra realidad un fragmento del poema “La vuelta de Martín Fierro” del argentino José Hernández:
“Los hermanos sean unidos porque esa es la ley primera, tengan unión verdadera en cualquier tiempo que sea porque si entre ellos pelean, los devoran los de afuera”
Venezuela, estando dentro o fuera de ti, no cabe duda de que todos los venezolanos te extrañamos. Lo sentimos mucho, Perdónanos, te amamos, ¡gracias!
Texto: Mary Carly Tapia. Periodista venezolana
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