Un realista mágico que nos inspiró leer

Un realista mágico que nos inspiró leer

 
Sencillo tributo a Gabriel García Márquez
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Muchos dirán que por ser periodista me gusta leer. Por supuesto que no. Tengo el hábito de la lectura mucho antes de saber siquiera que iba a estudiar periodismo. No creo que por eso lo haya decidido, total los licenciados en educación, los licenciados en letras asimismo leen. De igual manera siento que no leo lo suficiente.
El hábito de la lectura es algo natural, algo que prácticamente nace contigo, obviamente todo depende del entorno y las condiciones en las que te formes, pero de alguna manera u otra, así nazcas en un basurero como el protagonista de “Perfume, la historia de un asesino”, tarde o temprano, si tienes ganas de leer, de hacer eso parte de tu vida, de tu cotidianidad y hasta de un ingreso, pues el destino lo pondrá delante de ti.
   
Recibiendo el Premio Nobel en 1982.
Particularmente tuve un entorno lleno de libros. Quizá no tantos como otros, pero sí, habían libros. Y aunque no lo crean, al principio tuve muchos problemas para leer. Mi abuelo Eudomario Castillo me ayudó mucho a reforzar los conocimientos adquiridos en la escuela y bueno…yo le atribuyo el título «del que me enseñó a leer”. Abuelo, estaba en ese ejercicio continúo conmigo y de igual forma con todos sus nietos. Recuerdo que me ponía a practicar cuando íbamos por la calle. Me decía:  “Lee todos los avisos publicitarios, las vallas, los carteles, las señales de tránsito, hasta los numeritos de los postes de alumbrado eléctrico. La lectura está en todos lados, hasta encima tuyo en tu ropa”. Con el aprendí demasiado y no es por casualidad que el primer libro que yo leí fue uno de su autoría, “Memorias de un cabimero”, texto que fue editado en 1994, casi dos años después de su muerte.
Abuelo Mayo labró el camino para mi gusto por la lectura que luego se ha convertido en mi pasión por escribir. Pero hay un personaje que definitivamente con sus letras marcó mi inclinación a la lectura, que está en mis hábitos. Gabriel García Márquez es esa persona. Y creo que no estoy hablando por mi, estoy hablando por una generación completa…creo que me quedé corto.
El mágico Macondo.

En mi adolescencia tuve la oportunidad de conocer tres de sus obras. “El relato de un náufrago” fue la primera que leí. No es una novela, es más bien un reportaje, una historia llevada a libro del único sobreviviente de del accidente de ARC Caldas que estuvo 10 días a la deriva en una balsa por las aguas del Caribe. Luego “Crónica de una muerte anunciada”, esa historia del asesinato de un buen amigo del autor llevada a novela. “El coronel no tiene quién le escriba” llegó a casa de casualidad y en un ratico el Coronel Buendía llegó a “ocupar” dos de mis tardes seguidas con su desdicha. Esos tres los conocí jovencito.

Ya luego, en mis tardíos 20 me entró las ganas, el deseo, cual niño por montarse en un inflable, cual adolescente por salir a conocer chicas, cual futbolista por querer firmar al profesional; de leer “Cien años de soledad”. No podía ser posible que un comunicador social, el cual entre sus lecturas estuvo la pesada “Divina Comedia” de Dante, no haya conocido Macondo y a la condena de los Buendía de no tener una segunda oportunidad en este mundo. Entonces me animé a adquirirlo por Internet y me dispuse a leer esta obra maestra en dos semanas. Ya García Márquez era mi escritor favorito, y con este texto se afianzó.
Gabo junto al director de cine Roman Polanski.
Hoy le rindo un tributo. Hace unas semanas escribí sobre Simón Díaz. Dije que ese tipo de personas cuando se mueren uno se pregunta qué será del mundo sin ellos. Con el tío Simón me pasó como si hubiese partido alguien conocido. Con el hijo del telegrafista de Aracataca, el reportero de Venezuela Gráfica, el esposo de Martha, el que coincidió con mi Tía Nela y Argenis en Cartagena, el Dios de Macondo me pasó igual…y hasta un poquito más. Se fue alguien querido, alguien de tu casa.
        
Con su merecido Nobel.
Gabo es inspiración definitivamente. Es motivación al logro. Cien años de soledad fue rechazada por varias editoriales antes de convertirse en una de las obras literarias más importante de la historia, una de las más traducidas, de las que más copias ha vendido. Aracataca lo celebró con su Nobel en 1982. Ni se dio cuenta cuando salió a otros rumbos a buscar el mundo como reportero, como el precursor del nuevo periodismo latinoamericano en los años 50, el “papá de los helados” del realismo mágico. Venezuela lo recibió indocumentado y con Marcos Pérez Jiménez tambaleando. Lo despidió con una democracia joven, próspera. Lo vio vivir con su esposa barranquiellera, recién casaditos. México lo recibió sin trabajo y con muchos problemas económicos con los cuales se vio apurado. Argentina lo recibió en letras…con el borrador de Cien años de soledad enviado por partes ya que no tenía suficientes ingresos. Buenos Aires lo llevó al estrellato dando a conocer al mundo la belleza sin igual de “Remedios, la bella”. El mundo entero lo leyó, lo elogió, lo hizo parte de su hábito, lo vitoreó en Estocolmo, lo incluyó en el curriculum escolar, lo homenajeó, lo disfrutó en vida. Hoy el mundo entero lo llora.
Gracias Gabriel por dejarnos todas esas letras, esas historias, esos reportajes, cuentos relatos, crónicas, esa vida…esa historia que contar. Esos cien años de soledad.
Aquí comparto el emotivo discurso en el recibimiento del Premio Nobel de Literatura en 1982. Que lo disfruten.
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Con Información de:
El País
Wikipedia
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Fotos: Associated Press
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