Crónica desde la frontera con Colombia
Nos fuimos hasta Paraguachón luego del cierre fronterizo ordenado por Nicolás Maduro y nos trajimos arena, altos precios, grata impresión con los guardias y muchas ganas de que arreglen la carretera
Por: Rafael David Sulbarán. Periodista. Ha ido dos veces a Colombia. Una vez se cayó de una silla
Hace 14 años fui hasta Santa Marta, Colombia. Tuve la oportunidad de conocer junto a mi familia las playas del Rodadero y parte del Caribe colombiano. Nos fuimos por carretera desde el Zulia, y para poder llegar, obviamente debíamos pasar por Paraguachón. Hoy, luego de desear muchísimas veces pasar por allí de nuevo, el periodismo, y las raras políticas del presidente Nicolás Maduro me llevaron nuevamente a la zona fronteriza del Zulia con Colombia.
La noticia no me agarró por sorpresa, pero siempre uno tiene su grado de asombro. Y bueno, ese lunes en la noche cuando el gobierno anunció el cierre de la frontera zuliana, decidí entonces prepararme para darle una visita a La Guajira venezolana.
Arranqué tarde, ya que mi cámara personal se dañó y el súper teléfono que hace videos en HD me lo robaron en el centro de Maracaibo hacía poco más de un mes, y por eso tuve que buscar una prestada. Pero bueno, finalmente emprendí camino.
Cuando llegué al puente sobre el lago me saludó el peaje. Desde 2009 no se pagaba en los peajes venezolanos por una orden presidencial de Hugo Chávez. Ahora, retando al comandante, eso quedó eliminado y 10 bolívares pagué por el paso de mi Volkswagen Polo sedán. También lo hice en el peaje de El Moján. Ya eran veinte bolívares. En 2009 me podía comer una hamburguesa grande con esos 20 bolívares. Ese mismo día en la noche pagué mil bolívares por una hamburguesa grande en el Sambil. 100 veces lo que pagué en el peaje. En 2009 mil bolívares representaban una quincena en mi salario.
Cuando llegaba al punto de control y también peaje en el puente sobre el Río Limón, una mega cola me acogió. Resulta que la Guardia Nacional Bolivariana estaba censando a la gente junto al Saime. Los hacían llenar una planilla, para justificar de alguna forma, su paso por allí. Solo puedes pasar tres veces. Una cuarta vez te pueden devolver, al menos que tengas una razón fuerte y justificada para pasar. Algunos viajan con su carta de residencia avalada por el consejo comunal y el ministerio y esos sin pasan libremente. Revisaban todo, por eso la cosa se trancó.
En una de las largas paradas, una que duró como media hora, me arrimé a un cují que daba buena sombra. Allí acompañaba al señor Jesús Romero. Su Caprice marrón con los vidrios marcados con «Se vende» y su número telefónico, estaba parado detrás del mío. «Qué molleja de calor ¿no primo?», le comenté luego de interrumpir su soledad allí debajo de la matica. «Pa que sepáis», me respondió. Jesús es un hombre que ronda los 40 años, se me pareció a Rafael Orozco más viejo, gordo y con los ojos azules. Viajaba hasta Maracaibo para comprar unas cosas, pero tuvo que devolverse, «porque el carro me anda botando gasolina y además se me pichó un caucho y no cargo repuesto. No puedo andar así por esta carretera que no está muy buena». Jesús tiene un restaurante en la entrada del balneario de Caimare Chico, una de las únicas playas aptas del lago de Maracaibo. «Yo viajo todos los días hasta El Moján, Santa Cruz de Mara o Maracaibo para buscar cualquier cosa que haga falta en el negocio, pero esta vez solo llevo dos bolsas de limón porque me devolví y bueno me agarró esta cola».
Me contó que se vino de Barquisimeto hace más de un año para montar ese restaurante junto a sus hermanos. «Allí en la entrada de Caimare allí está el restaurantico, ofrecemos el servicio a 600 bolívares, es uno de los más baratos de la zona, ya que en otros lados, quizá un poco más allá consigues un plato de comida en 1200 o 1400 bolívares». Jesús ha tenido que comprar un paquete de harina a 350 bolívares (20 veces más arriba del precio oficial), y un plátano a 60. «Mientras más te acerques a la frontera, más caro vas a conseguir la cosa. Hace dos días tuve que comprar un paquete de arroz en 380 bolívares, aunque a veces me lo sueltan a 320. En realidad uno tiene que hacer maravillas para poder mantenerse a flote, la situación está muy dura, y no es solo acá, en Barquisimeto era igual». Relató que está vendiendo el carro porque la semana pasada intentaron robárselo en Maracaibo, «conté con suerte que estaba con mi hermano y habían unos bomberos cerca, pudimos evadir el atraco».
Ya tenía hambre y pensaba en ese plato en 600 bolívares. tenía como 800 en efectivo, «ojalá consiga punto de venta» decía, pero la señal del teléfono en negativo me decía que sería muy difícil que hubiera punto. Luego de tres horas allí con el amigable sol de 42 grados, finalmente pasé sin problemas, inclusive con una sonrisa del Guardia Nacional que me dijo: «¿Ah tu eres periodista? Pasa». Wow quedé sorprendido por la camaradería.
Bueno, yo pensaba que si hallaba de nuevo otra cola me iba a devolver. Pero la cosa estaba despejada. Pasé Sinamaica observando que solo una bomba de gasolina estaba funcionando. Sin embargo las ventas en la orilla de la calle ofrecían el combustible a 320 por una garrafa de 5 litros. Un poco más adelante, solo unos kilómetros, la misma garrafa te la ofrecen en 750. A ver, con 750 bolívares yo lleno completamente casi 200 veces el tanque de mi carro (unos 40 litros), para que tengan una idea ( claro acá en Venezuela la gasolina está subsidiada). Yo echo gasolina al carrito en promedio una vez a la semana, eso significaría, unas 200 semanas, casi todo el año de nafta.
Pero bueno, total, a partir de allí en ese punto la vía se tornaba más peligrosa y los huecos se hacían presente. La arena atravesaba cual chivo o burro, las vacas se atravesaban. Muy pintoresco todo. Muy abandonado todo.
Paraguaipoa, el pueblo más grande en la cercanía de la frontera con un poco más de 40 mil habitantes, se veía con más de vida. Sin embargo el vigilante de un pequeño supermercado con aire acondicionado en la vía decía que esto parecía un domingo. Normalmente esa zona es mucho más concurrida, hay muchas motos y camiones circulando, pero evidentemente por el cierre en Paraguachón, la cosa cambió. Pasé por un lado del mercado de Los Filúos con la promesa de parar al regreso.
Seguí mi camino hacia la raya, solo unos motorizados descuidados me topé en el camino y como dos chirrincheras (camionetas que transportan personas). Guarero es el último poblado antes de la hermana república. Extrañamente no veía ni un militar salvo en la alcabala, donde de nuevo con una sonrisa me dieron el paso. Me seguía sorprendiendo. Justo antes de Paraguachón, hay otra alcabala. Me bajé a ver qué podía hacer si debía dejar mi carro o caminar los doscientos y algo de metros que hay hasta la frontera. Otra sonrisa alegre, y un «Dale que está autorizado», me alegró el momento y retomé la ruta.
Varios puestos de comida cerrados, estacionamientos con algunos carros llevando sol parejo, un grupo de viejos echando broma y observando los vehículos, y mucha calma, bastante calma, eso fue lo que conseguí. También conseguí otro cují, allí paré el carrito. Pero por igual, allí sentados bajo un techo de una casa improvisada, justo como a 20 metros de la raya, estaba una familia aguardando pasar.
Los Polo-Martínez, tenían 19 años en nuestro país y por voluntad propia decidieron abandonar su granjita en Tía Juana, municipio Simón Bolívar del estado Zulia, para regresar a su país natal y hacer una nueva vida en las cercanías de la ciudad de Barranquilla. «Durante años estuvimos acá tratando de obtener nuestros papeles, pero nunca pudimos, ni una cédula de extranjero, así que bueno ya nos cansamos», expresó Albeiro Polo, de 41 años de edad, quien nació en Colombia y se vino junto a su pareja, Gladys Martínez a probar suerte en la «próspera» Venezuela de los años 90. «Estábamos encargados de un fundo por allá cerca de la 64 en Tía Juana. Allí nacieron nuestros hijos, todos son venezolanos», son cuatro los descendientes, viajaban junto a una prima llamada Karen, de 24 años con un hijo de dos años y otro en el vientre. También lo hacían junto a un gallo escandaloso que no nos dejaba hablar, un equipo de sonido para armar una rumba donde sea, televisores, ollas, sábanas, de todo.
«La imposibilidad de comprar los productos regulados, ya que no tenemos cédula, con eso, y demás de la dura situación de la inflación, los atracos y el desastre para trabajar, eso nos ha obligado a dejar Venezuela, un país que nos acogió, pero que hoy lamentablemente no nos brinda un buen futuro para nuestros hijos», dijo Gladys, que tiene 37 años, pero el trabajo duro, el sol que ha llevado y otras cosas, la hacen ver como de 50.
Me acerqué hasta la alcabala para ver si me daban razón sobre cuándo iban a dejar pasar a esa familia, y a otras tres que llegaron estando nosotros allí. Los Polo-Martínez tenían unas seis horas esperando, «si hubiésemos sabido que iban a cerrar la frontera nos venimos antes», comentó Karen con su niña en las piernas. El teniente me recibió también amablemente, pero me dijo que no podía tomar fotos allí cerca, que lo hiciera desde la barricada para allá, que estaba como a 50 metros. También comentó que estaban esperando que sus superiores salieran de una reunión con autoridades venezolanas, el gobernador de La Guajira en Colombia y el alcalde de Maicao, ellos decidirían el destino de esas familias del lado venezolano y de las otras 100 personas que aguardaban en el lado colombiano. El teniente me ofreció café o agua. Me fui con dos vasos de agua bien fría y aún extrañado por ese buen trato de los militares.
Nicolás Maduro el día del cierre junto a Francisco Arias Cárdenas, gobernador del Zulia, informó que el paso de los indígenas sería libre. Luego se hablaba de dos horas al día. Peso hasta esa hora nadie había cruzado. Solo algunos venezolanos con cédula, de Maicao para acá. Hasta este jueves cerca de 600 personas habían salido del país por voluntad propia o «deportados»como reportó NTN 24, el canal de noticias, por cierto,vetado en Venezuela. Allí, a través de un video observé a los Polo al día siguiente atravesando finalmente la raya.
Final feliz para ellos, pero muchos wayuu no están contentos. Quizá por ahora la cosa esté calmada porque de cierta forma hay abastecimiento y ventas, y el gobierno dice que tranzó con ellos, pero muchos aseguran que después de una semana la cosa se puede poner crítica. Para que tengan una idea, la principal actividad de la zona es el comercio y muchos viajan hasta Maicao, que es un mercado gigante. Venden de todo. Y hay productos tanto colombianos, como venezolanos, esto ha sido siempre así. Por supuesto, con esto del bachaqueo, se ven los productos regulados que tu no hallas en el supermercado normal. Maicao, en Los Filúos, en Sinamaica, en Guarero, todos venden productos desaparecidos. Y los comerciantes son los principales afectados, pero los minoristas. Los grandes contrabandistas no, ellos utilizan las 120 trochas que hay entre los 400 kilómetros de extensión que tiene la frontera del Zulia.
La cosa está calmada hasta ahora, pero se pueden poner bravos esos «guajiros» al ver afectadas sus ventas y su abastecimiento, sobre todo en Los Filúos, mercado aledaño a Paraguaipoa, donde un kilo de leche cuesta 1200 bolívares, un paquete de harina 500 bolívares y una botella de refresco de 2 litros hasta 300 bs. El señor Jesús tenía razón, mientras más cerca estás de la frontera, más caro es todo.
Luego de estar hora y media cerquita de Colombia me fui, con la grata impresión sobre el trato de los militares, pensando que todo es un teatro o una estrategia para que hablemos bien de ellos, pensando que ojalá no se empelote la cosa con el pasar de los días, pensando que vi solo tres tanquetas en la vía, que solo vi como a 20 guardias de los 1500 que las FANB repartieron en la zona, pensando que nunca voy a comprar un paquete de harina allí, pensando que por mi casa venden el agua 10 veces más barata, pensando que ojalá que la próxima vez que pase por allí, sea que voy camino de nuevo al Rodadero.
Aquí unos videitos que reflejaron el día:
Cobertura realizada el martes 8 de septiembre. Redactado el 13 -09- 2015.
Fotos: Pluma Volátil
Video cortesía El Pitazo, NTN24
Twitter: @PlumaVolatilWeb
Instagram: @plumavolatil
E-mail: [email protected]
Excelente reportaje primo/sobrino.
Esto me encantó… que no es lo mismo suponer lo que pasa que ir hasta allá y verlo de primera mano… yo me pregunto si asi como estan controlando la frontera, porque no controlan el mercado Las Pulgas del centro de Maracaibo? alli tambien hay de todos los productos que estan excasos y regulados, cariiisimos y no veo a ningun guardia o policia que revise… el domingo pregunté por un desodorante y me lo querian vemder en 500Bs (en el super cuando llegan no pasan de 40Bs)Porque no intervienen y decomisan todo lo que esta alli?