No me pregunten cómo
Regresamos con esta pequeña visita a Las Pulgas, que nos ha dejado una crónica muy interesante para todo aquel que desee lanzarse a la aventura de comprar en el mercado más grande de Latinoamérica
Por: Rafael David Sulbarán. Periodista.
Le gusta el anís. Fanático de Galarraga
Yo siempre había visto a Las Pulgas por el frente. Siempre le pasaba por un lado. Bueno, llegué a comer varias veces aquellos famosos tequeños maracuchos que son bien largos. En aquella época, en el año 2004 siempre tomaba la buseta hacia las instalaciones de Medio a Medio, un semanario donde hice mis pasantías de impreso cuando estudiaba.
Yo tomaba el autobus frente a Las Pulgas, o diagonal, en plena avenida Libertador de Maracaibo. Creo que era el de Ruta Norte. Lo cierto es que Las Pulgas, el popular mercado marabino, para mi siempre fue un sitio que no había explorado bien…me daba curiosidad, pero no llegué a hacer nada. Una vez tuve una visita fugaz con mi compadre y colega José Veliz. El andaba en medio de su trabajo social, en realidad no recuerdo qué estaba haciendo, pero era allí en Las Pulgas. Ya estaba de moda el que niños salieran corriendo y metieran tu collar, cartera o reloj robado en un filtro de chicha o té frío.
Pero bueno, hasta ahora esa había sido toda mi relación con el mercado más grande de latinoamérica, ese que abrió sus puertas en 1972 con la firme intención de ser un espacio para que los zulianos pudiésemos adquirir nuestros productos de manera cómoda, segura, con espacios para comer, sitios de recreación, parques donde los niños jugasen…la realidad se nos volteó.
La práctica periodística me llevó de nuevo al centro de la capital del estado Zulia. En mis pasantías había hecho encuestas cerca de la Plaza Baralt, la plaza Bolívar y otras zonas del casco central…pero no en Las Pulgas…eso era (y es) una acto de riesgo, una locura. Bueno, como en Pluma Volátil somos una locura periodística, nos lanzamos, una hora, solo 60 minutos para saber qué nos iba a contar ese monstruo.
Guerra económica
Nicolás Maduro asegura que Venezuela vive actualmente una guerra económica, impulsada por empresarios, Fedecamaras, el imperio norteamericano y demás agentes desestabilizadores. En Las Pulgas si tu le comentas eso a un señor indígena que te vende un kilo de café a 250 bolívares, con 600 por ciento de sobreprecio se va a cagar de la risa en tu cara. Tal vez porque no entiende tu español, o no tiene idea de qué le estás hablando. Otra cosa que puede hacer es, esquivarte, evitarte…no venderte nada si eres un periodista curioso que le suelta una pregunta clave, con una cámara de frente: «¿Chamo en cuánto tienes el café?»
Esa pregunta es un pecado allí, solo si eres periodista y tienes una cámara, o si eres un funcionario honesto del gobierno…claramente el tipo empezó a dar vueltas, quería salir corriendo, pero a la vez deseaba darme un empujón por atreverme a grabarlo en plena acción bachaquera. «¿Cómo te voy a vender si me estáis grabando?»
Y bueno buscaba apoyo en sus colegas que estaban indignados, no podían concebir que un periodista les hiciera tal maldad, eso no es posible cometer esa barbarie contra ellos, personas tan trabajadoras y honestas que se están ganando la vida vendiéndote un producto 6 veces más caro luego de pasar días haciendo una cola quitándote el derecho de conseguir tu paquete de café normal en el anaquel del supermercado de tu cuadra…vaya qué maldad les estaba haciendo.
Por esa razón me retiré…también porque quizá me tomarían el número, la agarrarían conmigo y quizá no saldría de allí sin al menos un cachetón. Bueno, seguí mi camino. Yo llevaba una cámara que parece un teléfono, y hacía tomas de los puestos apostados del lado dereccho, izquierdo, atrás y adelante…jajajaja. De pana el hacinamiento allí es terrible. Hay unos 1500 locales legales…e imagino unos 2000 puestos ilegales.
Hay basura, mucha…huele a demonios, a cucaracha ligada con verdura podrida y queso. De pronto te llega un olorcito bueno a frutas, a verduras frescas, pero se te pasa cuando tienes cerca una carnicería o una pescadería, cuyo suelo, prácticamente es de cloacas. El piso es marrón de barro y verde de sipa, de mierda. Eso me hizo recordar a una película llamada «Perfume, la historia de un asesino» que está basada en un libro. El tipo nace en medio de un mercado extremadamente cochino…bueno Las Pulgas le llega por las rodillas al menos.
Buscaba alguien con quien hablar. quería un vendedor honesto. Me conseguí con un pana ferretero, es joven, pero su negocio que lo inició su padre, tiene más de 30 años allí…en medio del caos hay orden. Joendrick Montilla, me contó que él, junto a esos 1500 locales legales, son los que mantienen el mercado. «Nosotros pagamos el condominio, tenemos en orden los permisos sanitarios, de la alcaldía y bomberos. Somos nosotros quienes mantenemos este lugar. Sin nosotros, no tendría vida Las Pulgas». Con eso se refiere Montilla a que gracias a sus pagos, se medio puede mantener el recinto.
Joendrick me habló que desde hace 15 años no se le hace un cariñito considerable. «Desde el tiempo de Manuel Rosales cuando era alcalde, no se le mete mano a Las Pulgas, imagináte eso es mucho tiempo y la situación ha cambiado mucho», cuenta Montilla y me aseguró que se ha triplicado el número de vendedores ambulantes en ese período. Obviamente no hay un registro exacto de cuantos son, pero se calcula que más de 2000. «Y bueno ahora con esto del bachaqueo más».
La Guardia Nacional no se mete, y si se mete se hace de la vista gorda mórbida. Todos saben que el negocio es redondo, cada quien con su parte. Esto permite que veas normal, transitar una carretilla full con varios sacos de arroz regulado. El tipo te tropieza, no te pide permiso, te pasa atropellando y te restriega en la cara eso que no puedes comprar en el supermercado. Y bueno, la guardia, el policía y tal vez algún funcionario del Indepabis o lo que sea observó el acto…y total, normal, todos están ganando, menos el que va a comprar.
40 años
Bueno no todo es malo. Uno se consigue con gente mal encarada, que te pisa, que no pide permiso, pero también los hay amables. Me topé con un bachaquero pana que me dijo así delante de la cámara que vende el café caro porque él lo compra caro…muy sonriente siguió su camino en zigzag por los pasillos. Cerca de allí, me le senté al lado a un zapatero. El señor está desde el primer día del mercado. José Robles, me explicó que llega a las 6:00 de la mañana al mercado, y se va a las 3:00. Le pregunté cómo hacía para poder trabajar bien en ese sitio tan insalubre: «Es cuestión de adaptación. Imagináte, yo tengo acá más de 40 años, todos los días vengo menos los domingos. La clave es portarte bien para que te ganes tu clientela fija y bueno, agradarles para que regresen». José tiene su puestecito casi en la entrada de uno de los accesos que da hacia la avenida Libertador, al frente de un negocio de unos chinos que venden hasta libros de matemática.
Casi al ras de piso le realicé la entrevista. José trabajaba con una sandalia femenina agachadito en su silla. Yo me postré al lado de él tratando de agradarle al principio para no interrumpirle su trabajo. José me contó que si la policía tuviera el valor necesario, se metería al mercado y pusiera orden. «Esto es culpa de nostros, no nos organizamos, hay mucha anarquía, pero si las autoridades tuviesen un poco más se sentido, más de voluntad para con nosotros, este mercado fuera otro».
La delincuencia está a la orden del día. José ha sido testigo de muchos atracos y golpizas. «La otra vez un chamo tomó venganza de un jovencito que le quitó una leche de una bolsa. Lo salió persiguendo y lo golpeó durísmo». Aquí se ve de todo. Pero gracias a Dios no todo es malo. Ves a la ama de casa tratando de hallar un kilo de tomate a buen precio, el padre que busca un kilito de queso no tan caro, el joven que anhela una franela para estrenarla esa noche en casa de su novia…en fin muchas cosas, muchas vidas, un bullicio total, un mollejero, pero allí está, así funciona el mercado Las Pulgas.
Salí con vida. Logré hacer mi reportaje, salí ileso…me miraron mal, yo parecía un extranjero, pero bueno, logré mi cometido. El que no llegó vivo a su casa fue el chamo que intentó subir al techo del segundo piso en los tarantines de Las Playitas (el mercado que está al lado de Las Pulgas), donde yo estacionaba mi carro. Una descarga eléctrica lo dejó tirado allí. La escalera está a menos de dos metros de unos cables de alta tensión…qué molleja de irresponsabilidad.
Aquí les dejo el reportaje que hice para El Pitazo
Texto redactado el 16 de mayo de 2015
Fotos: cortesía
Video publicado el 28 de abril de 2015 en El Pitazo
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