Memorias de un cabimero|La ingrata visita de Carlos Gardel

Memorias de un cabimero|La ingrata visita de Carlos Gardel

Unos días antes de morir, Carlos Gardel estuvo en Cabimas, pero lamentablemente su presentación no es gratamente recordada.

Memorias de un cabimero. Por: Eudomario Castillo Clavel

Carlos Gardel quizá fue la primera estrella de la música latinoamericana, artista que tuvo mucho auge gracias al empuje que tuvo la radio en aquellos primeros años del siglo 20. El artista argentino (aunque hay quienes aseguran que nación en Uruguay, otros en Francia), murió en un trágico accidente aéreo en la ciudad de Medellín, el 24 de junio de 1935, apenas un mes después de su visita al puerto petrolero de Cabimas, tierra que pisó el 20 de mayo de 1935, es decir en Cabimas tuvo una de sus últimas presentaciones, pero lamentablemente su paso no es muy bien recordado por el pueblo.

Ese mismo año, el actor y cantante chileno José Bohr también visitó la ciudad, pero su estadía fue muy distinto. Acá le presentamos la segunda entrega de Memorias de un cabimero, una selección de libró homónimo del cornista cabimense Eudomario Castillo Clavel.


José Bohr corría el año 1935, cuando este cantante sureño visita a Cabimas. Era un hombre de unas relaciones tremendas. Recuerdo que llegó por el muelle N° 1, en vaporcito desde Maracaibo y al desembarcar se dirigió al público que lo esperaba.

-¿En carro o a pie?, preguntó Bohr.

-¡A pie, a pie! contestó a coro, toda la poblada.

Alejandro Pazcini, el empresario contratante, insistía que se subiera al auto, este haciendo caso omiso siguió a pie hasta el cine, que en esa época tenía como nombre “El Nuevo Circo” y Alejandro Pazcini en sus cartelones lo bautizó como el Internacional. Este local estaba ubicado en el hato de la familia Prieto Perozo, donde hoy está el Banco Occidental de Descuento (BOD), frente a la calle Principal, haciendo esquina con el bebedero que comunicaba a la playa donde existían unas casas dentro del lago, perteneciente a los dueños del hato La Tierrita, de la familia Tello, vecinos de los Prieto Perozo.

En este frente había una casa con cuatro puertas donde funcionaba un botiquín con sus veladores de hierro. Este salón fue dividido utilizando una de las puertas donde funcionó una refresquería cuyo administrador era Atilio Perozo. En el patio hacia la playa, comunicado con el bebedero el circo, era un redondel pequeño muy parecido a una gallera, pero más grande, el cual tenía como anexo, el escenario con su pantalla para pasar o proyectar películas y su vestidor, donde en ocasiones se cambiaban las aristas que se presentaban.

Bohr fue un gran éxito, tanto en taquilla como asistencia al botín del cine, donde salía a departir. Así que las cosas le salieron bien Pazcini, un italiano venido a Cabimas en un circo procedente de Brasil que hizo de Cabimas su mina y como todos, se fue a otra parte a disfrutar su fortuna.

Carlos Gardel, visitó a Cabimas, y su llegada fue en condiciones parecidas a la llegada de Jose Bohr, es decir, pisó tierra cabimera por el muelle N°1, en donde lo esperaba una multitud, y un carro último modelo, en donde igualmente estaba el empresario Pazcini impaciente. La diferencia fue que el famoso Gardel no llegó en vaporcito sino en un barco, según era un yate de nombre “El Trujillo”, y el público al ver a Gardel y sus guitarristas empezaron a aplaudir.

Carlos Gardel ni siquiera los saludó, se subieron al auto y este arrancó, que por poco se lleva por delante a las personas que habían ido a recibirlos. Esa fue la primera impresión que tuvo el pueblo que se congregó desde el muelle hasta la plaza de Vicentico Gómez.

Carlos Gardel, la primera estrella de la música latina.


Al caer la tarde el cine Internacional (Nuevo Circo), tras esta mala impresión empezó a llenarse. Dicho debut estaba pautado para las 6:30 pm, y eran las 8:00 pm y no se sabía si se iba a presentar, sin embargo, el público paciente continuó esperando, y es ya sobre las 9:00 pm cuando se presenta Gardel con sus guitarristas y cantan pocas canciones, sin aceptar las exigidas por el público.

Luego de esta presentación escueta sin despedirse del público, Gardel y sus guitarristas entraron al vestuario, el público guardó silencio por un rato prudencial, al ver que no salían empiezan a impacientarse, empezando a chiflar. Pazcini sale y anuncia que el espectáculo había terminado; eso fue suficiente para que le echaran el circo abajo. Al suceder esto, la policía tomó las puertas y todo el que iba saliendo le caían a plan de machete y era detenido. Al enterarse lo que estaba haciendo la policía, los que todavía estaban dentro, empezaron a buscar salida por otro lado, brincando para el techo de un aljibe de la familia Prieto o por el lado del escenario, destrozando de paso la puerta trasera. Fueron muchos los que por estos saltos sufrieron fracturas.

Esta situación tan irregular se convirtió en un escándalo con mucho ruido, donde los artistas de fama señalaban al pueblo de Cabimas como inculto y los que después de un tiempo al volver a Cabimas recibían una chifla, de una vez recordaban lo de Gardel y decían: “era que aquí habían pitado a Gardel” seguido recalcaban que aquí no sabíamos valorar las buenas formas del mundo civilizado.


En fin particularmente considero que es otra injusticia más para el pueblo de Cabimas, porque si alguien falló fueron los que organizaron la estadía de Gardel y me atrevo a decir del mismo artista que desde un primer momento se portó de una manera pretenciosa, a tal extremo que el público cabimero de ese entonces comparaba la venida de José Bohr con la de Gardel.

Esta situación no salió ni ha salido a la luz pública, de manera formal, siempre ha sido de oída, por eso lo cuento, primero porque es a nosotros los cabimeros a quienes nos duele que se nos tenga en ese concepto y segundo, para que de una vez por todas salga a la luz pública en donde estuvo la falla de la visita de Gardel.


Antes de cantarle al público cabimero, Gardel, visitó todos los clubes de los gringos que existían en la zona, cuya infraestructura siempre era excelente, elegante, de calidad y en todos cantó y los complació hasta decir está bueno, después de estos recorridos, se presentó a cantarle a un pueblo en un sitio prácticamente improvisado, que no era un teatro, no era un cine, no tenía buen espacio para albergar tanta gente, porque el empresario vendió más entradas de la capacidad que el sitio tenía, es decir, estaban hacinados, y esto unido a la espera, los llevó a estar mal humorados y en vez de la presentación de Gardel ser un alivio un drenar de la rabia, fue un martirio, entonces: ¿Fue problema o culpa del pueblo de Cabimas?

Selección del libro Memorias de un cabimero (1994) de Eudomario Castillo Clavel.

Edición: Marianela Castillo, Rafael David Sulbarán.

Foto: Archivo de la Fundación Internacional Carlos Gardel

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