Memorias de un Cabimero | La muerte del dictador

Memorias de un Cabimero | La muerte del dictador

Juan Vicente Gómez murió en 1935, claramente fue un acontecimiento importante en Venezuela. En Cabimas, la cuestión se salió de control a punta de balazos.

Memorias de un cabimero. Por Eudomario Castillo Clavel.


¿Fue el 17 o el 14 de Diciembre?, esa interrogante creo que siempre estará entre nosotros, lo cierto es que lo puedo contar, porque así lo viví. Era el año 1935 en el terreno de la casa de Maeva existían en el frente de la calle Principal dos gatos, en la esquina norte un negocio de refresquería de mi tío Lalo, en la esquina sur, calle Colón otro negocio, este era mixto, la barbería de José Rafael Mota y la sastrería José Rafael Villalobos Nava, donde se oían los comentarios de lo que sucedía, tanto por la radio como por la prensa y otros medios.

Se decía que Gómez había muerto y estaban tratando de mantenerlo oculto hasta llegar la fecha del 17 de diciembre, para así compararlo con el Libertador, porque el benemérito su fecha de nacimiento coincide con la del Libertador y por eso querían o quisieron también hacer coincidir la fecha de su muerte.


La otras noticias eran locales, que la policía comandadas por los coroneles Amaya, Troconiz y Delgado, no aceptaban reunirse grupos de más de dos personas. Los activistas del naciente movimiento sindical petrolero allegados a la familia Clavel Soto o los trabajadores del mercado municipal, opinaban que la policía estaba casi toda encuartelada y los que estaban en la calle ordenaban a los grupos a circular pero sin usar la fuerza, la cual cuando la ejercían era a plan de machete; por esta razón mi mamá me mantenía cerca de ella, ya que, días atrás un guarda bosques le había dado muerte a un hombre de manera brutal.

Este hecho sucedió en la calle Miranda, en toda la esquina de la policía, frente a la hoy farmacia Razzeti, lo que anteriormente era la casona donde funcionaba la jefatura, estaba en la misma acera de la iglesia, hoy esta como a 6 metros atrás.


De acuerdo a lo que supe este hombre asesinado en pleno día y en presencia de muchos, le reclamaba al guardabosque de apellido Azuaje, el cual cabalgaba una mula, el hombre tomó las bridas tratando de bajar al jinete. Este sacó el revólver, el cual portaba en el cinto y le hizo tres disparos, dándole en el pecho causándole la muerte instantáneamente. Lo más grotesco fue que la policía desnudó el cadáver en la vía publica y permaneció ahí por horas, hasta que el sacerdote José Luis Castellanos cubrió el cuerpo con unos trapos de lona. Hablaba de algo así como que la policía quería amedrentar al pueblo por el ataque al guardabosques, con eso de mantener al muerto lleno de sangre y desnudo en plena vía. Esto lo cuento con lujo de detalles, ya que al oír los disparos me puse al corriente de todo lo que pasaba, como si fuese un reportero, por eso cuando empezaron los rumores de que el gobierno tenía problemas por la gravedad de su jefe, mamá me puso a derecho a pesar de estar criando a Hilda Filomena, llamada por nosotros «Momena», que nació el 5 de julio del año 1935.

Mamá tenía mucho carácter y para donde ella iba tenía que ir yo, es decir, me tenia amarrado cortico. Así pasé el tiempo sin salir del terreno de Maeva, me daba cuenta de los acontecimientos de la plaza en la barbería de Mota, en donde siempre había un rumor, algo así como esto «anoche permanecieron grupos de personas pasadas las diez de la noche, como si estuvieran velando un muerto», la policía callada como con miedo, toda acuartelada.

En la mañana de uno de esos días le dije a mamá «parece que Gómez se murió», a lo que mamá me dijo «muchacho quédese tranquilo no piense eso¨» yo insistí: «no mamá es que Mota está cerrando y hay mucha gente en la calle pa´rriba y pa´bajo, como si algo pasara». Mamá no me contestó, sino que dijo «Caramba Arturo que no llega» y yo le replique: «mamá no véis, papá no fue al mercado, porque yo veo los cuchillos, ahí están».


Cayendo la tarde mamá con Momena en brazos, tomándome de la mano me dice: «vamos al frente de la casa de mama», cuando ya estábamos sentados en una tabla sobre dos piedras, que hacía las veces de banco, le dije «no véis mamá de que la Internacional está cerrada». Este era un negocio que hacía esquina con la barbería de Mota en la calle Colón, la cual estaba fabricada en el terreno de pepito Perozo. Este negocio tomó el nombre de La Casa de Julio D´Ampaire, la cual administraba un señor de nombre Jesús Semprúm.

Empezó a caer la noche y nosotros seguíamos sentados en el banco. En eso vemos una muchedumbre como siguiendo en forma pasiva a un hombre, era Ramoncito Higuera muy conocido, el cual era empleado de la jefatura de Santa Rita, que conociendo las intenciones de los que estaban en la jefatura de Cabimas, quiso apartar al mayor número de personas de frente a la policía llegando hasta el mercado, toma como tribuna un mesón de los que usaban los corredores, llamados así a los hoy buhoneros, apenas empezaba a hablar se escucharon explosiones de cohetes que venían como de la policía.

Mamá dijo en voz alta y así como asustada «son disparos de revólver». Inmediatamente me subí en la cerca y le dije: «No mamá son cucaracheros, mirá, mirá» y mamá toda desesperada me dijo: «Eudomario, haga caso, corramos a la casa, porque esos son disparos de mauser».

Así salimos corriendo y llegamos a la casa y entramos por el corredor, al llegar nos encontramos dentro de la casa con una mujer con dos niñas una como de tres años que la tenia cargada y otra como de cinco años que la tenia agarrada de la mano. Al vernos nos dijo toda asustada:

-Señora que de muertos.- Mamá le dije: -¿y usted que hace aquí?

-La mujer le dice toda angustiada: «señora, señora ando buscando refugio, ayúdeme por favor.

-Sí mujer quédate como creéis ¿vos que yo te voy a sacar habiendo esa balacera allá afuera muchacha? La mujer le dio las gracias a mamá y también le dij:

-Señora pero tranquilícese, pero creo que no podemos seguir aquí, porque esta casa es de madera-.Como fondo de esta conversación estaba el sonido de los tiros de diferentes calibres, ahora yo los escuchaba sin confundirme, y me preocupaba mamá porque llegó un momento que solamente decía:

– Arturo, Arturo ¿dónde estáis?, Ay Dios mío y Arquímedes, dónde está, y Juvenal, Esmiria, María, Lilia, Iris, ¿dónde están? Ay virgencita, ay San Benito, protégelos-.

-Yo le dije: mamá, mamá, tranquila, las muchachas están a que Maeva, Quine y Juve salieron con papá.-

Tengo que resaltar acá que mamá a ninguno de sus hijos les decía por el sobrenombre, entonces saliendo mamá de ese trance, habló:

– Vamos para que mamá, esa casa es de paredes de bahareque, por lo tanto más segura que esta-, así en medio de la balacera salimos corriendo para la casa de Maeva. Al llegar a la puerta nadie contestaba, todo era silencio. Mamá insistió, al rato se escuchó la voz de Maeva que decía:

-Déjenla pasar que esa es mi hija.- Fue abierta la puerta, lo que vi me llenó de asombro y admiración, por lo menos en el corredor que servía de comedor habían alrededor de cincuenta hombres acostados y en voz baja se escuchaban frases como: «rápido no hagan ruido, caminen agachados». Mamá pasó rápidamente por encima de esos hombres parece que volaba y llevaba a Momena en brazos y a mi agarrado por la camisa.

En eso se abrazó a Maeva quedando yo entre ellas dos casi me asfixio. En eso mamá vio a las muchachas y también las abrazó, diciendo «gracias mi virgencita, ahora te pido que me traigáis de vuelta a Arturo y mis muchachos», interrumpió ese clamor el ruido de unos disparos más cerca de nosotros.


No había pasado ni un cuarto de hora de haber nosotros cambiado de posición cuando empezaron a acercarse los disparos, yo decía «creo que están en la calle», luego hubo un silencio y de pronto se escucha un quejido y lamento de un hombre que a todo pulmón gritaba: «no me dejen morir, Semprúm ayúdame, Dios mío me estoy desangrando, Semprúm ay Dios ayúdame».

Esto lo repetía y repetía una y otra vez, la voz venia como de la calle Colón. Mamá, habló como dirigiéndose a los refugiados:

– ¿Por qué no le prestamos ayuda a ese hombre?, Nadie contesta, mamá insiste con la pregunta y alguien le responde:

-Deje que se alejen los disparos-, el herido dejó de llamar con voz fuerte, solo decía muy callado:

-Ay Dios, ay Dios-. Los disparos dejaron de sonar, de repente una voz fuerte vociferando decía:

– Vagabundos, criminales, así se masacra un pueblo-, luego se volvió a escuchar una descarga cerrada de disparos y el correr del que hablaba, este se escuchaba por el callejón al lado de la casa de Maeva, se escucharon golpes en la puerta como de una persona que quería entrar, eso lo repitió varias veces, pero sin hablar.

El herido que le pedía ayuda a Semprúm ya no se escuchaba, nuevamente suena la puerta, pero ahora es la voz de papá:

-Señora Eva, Señora Eva, soy Arturo.

-Abran, abran- dijo Maeva.

Entró papá y lo primero que dijo fue:

-Los gomecistas ya se fueron, no hay nadie en la jefatura, recogieron todos los muertos.- Mamá se abrazo a papá y le preguntó por Quine y Juve y papá le contesto:

-Los muchachos están a que Chuba.- y mamá le replicó:

– Y por qué los dejaste allá, sobre todo a Juvenal, ay Dios mío.-

– Y papá le dijo: tranquila que Chuba no los va a dejar salir, pero tuve que dejarlos allá, porque el que vinieran conmigo era más peligroso, deja que se calme la cosa y los buscamos-. Mamá le dijo

-Bueno está bien, Dios los va a proteger.


Los que habían buscado refugio en casa de Maeva al escuchar las palabras de papá se pusieron en movimiento y se retiraron de la casa, solo papá, mamá y mis abuelos empezaron como analizar los acontecimientos y mamá preguntó por el herido que estuvo pidiendo misericordia y el por qué de su tardanza, papa le dijo:

-Ya te digo, sobre ese herido, pero déjame contar y explicar primero esto para que Amable y la Señora Eva sepan bien en lo que estamos.- Así papá en pocas palabras y en voz baja después de decirme que me quitara que esa conversación era asunto de mayores, explicó sobre una comisión con su sobrino político Miguel Neri Tello quien estaba casado en segundas nupcias con Josefina Ríos Castillo sobrina de papá.


Después que papá terminó de contarles a mamá y a mis abuelos sobre la comisión hubo una pequeña discusión entre mamá y papá, en donde ella le decía:

– Dios mío Arturo como se te ocurre, Arquímedes solo tiene quince años y Juvenal, Dios mío solo a vos se te ocurre eso, Juvenal solo tiene trece y vos sabéis lo decido que ese muchacho es, además vos Arturo que me hago yo sin vos, pero velos desde cuándo estaban planeando eso, que no me dijeron nada, deja que los vea los voy a fregar.-

Y así siguió la retahíla de mamá con papá cuando llegaron Quine y Juve y mamá los vio lo único que hizo fue abrazarlos, revisarlos y besarlos por todas partes. Yo estaba esperando que los regañara pero eso no sucedió, de pronto mamá se recordó del herido y le dijo a papá:

– Ajá y lo del herido en el callejón que le pedía ayuda a Semprúm, que sabéis de él, lo vistes.

– Bueno Rosario vos sabéis que yo estaba en casa de mamá y cuando decidí venirme para la casa, no lo hice por la calle Colón, sino me metí por los patios y cruce la calle El Rosario, de la casa de Miguel Neri, a la casa de Cheya, por ahí caí en el callejón en donde conseguí al vecino Armando Angulo haciendo una acción muy peligrosa, sabéis, salía corriendo y se paraba en el centro de la calle Principal, gritando palabras fuertes contra los gomecistas, a la vez que disparaba un revolver 22, de regreso al callejón disparaba de nuevo, al entrar la descarga se dejaba oír, por eso lo llame y le dije que esa gente tenía franco tiradores y le estaban disparando a todo lo que se moviera, así que era mejor que dejara el callejón, menos mal que me hizo caso y nos quitamos de ahí y lo acompañe hasta su casa.

-En eso mama interrumpe aja y el herido ¿qué paso?

– Bueno mujer después de dejar a Angulo, me fui para la casa y me di cuenta que no estabas y supuse que estabas aquí, así que cuando toqué la puerta del fondo hubo una descarga de tiros al lado del callejón y escuche los quejidos de una persona y esos quejidos venían de la calle Colón, por eso dejo de tocar y busque a la persona que se quejaba, cuando lo estaba auxiliando llego Semprún en una camioneta donde se llevo al herido¨, mama lo interrumpe pera darle gracias a Dios porque fue auxiliado, y papa continua diciendo.

-Sabéis Rosario, Semprún me dijo que acaba de llegar de Maracaibo en una lancha y me dijo que la policía está desierta y los muertos están en la barbería, que hay como diecisiete cadáveres apilados unos arriba de otros y en la policía amarrado en una silla un muerto de ellos.

– Mamá solo decía: que la Santísima Trinidad nos acompañe-. Ante estos hechos se comentaba que este tiroteo se había iniciado al dar muerte a un barbero del muelle N°1, así cuenta la historia de que este barbero vivía con una mujer la cual había sido violada por el sujeto que luego de muerto lo habían amarrado a la silla y cuando empiezan a presentarse los rumores de la muerte de Gómez y a perder fuerzas de apoyo los policías, el barbero concubino de la mujer, pensó en vengarse y la noche de los tiros se armó con un revólver y salió a la calle y personas interesadas de que los ánimos se caldearan, empezaron a darle aguardiente, después de un buen rato el barbero se sintió muy tomado regreso a la casa para bañarse, comer y salir de nuevo.

La mujer considerando que podía tener problemas tomo el revólver y lo descargo, este tomó el arma sin revisarla y se va directamente a la policía, por una de las ventanas ve al sujeto que él buscaba, lo llama por su nombre, este se acerca a la ventana, el barbero saca el revólver y hala el gatillo varias veces sin conseguir nada.

El funcionario por instinto de conservación saca el revólver y liquida al barbero, eso fue el inicio de la balacera, ya que, el pueblo reunido en la plaza, muchos de ellos armados y borrachos disparan hacia la policía, la cual recibió la orden de disparar y la descarga inicial de los máuseres fue al aire.

Se decía que si esta descarga no hubiese sido al aire, los muertos serian unos cuantos mas, el total de de muertos por las acciones de ese día se elevaron a 21, de los heridos nunca se supo el número exacto, se hablo de más de 50. Recontando los muertos arrumados en la barbería sumaron 17, y 1 dentro de la policía amarrado de una silla, elevándose a 18, 2 mas, uno de estos en una casucha abandonada del muelle N°2 con heridas de balas, el otro en la calle El Rosario abaleado en la espalda con tiros de máuser, para sumar así a 20 muertos y Pedrito Borjas fue el numero 21, el cual era cuñado de cheya, recuerden que así le decimos a mi prima Briceira Borjas de Borjas.


Pedrito Borjas era operador del cine Internacional de Pazcini, el murió en Maracaibo donde fue llevado el mismo empresario, contaban que el coronel Amaya, obligo a Pazcini ese dia a pasar película a pesar de no tener ninguna entrada, Pedrito después de haber cumplido con su trabajo regresaba a casa de su hermano Noe, esposo de cheya, casa que quedaba en la calle El Rosario, cuando lo sorprendieron los disparos del inicio de la masacre. Pedro estaba armado y empezó a disparar escudado por la esquina de la iglesia, en cada disparo lo hacia de frente por ser derecho (la iglesia lado sur, la jefatura lado norte, en una de estas acciones recibe un tiro de pistola 45, en todo el cuadril, rompiéndole el hueso que forma la cadera, alguien que lo vio caer lo auxilio y el le indico que lo llevara al cine donde Pazcini, quien busco ayuda con la compañía Golf, que después fue la Menegrande, facilitándole transporte por lancha hasta Maracaibo, donde murió a las pocas horas.


Con respecto a la comisión supe después de muchos años la acción que tuvo, la cual fue la siguiente: en el mercado, se enteraron lo que pensaban hacer los gomecistas, pero también los del movimiento sindical y político y una de estas acciones era la de darle a la masa obrera aguardiente, porque la gran mayoría de la gente que se aglomeraba en la plaza tenía que ver con las petroleras, tácticas que los Castillo Romero, es decir, papá, su hermano y sobrinos, no les pareció por lo que por su propia cuenta formaron un pequeño grupo de doce personas, armados con siete revólveres y cinco escopetas, capitaneados por Miguel Neri, al iniciarse los tiros los cuales no se esperaban tan pronto, decidieron atacar para evitar que los de Gómez salieran a ocupar posiciones estratégicas fuera de la jefatura.

En ese momento una camioneta manejada por un español quien era supervisor de la VOC, reconoció a Miguel que iba en el grupo y lo llamo, al enterarse de los que estaban por hacer, se ofreció a ayudar pero cambiando la táctica, la cual consistía en ir a los depósitos de la compañía donde se guardaban los explosivos (dinamitas), que utilizaba la empresa, decía el español ¨con los cartuchos y un tractor podemos dinamitar la jefatura y acabar con ello¨, así el grupo regreso al punto de partida y salieron dos con el español, rumbo al Lucero, por la carretera Oriental entre la L y la M, nomenclatura perteneciente a las vías de la VOC, donde supuestamente estaba la Santa Barbara de la compañía , este era una casita que servía de entrada a un subterráneo, según contaron que dieron con la casita pero estaba vacía, según el español la dinamita había sido sacada por los musius, esto no se supo, es decir nunca se comprobó. Al regresar a la calle Progreso, ya los franco tiradores dominaban el centro y lo mejor fue dispersar al grupo y que cada quien se fuera a su casa. Al saber sobre esta comisión ahora entiendo la reacción de mama cuando papa le conto, porque resulta que papa, quine y juve pertenecían al piquete de los doce hombres.


Por otra parte el jefe civil obligo ese día a Pezcini a pasar película, este a su vez obligo a Pedro Borjas quien trabajaba en el cine, a tener la sala del cine abierta a pesar de no tener entrada, este ultimo cumplió por pocas horas la orden de su jefe, pero al cabo de un rato el convenció a Pezcini y de manera decidida cerro el cine y cuando regresaba a casa de su hermano Noé, esposo de mi prima, quien vivía en la calle El Rosario, lo sorprendieron los disparos del inicio de la masacre, el estaba armado y empezó a disparar escudado por la esquina de la iglesia, en cada disparo lo hacía de frente por ser derecho, ya que esta se encontraba al lado sur y la jefatura al lado norte, pero lamentablemente en una de estas recibe un tiro de pistolas 45 en todo el cuadril, rompiéndole el hueso que forma la cadera, alguien que lo vio caer lo auxilio y el le indico que lo llevara al cine que ahí estaba el dueño, así lo hicieron y este le busco ayuda con la compañía La Golf, que luego fue la Empresa Menegrande, facilitándole transporte por lancha hasta Maracaibo, donde murió a las pocas horas.

Según los médicos, la herida producida por la bala de calibre 45, fracturo el hueso quedando astilladas filosas y por el mal manejo del paciente, le cercenaron la arteria femoral produciéndole la muerte, este fue el caso mas investigado y lo de la pistola 45, era la de acusar a uno de los coroneles para enjuiciarlo, esto no prospero y se quedo en puro bla bla, y una vez mas el pueblo de Cabimas esperaba justicia.


Tras estos hechos, las cosas comenzaron a cambiar, entre eso lo sucedido a la mañana siguiente cuando una poblada enardecida empezaron a tumbar de su pedestal la estatua de Juan Vicente Gómez y a saquear la casa del coronel Troconiz, esta casa estaba donde hoy está la calle del hambre, ante este desorden se organizo una junta comandada por Leopoldo Borrego, quien era coronel de montanera, cuando incursionaron la gente del Mocho Hernández, el cual se había quedo en Cabimas tras ser herido, quien se caso y practico la medicina junto con Amílcar Delgado ambos en forma positiva, así ayudando a la Cabimas de esa época.

Ángel Eduardo Perozo, Regulo Clavel, Esteban Prieto, todos cabimeros a los cuales se le unieron lideres activos del movimiento sindical. Lo primero que hicieron fue ir a la tienda de Américo Abreu, negocio que llevaba por nombre La Conquista, la cual quedaba frente a la casa de mis abuelos maternos, allí armaron a más de cincuenta hombres con machetes, formando así una policía improvisada que duro apenas unos días, pues el gobierno de Eleazar López Contreras envió fuerzas del Estado Falcón a Maracaibo y de Maracaibo pasaron a Cabimas, eliminando de paso la junta y con esto la policía provisional, tomando el ejercito a Cabimas.


En Lagunillas, según noticias hubo varios linchamiento, cuentan que echaron vivos al quemador del matadero de la región, a quienes llamaban ¨los mosquitos¨, personas estas que eran colaboradores y policías, estas acciones y las de meses atrás habían sucedido con el caso de Gardel, se las achacaron a trabajadores petroleros, en particular a margariteños, eso flotaba en el ambiente de la zona petrolera y con mas fuerza en en centro de Cabimas, estos rumores como era de esperarse alarmaron a las familias. Muchas nativas ya se habían casado con gente de la isla.


El gobierno empezó a apretar, manteniendo a la policía acompañada siempre por soldados de la calle. El pueblo vio con asombro como los trabajadores petroleros sin hacerle caso alguno al gobierno, continuaron con sus reuniones y con la amenaza de accionar con algo nunca visto en Cabimas «La Huelga», se escuchaba decir «hay que ir a la huelga».


En todas partes había nerviosismo, sin embargo y una manera de recuperar la tranquilidad en casa de mis abuelos maternos todas las tardes se reunían a jugar ronda , este juego de baraja se hace con baraja española y haciendo pareja con pabuelo jugaba Leopoldo Borrego, el mismo que había contribuido a que los ánimos de Cabimas se calmaran y era contrincante Maeva, quien hacia llave en el juego con quien estuviera presente o invitado que como cosa curiosa eran activistas que generalmente asistían buscando la opinión o recomendación del veterano Borrego, al cual cariñosamente se le decían «cacaca»; el aconsejaba que las familias se mantuvieron alejadas del centro por un tiempo, mientras durara este pugilato que pareciera estar ganando el gobierno, la actuación del ejercito así lo demostraba, una tropa disciplinada que más bien parecían mercenarios que quisieran ganarse la paga, haciendo bien su trabajo o soldados de carrera.


En esas tardes se comentaba que los guardabosques automáticamente habían desaparecido, y que a muchos habían incriminado por el daño que en forma criminal habían hecho y estaban haciendo con los bosques, sin embargo el pueblo consiente que ellos solo seguían ordenes o simplemente hacían valer la ley que lejos de favorecer el ambiente favorecía a las compañías petroleras, los apoyaron sobre todos los que eran padres de familia.


Definitivamente todas las cosas que ahí se hablaban y las cuales escuchaba con mucho detenimiento me hacía pensar que Venezuela si seguía así quedaría como un desierto, es cierto que yo tenía muy corta edad pero me daba cuenta del mal que se le estaba haciendo al ambiente.


Mamá le pidió a papa que la sacara del centro, no quería vivir de nuevo los tiros de los Gómez, por eso salimos a vivir en una casa alquilada por mi tía materna Delia, llamada cariñosamente lela, quien estaba casada con Oscar Castro Fereira, activista de la organización Obreros del Bien, esta casa estaba ubicada frente a la plaza de la Cruz de Ambrosio a orillas de la playa; sin embargo los rumores llegaban como si estuviéramos viviendo en el centro.

Selección de Memorias de un cabimero (1994), de Eudomario Castillo Clavel.

Edición: Marianela Castillo, Rafael Sulbarán Castillo.

Foto: Archivo de Fotografía Urbana.

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