Estrenamos nuestro podcast. Aquí tenemos Pluma Volátil Radio, un nuevo producto donde presentaremos piezas en audio, esas crónicas que tanto les han gustado, pero ahora en sus oídos. Delen play y preparen sus sentidos
Por: Rafael David Sulbarán. Periodista.
Adicto al celu. Canta Cerati en karaoke
Hace menos de un año yo nunca había pisado un avión en mi vida. Claro, obviamente esto significaba que mi visita a los aeropuertos era casi nula. Si había ido a varios, entre ellos el de Mérida, el de Barquisimeto, Coro y por supuesto el de Maracaibo. Pero por cosas de la vida, cuando las cosas cambian de repente, en los últimos 8 meses me he montado ya unas 15 veces en un pájaro del aire y mi visita a los aeropuertos ahora incluye El Dorado de Bogotá, Las Américas de Santo Domingo y Ezeiza en Buenos Aires…y bueno Maiquetía.
Por cosas de trabajo, me tocó ir a Buenos Aires, Argentina en el mes de mayo. Fue una gran aventura hallar pasaje en la Venezuela de hoy y se podrán imaginar el proceso para poder financiar el viaje con los billetes verdes….pero bueno, cuadré finalmente todo y se me dio…o se me estaba dando el viaje.
Mi aventura comenzó el sábado 2 de mayo. A las 8 de la noche salí del terminal de Cabimas en un bus expreso donde viajaban jovenes soldados que montaron una rumba en la vía discutiendo las incidencias de la pelea entre Floyd Mayweather y Manny Pacquiao. Mi guerrero pantalón Hang Ten portaba, junto a la muy cómoda playera blanca Puma y mis legendarias Addidas blancas. Ese era mi atuendo…cómodo para viajar. No sabía que me lo iba a quitar días después. Encima llevaba un swater enchivado Adidas que me queda grande, pero me sirvió de cobija. Mi morral negro de la Juventus una vez me acompañaba.
El plan era este: Llegar a Caracas temprano, tal vez buscar un hotel y dormir unas horas ya que mi vuelo, el número 5000 de la línea aérea venezolana Conviasa, partiría a la capital argentina a las 6:00 de la tarde. Pero cuando llegué a La Bandera, decidí lanzarme así de una al aeropuerto. Total, lo que tenía que esperar en la terminal eran unas horas.
A Maiquetía llegué a las 9:30 aproximadamente. Desayuné y luego me fui a instalar en el área de la comida del terminal internacional. Puse a cargar el teléfono y la computadora mientras veía a una pareja de chinitos comerse todo lo que ofrecían los puestos de comida rápida. Me entretuve con algunas bellezas argentinas, que asumí iban en el mismo vuelo que yo. Eran las 12:00. Seguía esperando. Por supuesto ya había hecho el chequeo en Conviasa. Tuve que guardar mi vaso térmico en la maleta grande. La chica me dijo que a las 4:00 pm. debía estar ya en la sala de espera.
Seguí esperando. Me comí un pansote en Subway frío. La gente arrasa con el local. No había punto de venta. Tenía poco efectivo y los cajeros del aeropuerto estaban como los «mercales» del país, sin nada. Bueno, luego de hablar con mi madre, donde le decía: «Mamá estoy cansado, y lo que falta es verga, porque yo vendría durmiendo en una cama es el lunes en la tarde cuando llegué al hotel en Argentina», al menos eso creía. Es que el avión arribaría a Buenos Aires a las 2:30 de la mañana. Pensaba quedarme vagueando por el aeropuerto y luego dar un paseo por la ciudad, ya que el ingreso al hotel era a las 3:00 pm…qué molleja.
Total que decidí ya pasar por el registro de inmigración. Una larga cola hice. Una larga cola llena de despedidas, de llanto para algunos, de alegría por unas vacaciones, de esperanza por un nuevo horizonte…en mi caso estaba lleno de expectativas por esta nueva experiencia de asistir a un curso internacional (¿se fijan hasta dónde ha ido Pluma Volátil?). Casi una hora estuve allí y bueno…finalmente entré al terminal internacional.
Buscaba una franela de la Vinotinto…no conseguí nada. Una gorra tampoco. Pero bueno, tenía casi tres horas para vaguear por los pasillos y ver los aviones, cargar el celular de nuevo, pelar bolas y pensar en abordar por fin el avión y dormir un rato. Vaina me esperaban siete horas de vuelo. Nunca había estado tanto en un avión. Se acercaba la hora y me arrimé a la puerta de embarque número 15. Me tiré en el suelo. Faltaba como media hora y me puse a hablar con un señor que igualmente estaba sentado en el suelo frío. El tipo trabajaba en un restaurante en Caracas. Iba a visitar a sus hijos que emigraron a Argentina. Estaba emocionado porque iba a cuidar a su nieto.
Se hizo la hora. Había un rumor de retraso. El señor Jorge me había comentado. Yo pensé que era hasta beneficioso un retraso de unas horas, para que así pudiera llegar más tarde a Buenos Aires. Pasó media hora, a eso de las 7:00 se alborotó la cosa. Salió una gerente de la empresa Conviasa a dar una información: nos mató.
Pues la empresa así arbitrariamente nos informó que el vuelo había sido suspendido, cancelado para el día martes. Así de sencillo, sin derecho a pataleo, a reclamo ni nada. La razón que exponían era que las cenizas del volcán chileno Calbuco, que hizo erupción semanas atrás, afectaban la atmósfera del aeropuerto de la capital del tango. Se podrán imaginar el parampampán que se armó. Yo claramente molesto me tomé las cosas con calma. Mientras veía los reclamos de los casi 300 pasajeros que intentábamos viajar, todo eso me parecía una película. Taaanto esfuerzo para adquirir el boleto y reunir todo para el viaje y vienen estos irresponsables a jodernos todo.
Nos pusimos bravos. Un nutrido grupo de argentinos que regresaban de sus vacaciones en Margarita hacian mucho ruido, con sus cantos tipo futboleros. Yo creo que armamos una de las protestas más sonoras de toda la historia del Aeropuerto Internacional Simón Bolívar. No podíamos concebir que se cancelara el vuelo así no más, no unas horas…sino DOS DÍAS. en lo particular yo me perdería el inicio del curso, que arrancaba el martes, pero el lunes había una actividad de bienvenida y una cena.
La cama más fría
Como sea debíamos viajar ese día. Algunos decían que nos atravesaramos en la pista. Otros, que trancaramos los vuelos de Conviasa a otros destinos. Eso tratamos de hacer. Nos fuimos marchando tipo protesta política en la Venezuela actual hasta las demás puertas de embarque donde la aerolínea abordaba sin problemas. Bogotá recibía a Conviasa, Ciudad de Panamá, Madrid, La Habana…todas menos Buenos Aires. Lo peor era que la empresa se guindaba que por el tema climático no aterrizaban en Ezeiza, pero revisamos la página oficial del aeropuerto argentino y decía que toooodos los vuelos arribaban con normalidad. Todos menos el nuestro. Bendito sea el señor. Para colmo de males la empresa no se iba a hacer responsables por nosotros ya que el motivo de la suspensión escapaba de sus manos, ya que abordaba el tema climático. Eso era falso, ninguna ceniza ni que nada…y bueno el volcán ese está a más de mil kilómetros del aeropuerto. Puras mentiras.
Entonces quedamos allí sin atenciones más de 100 personas. Muchos argentinos que no tenían ni un bolívar para pagar un hotel y varios como yo, que no vivimos en Caracas y no deseábamos arriesgarnos la vida y lanzarnos a esa hora a buscar un hotel.
Yo no pretendía rendirme fácilmente. Nos quedamos allí haciendo ruido, peleando, grabando, molestando. Yo prácticamente documenté todo. Grabé muchas cosas y por eso estoy haciendo este reportaje, gracias al apoyo de ese material.
Pero bueno, no hubo más remedio. Luego de unas cuatro horas de pelea, la cosa se enfrió. Igual que el piso y las paredes. ¿Cuál era el plan entonces? Hacerle presión a la compañía para que nos buscara un avión, así sea un charter. Tenía un poco de hambre. Cargaba poco efectivo, así que suplí de unas papitas de la máquina de chucherías. Aún me quedaban algunas galletas de esas Quaker más buenas que el cooo.
Entonces a echar cuentos pues…a conocer gente desconocida, a pasar un reporte de los hechos a El Pitazo (para quienes trabajo en Venezuela). Luego de hablar y hablar, ver a algunos colegas de viaje tomarse una botella de ron, decidí acostarme. ¿Dónde? En el piso. Me estiré colocando mi cabeza encima de mi morral teniendo como espaldar la pared y el vidrio grande que deja ver toda la pista. En el fondo los aviones…si tan solo pudiéramos abordar uno dejaría de estar tan incómodo.
Logré conciliar el sueño. Fueron dos horas. A las 4:00 de la mañana el ruido de algunos compañeros de ruta me despertó. Seguían las protestas. Pero todo fue en vano. Por más reclamos que hacíamos ante el INAC, cada hora veíamos más lejos nuestra partida.
Conviasa ofreció ese día unos supuestos 30 asientos que había cedido Aerolíneas Argentinas. Decidieron darle prioridad a los ciudadanos argentinos y a personas que viajaran con ancianos y niños. Al final todo fue un engaño más. No se imagina la frustración que sentí al ver regresarse al grupo de argentinos, la señora Zulma con su amiga Olga el pana Patricio y su amigo (no recuerdo su nombre), con esos ojos llorosos de rabia. No se imaginan la pena que sentí con ellos al ver que fueron engañados y que estaban viviendo en carne propia la realidad venezolana. «Tranquilos, no son ustedes, Venezuela y su gente son un gran país. Los culpables de esto y los que no sirven son quienes los gobiernan», decía la señora Zulma.
Allí se acababan las esperanzas de irnos el lunes. Una señora decía: «Dios mío, voy a perder mi reserva del hotel, y el plan turístico que pagué»…mientras yo pensaba: «Señora, yo voy a perder mi curso, ese en donde quedé seleccionado con apenas 10 más de todo el continente. Eso sí sería perder algo allí». Es que de pana tu puedes viajar como turista a Argentina y volver las veces que quieras, ¿pero quien me iba a devolver mi curso? La FNPI no iba a parar la actividad simplemente porque un miembro del equipo estaba varado en medio del caos socialista. Aunque claro, yo me comuniqué con los organizadores y me dieron toda su solidaridad y apoyo desde Cartagena y Buenos Aires.
Encima de Cruz Diez
La famosa obra de Carlos Cruz Diez, ese piso multicolor del área internacional del aeropuerto fue nuestra segunda cama. Esta vez dormí como una hora. Al despertar los presentes me dijeron que cargaba un concierto de ronquidos. El cansancio era extremo, pero había demasiado frío y ruido.
Tuvimos que abandonar el terminal el día anterior, anular nuestra salida en el pasaporte y regresar a los mostradores como si acabásemos de llegar. Nos iban a atender a las 4:00 de la mañana, para hacer de nuevo el chequeo. A las 6:00 salió Jesús, ese empleado de Conviasa que el día anterior me dijo: «Su avión es ese blanco que está allí», señalando a un Boeing que tiene la empresa. El vuelo estaba pautado para el martes a las 10:00 de la mañana, pero Jesús se encargó de hacernos molestar de nuevo.
«El vuelo está retrasado y lo reprogramamos para las 4:00 de la tarde. El avión que estaba para ustedes, tuvo que ser enviado a Cuba». Otra vez a pelear. Casi nos comemos al pobre Jesús que al fin y al cabo es un empleado más. Era increíble. En ese momento dije que ya no iba a viajar. De alguna forma cada minuto se alejaba más Argentina.
Lo presionamos para que nos hiciera el chequeo y fue tanta que hasta desayuno y almuerzo le sacamos. Claro, allí no era un «problema climático» sino ya responsabilidad directa de la empresa.
Entramos de nuevo al terminal internacional con el pasaporte nuevamente chequeado y nuestras maletas nuevamente facturadas. A esperar por lo menos 5 horas. Rumores de pasillos nos alertaron: «Ese vuelo no va a salir». Ni siquiera estaba en pantalla. Y empezamos a pelear de nuevo. Ya me sentía Tom Hanks en «La terminal» secuestrado allí, pero menos mal que no estaba solo. Exigíamos la presencia de empleados de la aerolínea. No nos paraban. Al raaaato llegaron el administrador y la jefa de recursos humanos. Ellos nos querían explicar cómo iba a ser el proceso del almuerzo y nosotros nos lo queríamos comer…queríamos era irnos de allí ya.
Empezaron a voltear sillas. Eso hizo catarsis y apareció el director del aeropuerto. «Coño me van a destrozar el terminal», decía el GB Luis Gustavo Graterol. Esta acción permitió que a los 15 minutos apareciera Alfonzo Ortiz, vicepresidente de Conviasa que llegó con promesas…al menos algunas se cumplieron.
Ortiz informó que nuestro avión vendría desde Madrid y arrancaríamos a las 9:00 de la noche. Otro retraso más, pero nos calmó diciéndonos que nuestro boleto sería «reembolsado en su totalidad por las molestias causadas, como una manera de compensar».
Al fin nos calmamos. Muchos fuimos a arruinar a Subway cortesía de Conviasa y otros se relajaron tomando ron y escuchando musiquita antes de irnos. El avión un Airbus A-330 que alquilan a la empresa de Malasia Air Asia, arribó a las 7:30 de la noche. Fue un total despelote abordarlo. parecíamos vacas en un potrero, todo un mollejero para entrar, pero abordamos el avión. Algunos del otro vuelo a Buenos Aires (el que estaba pautado originalmente para ese martes, entraron con nosotros). Entonces esa aeronave con tripluación asiática parecía un bus de Ruta 6 de Maracaibo…estaba full y de paso era súper incómodo, los asientos apenas se medio movían hacia atrás.
Al lado me tocaron dos chicas bailarinas del teresa Carreño. Una de ellas me dice: «Increíble, nosotras estamos en Maiquetía desde las 9:00 de la mañana, el vuelo tiene más de 4 horas de retraso»…a mi me iba a dar un infarto cuando escuché eso. le dije: «Chama, yo estoy en Maiquetía desde el lunes…¿oíste? desde el LUNES», a la que le iba a dar el infarto era a ella.
Pero bueno se acabó la pesadilla el vuelo slió a las 10:30 pm. Arribé a Buenos Aires a las 7:00 am y asistí al curso, ese que me permitió producir la pieza de audio que encabeza esta crónica. Se acabó el entrar al baño a echarme desodorante y agua ustedes saben dónde. Se acabó dormir en el piso. Se acabó pasar pena delante de gente extranjera. Se acabaron las más de 60 horas con la misma ropa, se acabaron las peleas con una empresa que está en quiebra, que ha dejado a miles de pasajeros varados en medio de esta crisis, que debe el alquiler del avión asiático, que se está quedando sin triplulación porque otras aerolíneas ofrecen 4 veces un mejor sueldo.
Conviasa muestra una evidente desorganización y tiene serios problemas económicos. Esa es la razón principal para la cancelación de tantos vuelos como el mío. No tienen pilotos, muchos están emigrando a otras empresas por fallas en los pagos…se están quedando sin personal.
La tasa de impuestos en Ezeiza no la habían cancelado, quizá no tenían el permiso necesario para aterrizar. El avión, por cierto, bastante incómodo, sería parado esta semana si no cancelaban el alquiler…total: Conviasa está en problemas.
Y claro, la historia se sigue repitiendo. Ese día quedaron varadas 60 personas que no se pudieron montar en nuestro avión, tuvieron que abordar uno el viernes. En estos días en un vuelo hacia Margarita y otros destinos unas 200 personas también se quedaron con los crespos hechos…el desastre continúa, así que no se ha acabado nada.
Luego les echo el cuento de mi aventura en Buenos Aires.
Aquí les dejo sus comentarios de otras situaciones engorrosas en aeropuertos:
Audio producido para el Taller de Radio con Daniel Alarcón y Martina Castro en Buenos Aires, Argentina. Mayo 2015. La FNPI fue el organizador.
Texto redactado entre el 5 y el 7 de julio de 2015
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Querido Rafael, una vez más debo felicitarte, leí dos veces la crónica y con cada palabra. Cada frase me parecía estar viviendo nuevamente esa odisea del vuelo 5000 de conviasa.
Hoy creó que debo agradecer a conviasa el eco de que nos hiciera sufrir ese retraso, ya que de no haber ocurrido, hoy no tendría como amigos a la maravillosa gente que forma el grupo de whatsapp JODIDOS POR CONVIASA. Gracias nuevamente y muchos éxitos en tu carrera de periodista.
Muchas gracias por leernos Sra. Zulma…esas aventuras de nuestro editor han traído grandes amistades. Un abrazo.
Wow Rafa leí todo que increíble es esto que te paso y que le sigue pasando a muchas personas mas, quede sin palabras. (0.0)
Wendy, muchas gracias por leer las grandes aventuras periodísticas de nuestro editor. Un abrazo grande.