Sembraron terror en las mujeres indígenas
Mujeres operadas contra su voluntad o bajo engaños entre 1996 y 1997, durante el régimen de Fujimori, superan el miedo y narran por primera vez cómo es que los médicos y enfermeros de la posta del Ministerio de Salud las amenazaban con enviarlas a la cárcel si no se dejaban ligar las trompas
Por: Melissa Goytizolo. Periodista.
Dario La República de Perú
Las escogieron porque eran analfabetas, quechuahablantes y pobres. Quienes planificaron desde Lima las esterilizaciones compulsivas, las ligaduras de trompas bajo engaños, las intervenciones quirúrgicas masivas, creían que esas mujeres, residentes a más de 3 mil 600 metros sobre el nivel del mar, en el corazón de los Andes, como las campesinas de Colquepata, callarían para siempre por miedo, vergüenza u olvido. Se equivocaron.
Entre 1996 y 1997, los servidores del Ministerio de Salud, asentados en la posta de Colquepata, cumplieron con su faena. Aplicaron distintos métodos para atrapar a sus víctimas. Crueles mentiras, amenazas cotidianas y hasta el encierro. Según un registro local, 64 mujeres fueron esterilizadas contra su voluntad en Colquepata, un distrito de la provincia de Paucartambo, en el departamento de Cusco, durante el régimen de Alberto Fujimori.
Casi veinte años después, algunas de las 64 víctimas, luego de vencer el temor a las represalias y a la vergüenza de ser señaladas –sus esposos o sus familias las despreciaban–, decidieron contar por primera vez lo que les sucedió a La República. Y están dispuestas a narrar los hechos ante las autoridades.
Dominga Pinchi Huamán, de la comunidad de Tocra, fue intervenida quirúrgicamente contra su voluntad en 1996, en la posta de Colquepata. Entonces, ella tenía 37 años. Dijo:
Seis veces vinieron (los doctores y los enfermeros a) mi casa, y a las casas de las mujeres de mi comunidad, para convencernos de ligarnos. Mi esposo no quería. Un día los enfermeros Alicia y Peter llegaron a la comunidad y habían juntado a varias mujeres. Me preguntaron cuántos hijos tenía. Les dije: ‘Tengo 3 varones y 3 mujeres’. Me respondieron: ‘¡Tantos hijos tienes! Sube, sube, sube, al carro, sube de una vez! En el carro había como nueve mujeres. En el carro nos decían que eran órdenes del gobierno, que no podíamos tener tantos hijos. Nosotras nos defendíamos diciendo que no queríamos ligarnos, que no importaba el número de hijos, que qué tenía de malo tener tantos hijos. Nos decían que si no queríamos, íbamos a ir a la cárcel. Nos dijeron que solo podíamos tener dos hijos, como máximo, que esa la orden del gobierno de Fujimori. Me llevaron a la posta de Colquepata y escapé con otra señora más. Corrí y corrí hasta llegar a Colpamayo, donde dos policías me atraparon porque mi ojota se había roto y no podía correr. Me jalaron fuerte de los brazos y me llevaron de vuelta. Me llevaron a la sala de la posta y me pusieron inyección como seis veces en el brazo. Yo pataleaba en la camilla. Había muchas mujeres sobre un plástico en el suelo. A las cuatro de la tarde me durmieron, y a la medianoche desperté. Cuando desperté estaba en el suelo temblando. No podía vestirme por el dolor. Cuando llegué a mi casa, mi esposo me botó. ‘¿Por qué te has dejado?’, me gritó. Desde entonces nada me da. Ni plata me da.
La advertencia de que si no se sometían a la ligadura de trompas irían directamente a la cárcel no fue algo que solo le ocurrió a Dominga Pinchi. Otras mujeres ofrecieron testimonios similares, lo que indica que la política del miedo se desplegó como cobertura para las esterilizaciones compulsivas.
Engaños y mentiras
Toribia Suna Ttito, de la comunidad de Tocra, quien contaba con 30 años de edad cuando la intervinieron sin su consentimiento, dijo:
Han ido a mi casa y me han dicho: ‘¿Por qué tienes más hijos? El gobierno no tiene más plata para ustedes que producen más hijos. Si no te haces ligar, tu esposo va a ir a la cárcel. Es la ley del gobierno. Tienes que obedecer. Los que fueron a mi casa fueron la enfermera Alicia, enfermeros Peter y Hernán Puma. Mañana, tarde y noche iban los enfermeros a mi casa insistiendo para la ligadura. También iban a las casas de las demás mujeres de mi comunidad, obligándolas. Algunas se escaparon. Venían casa por casa. Más que todo en la noche venían por nosotras porque en el día todas trabajaban en la chacra, nos decían que si no íbamos a la posta nos iban a llevar con la Policía. Por miedo acepté. Cuando llegué a la posta de Colquepata éramos como 30 mujeres. Nos encerraron en un cuartito. Todas estábamos en el suelo. Me pusieron anestesia, sentí un hincón en la barriga y soñé que me estaba yendo al cielo. He visto flores, lloraba. Había policías que cuidaban la posta para que no nos escapáramos. Hasta ahora me duele la parte de la barriga donde me operaron.
El engaño fue el instrumento favorito de los perpetradores disfrazados de médicos, enfermeras, técnicos.
Nicasia Quispe Quispe, de la comunidad de Tocra, narra lo que le pasó a los 28 años de edad:
Cuando fui a la posta de Colquepata llevando a mi hijo más pequeño para gestionar su partida de nacimiento, la enfermera Alicia me dijo que yo tenía demasiados hijos. Ya antes me había exigido para ligarme pero me negué. También estaba el enfermero Hernán. ‘Es orden del gobierno’, me decían. Insistían. Finalmente el 20 de agosto de 1996 me mandaron de la posta de Colquepata al Hospital Regional de Salud de Cusco con el carro de la municipalidad. Éramos tres mujeres. Me amarraron las manos y los pies en la camilla con correa. Se oían los gritos de mujeres. Nos regresó el carro del municipio, gratis.
Como una cacería
Las que lograban escabullirse eran buscadas y retenidas por la Policía. Les sucedió a varias de las testigos, como Alejandrina Pacheco Huamán, que había cumplido 30 años cuando ocurrieron los hechos. Dijo Pacheco:
Yo me escapé junto con tres mujeres de mi comunidad trepando el cerco de la posta, pero la Policía me hizo regresar. El policía me decía: ‘¿A dónde estás yendo? Tu esposo va a ir a la cárcel y tú también vas a ir a la cárcel’. Dos policías me cogieron de los brazos como si fuese una ratera, una ladrona. Uno de los policías se llamaba Jorge. Me llevaron a la posta de Colquepata para esterilizarme. Yo estaba con mi niño en los brazos cuando me operaron, me he levantado buscando a mi niño para amamantarlo (estaba con mi niño cuando me ligaron). A los enfermeros Alicia y Peter les escuché decir: ‘Esta nos va a denunciar, entonces de nuevo me pusieron más anestesia. Ahora todo mi cuerpo se está encogiendo, mi esposo me odia porque ya no puedo trabajar.
Los servidores del Ministerio de Salud no tuvieron reparos en cumplir con el mandato del gobierno de Alberto Fujimori sin dudas ni murmuraciones. Ni siquiera respetaron el estado de gestación de las pacientes. Que lo cuente Anastasia Quenaya García, de la comunidad de Orccompujio, intervenida en 1997, a los 25 años de edad:
«Yo estaba embarazada cuando fui a la posta de Colquepata para mi control. Las enfermeras me dijeron que tenía que ligarme de una vez. Yo me negué y me escapé. Me escondí en el mercado. Los policías me siguieron. Pero no me atraparon. Después de dar a luz, fui a la posta para el certificado de nacimiento. Otra vez me insistieron para ligarme. “Si no lo hacemos, se queda aquí uno de tus hijos”, me dijeron los enfermeros Alicia y Hernán. Luego me agarraron para ligarme a la fuerza. Vi como muchas mujeres estaban en el suelo sobre frazadas tiradas. Me pusieron una bata verde y otra vez escapé, pero la Policía me atrapó y me esterilizaron. Al día siguiente, como 10 de las mañana, nos recogieron a todas y nos llevaron en ambulancia a la comunidad. Varias como yo teníamos a nuestros bebes en los brazos. En el camino se malogró la ambulancia y tuvimos que regresarnos a pie, operadas. Así nos trataron».
¿Los perpetradores actuaron por su cuenta? De ninguna manera. Casi todas las entrevistadas por La República en Colquepata coincidieron en señalar que los médicos y los enfermeros alegaban que cumplían con un mandato del gobierno de Fujimori.
¿Lo ocurrido en Colquepata fue un hecho aislado? No. Las esterilizaciones forzadasse hicieron en el periodo 1996 y 1997, tiempo en que también se registraron hechos similares en otras regiones, como Piura, donde La República obtuvo documentos oficiales del Ministerio de Salud en los que se consigna la orden desde Lima para ejecutar campañas de ligaduras masivas.
Las voces de las víctimas de Colquepata se liberan del olvido y ahora se harán escuchar.
Rechazadas por sus propias familias
Todas no paraban de llorar al relatar sus experiencias. Todas hablaban en quechua. Se secaban las lágrimas y seguían relatando lo sucedido como si se tratara de la última oportunidad que les daba la vida para hacerlo. Se miraban las manos. Se tocaban el vientre. Partían el alma.
De acuerdo con el Ministerio Público, en Cusco se han registrado cerca de 2 mil denuncias de esterilizaciones practicadas contra la voluntad de las mujeres, en su mayoría campesinas, analfabetas y quechuahablantes.
No son tratadas igual que todas porque en la cosmovisión andina las mujeres esterilizadas no son útiles si no tienen hijos. Por eso la mayoría de las víctimas fueron abandonadas por sus esposos o parejas. Ellas solas criaron a sus hijos.
Texto cortesía Diario la República de Perú
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Publicado el 11-11-2015
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