Producto de la explotación petrolera
Por el fenómeno de subsidencia el suelo en este campo petrolero se está hundiendo, provocando que las 380 casas se estén partiendo en dos o más partes. La comunidad se ha organizado para exigir reubicación
Por: Rafael David Sulbarán
Basura y una calle sin asfaltado en mucho tiempo, esas dos cosas te saludan una vez que entras a Campo Alegría en Lagunillas. Observas paredes pintadas con avisos de auxilio. También vez casas derrumbadas y tu lista de cosas malas se va poniendo más grande. Una casa en el suelo, en ruinas, al lado de otra que sigue levantada terca ante el paso del tiempo. “Esas casas las tumbaron para que no las invadieran, como quedaron deshabitadas, muchos vivos pretendían adueñarse de ellas. Por eso la empresa decidió tumbar unas cuantas”, comentaba mientras nos daba un paseo por el lugar Oraida Basalo, quien nació en la clínica de Lagunillas Sur, allí mismo en Campo Alegría y tiene toda su vida residiendo en este campo que ya ha perdido esa alegría. “Antes todo era alegría, el club, la clínica, la escuela, el estadio, ahora hay mucha penuria”, expresaba con nostalgia Oraida.
Es que este campo residencial de Petróleos de Venezuela edificado en 1926 está en el abandono, y sus 380 casas se están hundiendo producto de la extracción petrolera que durante 90 años ha dado de comer a todos los venezolanos. También por la falta de mantenimiento. “Recuerdo que mi profesor ciencias nos decía que el petróleo se extraía y había que rellenar el suelo con algo, bueno eso no lo hicieron y hoy estamos pagando las consecuencias”, recordaba Hilda Davalillo, vecina y una de las caras visibles de la comunidad, antes de llegar a la casa de la familia López.
Allí en esa casa nuestras palabras de asombro no se dejaron esperar. La señora Geraldine de López tiene más de 50 años viviendo en esa residencia, esa misma casa que la puede terminar aplastando. La vivienda se está quebrando, sus paredes separando, el piso se está hundiendo. Ya la sala está inhabitable, al igual que el comedor y un baño. Las tres damas que viven allí todas estás acomodadas en un solo cuarto porque les da miedo separarse, además que las otras habitaciones ya están imposibles, tienen el piso hundido y las paredes de lado. “Una noche nos despertaron los crujidos de las paredes y el techo. Pensamos que se nos iba a venir encima, estuvimos muy asustadas”, dijo la señora Geraldine, así con voz bajita, unas palabras llenas de tristeza porque no se quiere ir, pero debe hacerlo por su seguridad, pero no tiene a dónde ir. “No tengo otra casa, no tenemos a donde ir mis hijas y yo”. Ella quedó viuda hace un año, su esposo era jubilado de la industria y le dejó esa casa que desde el mes de enero se ha estado enterrando y partiendo en dos, o en tres.
Comunidad organizada
De las 380 casas hay 13 en estado crítico. Desde principios de este año se ha agudizado la situación. La subsidencia, este fenómeno que afecta a muchos campos y zonas de la Costa oriental del Lago se está tragando a Campo Alegría desde hace décadas, pero nadie ha hecho nada. La zona está casi 10 metros por debajo del nivel del mar y parece que cada día se entierra unos centímetros. Defensa Civil de Lagunillas emitió el pasado 9 de abril un documento donde informa la gravedad del caso y declaró una zona de alto riesgo, inhabitable y que debe ser desalojada de inmediato. Corren peligro las vidas de 1497 personas.
Ante la situación, los vecinos se han unido para combatir a la naturaleza y a la burocracia gubernamental también. La “Comunidad Organizada Campo Alegría Somos Todos”, fue constituida el 4 de abril para realizar todos los trámites que se deba hacer para salvar el campo o la reubicación de las 420 familias afectadas. Oraida, licenciada en comunicación social, es una de sus voceras. También la señora Betty quien es profesora, muy querida por los vecinos.
Han hecho frente a Pdvsa, que a través de la empresa Ducolsa se ha encargado durante años de reubicar a las familias de diferentes zonas como Turiacas, Nueva Lagunillas, Campo Mío, Tasajeras y campos residenciales como el Alegría desde los años 90. “Aquí a todo el mundo han reubicado menos a nosotros. Teníamos alrededor más casas, campos y muchas residencias y negocios aledaños han sido demolidos, hemos quedado aislados”, comentó. Por esta razón la zona es altamente peligrosa, y se suma a esto que casi no hay alumbrado. “Esto ha convertido a nuestro campo en un nido de delincuencia, un basurero, hemos sido invadidos por ratas, animales raros, hay mucho monte porque no se corta y pare de contar”, refirió Oraida con quien se nos hizo bastante difícil hablar antes de nuestro recorrido, ya que las comunicaciones son bastante complicadas allí. La señal de las telefonías es escasa y el internet falla, ya que se han robado los cables y antenas. Definitivamente están aislados.
Muchos no se quieren ir, hay arraigo. Son varias generaciones que han crecido juntas y por eso la idea de la reubicación les hace ruido, pero es necesaria. Sin embargo Ducolsa no se ha expresado oficialmente. La Alcaldía de Lagunillas servirá como un facilitador, un negociador ante Pdvsa que construye cerca de allí, como a unos 10 minutos en carro el complejo habitacional Fabricio Ojeda en el sector El Menito donde hay cientos de apartamentos nuevos para estrenar.
“Quizá nos alojen allí, creo que sería lo correcto, aunque nos gustaría que no nos separarnos como comunidad, quizá que nos den un edificio entero para todos o que nos acomoden en otro lado”, comentaba la joven madre Jennis Carrasco que tampoco tiene a dónde ir y esa casa se le está cayendo encima. “Hace apenas 50 días esta casa estaba completamente normal y hoy se está abriendo, aquí estoy con mi bebé y mi esposo en un solo cuarto ya que tememos que se nos vaya a caer una de las paredes estas de las otras habitaciones, muchas veces dormimos afuera, pero con mucho cuidado porque también pueden robarnos, esto es un caos”, explicó Carrasco.
Todos esperan que la reunión que sostuvieron con el gerente de la región occidental de Ducolsa Tauriko Márquez a principios de mes rinda frutos y finalmente se les dé una respuesta digna, esa solución que es urgente porque mientras los segundos pasan el suelo se va tragando la vida de estas personas.
Texto publicado en El Pitazo el 27 de abril