Una niña de hierro
Desde su nacimiento esta hermosa catirita libró una lucha para estar entre nosotros. Su mamá, la nueva adquisición de Pluma Volátil, nos echa el cuento de toda esa experiencia que hoy nos brinda sonrisas
Por Joseline Tello. Periodista.
Esposa de un casi rock star.
Vivía en Los Haticos
“Es una niña”, nos dijo el ecografista al cuarto mes de gestación. Al parecer todo iba bien con el embarazo, entre preparativos para su llegada y la emoción de tener nuestro primer hijo en común (lo digo así porque ya mi esposo tenía dos niños de su primer matrimonio y yo una niña).
En la semana 30 del embarazo le comento al doctor que mi primera hija nació de 34 semanas y que posiblemente esta también llegaría antes de tiempo, que por favor me colocara la inyección para madurar los pulmones, simplemente tenía esa intuición,
a la cual él me respondió: “Eso no pasará, todos los embarazos son distintos”.
Ya en la semana 32, o sea con 7 meses de embarazo empecé a botar líquido e inmediatamente me hospitalizaron el día 19 de mayo del 2010. De una vez me inyectaron las tres dosis de la susodicha inyección para madurar los pulmones de la bebé. Las contracciones seguían y no paraba de botar líquido y durante la madrugada del 20 de Mayo deciden hacerme la cesárea ya que temían por su vida; cosa que a mí no se atrevían a decirme. A las 4:20 nace en el hospital “Noriega Trigo” de la ciudad de San Francisco la pequeña terremoto de la familia, mi Sarah Isabella.
Apenas me la mostraron por 2 segundos. Vi como la doctora pediatra corría con ella en brazos y mientras se alejaba la doctora que me había practicado la cesárea me decía al oído “Sarah nació con algunos problemas respiratorios”. Le diagnosticarían Síndrome de dificultad respiratoria y fue así como el momento más sublime de mi vida comenzaba a hacerse tempestuoso.
La bebe estuvo 6 horas en una incubadora respirando por sí sola de forma muy acelerada como luchando por no quedarse sin oxigeno. Por fortuna llega el doctor Nerio Fernández, medico anestesiólogo de aquel hospital y quien no estaba de guardia pero fue a visitarme ya que es mi padrino, y al ver la situación inmediatamente se preocupa al punto de alterarse y gritar “¿Por qué la niña no tiene aparatos para respirar?” los médicos contestan que no hay disponibilidad en la Unidad de Cuidados Intensivos para Neonatos. Todo eso yo lo escuchaba desde la habitación donde me recuperaba, para hacer más insoportable mi angustia.
Por suerte, o más bien por “palanca”, se consiguió horas más tarde un puesto para la bebé en esa unidad. Luego de que fui dada de alta, me fui a mi casa sin mi hija recién nacida. No puedo describir el dolor que sentí al dejar ese hospital con mi hija luchando por su vida en cuidados intensivos. Todos los días íbamos a visitarla, viajábamos de Cabimas a San Francisco para estar a las 12 en punto del medio día para ver a nuestra nena; solo dejaban entrar a su papa y a mí por 5 minutos los cuales yo me dedicaba a cantarle mientras veía como sus ojitos se llenaban de lágrimas. Es algo sumamente inexplicable como mi corazón se encogía.
La mayor agonía era cada día al tener que dejarla luchar sola, llegar a casa y ver la cuna vacía, los globos y los regalos de bienvenida que no expresaban ninguna alegría, con la incertidumbre de no saber si Sarita ocuparía su lugar; aferrados a la fe.
Llega el 5to día en la unidad de cuidados intensivos. Mi esposo recibe una llamada a las 6:00 am donde una enfermera, quien siempre estuvo muy atenta a nuestro caso, con voz tímida le dice a mi esposo Johán: “Vente lo antes que puedas, la niña sufrió dos paros respiratorios durante la madrugada y posiblemente no resista el día de hoy”.
Aun me eriza la piel al pensar en la situación que enfrentó Johán en ese instante: le estaban anunciando que lo peor podría pasar, ¿cómo me daría esa terrible noticia?
Me despertó, me dijo que “tenemos que ir al hospital estoy muy preocupado”. A lo que yo respondí: “¿Pero qué te dijeron en esa llamada gordo?”, y respondió “Tu tía Chabela está muy preocupada y quiere que vayamos temprano a ver si hacía falta algo para la niña”. Y así manejó la situación. No le creí pero preferí aferrarme más a la fe. Al llegar al hospital algo increíble había sucedido: Sarita se quitó por si sola el aparato respirador para asombro de todos los doctores, como queriendo decir “mírenme, puedo hacerlo sola, estoy luchando”.
Ese mismo día en el que se pensó que partiría, ella empezó a recuperarse y al día 17 de mayo salió de alta. Aunque tendría que estar sometida un riguroso tratamiento en casa todo era hermoso desde su llegada, lo celebramos mucho. Mis compadres Rofisael, Javier y Jesus (el peluche) al fin pudo tomarse tranquilos las cervezas en su nombre: “ahora si nojoda, ahora si vamos a bebernos las de Sarita, rock and roooll”
Emergencia
Cuando tenía como año y medio, esa glotona se enfermó con algún alimento que ingirió el cual le provoco vómitos consecutivos. Estaba pasando unos días en la casa de mi mama y mientras mi esposo y yo llegábamos desde Cabimas a Maracaibo, mi hermana decide llevarla a un centro asistencial público ya que los vómitos no cesaban. Allí le inyectaron un medicamento llamado “Grabinol” para dicho malestar; nadie sabía que ella era alérgica a esa sustancia.
De regreso Sarita no se veía bien, estaba pálida y su boca morada. Mientras íbamos en el carro yo veía como ella se desvanecía en mis brazos, decidimos inmediatamente correr a un hospital y justo en la entrada del mismo la niña colapsa, se desmaya. Su tés era totalmente morada. Se estaba asfixiando.
Entré corriendo al hospital, pasé por encima de todos los que estaban esperando y una doctora me recibe diciéndome “¿Señora que le pasa?”, solo abrí mis brazos y ella miró a la niña que llevaba sus bracitos abiertos y sus ojos totalmente blancos diciendo “todos a la sala de trauma shock”. La niña no estaba respirando.
Cuando la doctora se dispone a entubarla abriendo su pequeña boca, Sarah inhalo un gran suspiro y empezó a respirar. La inyección que le colocaron para el vómito le cayó mal casi que un veneno letal, allí la trataron y como ya lo había hecho antes se recupero de inmediato y al otro día fue dada de alta.
La pelea más grande
Llena de vida, tremenda, revoltosa e inventora como ella sola, le toca enfrentar a su corta edad una de las batallas más duras de su vida. A los 3 años le diagnosticaron un tumor en su pierna izquierda. Al principio los médicos decían que solo era un quiste sebáceo, pero luego fue creciendo en muy poco tiempo hasta llegar a ser del tamaño de un huevo de gallina.
Volvemos a la lucha con mi pequeña terremoto, esta vez teníamos que dar todo por el todo. Una gran especialista en cirugía infantil, la doctora Nancy Ruz, la vio y nos dijo “tenemos poco tiempo para extraer el tumor”. De allí le hicieron todos los interminables exámenes pertinentes para la operación.
El amor y la desesperación por la salud de nuestra hija nos hizo hacer de todo para conseguir el dinero para la costosa operación, y en un gesto de solidaridad de mucha gente se concretó hacer un concierto en un local de la ciudad que se llamo “Por la Causa” en el que toco la banda “the Rocket Queens” donde su papa toca para recaudar fondos, muchas personas colaboraron tanto con dinero, amor y apoyo; nunca, pero nunca dejaré de agradecerles a todos por tanto. No olvido la entrega en el escenario y las lagrimas de mi esposo al terminar el show.
Una semana antes de ser operada el tumor se le infecto por un pequeño agujero que se le había formado, ese cuerpo extraño estaba buscando por donde salir, así que pasamos una semana con tratamientos de antibióticos, limpieza y mucho cuidado.
Estando todo listo para meterla en el quirófano, vestida con un traje azul y todo, entra el doctor especialista y mira su pierna dirigiéndose a mí me dice: “hoy no la vamos a operar, no podemos abrir la pierna sin saber si aún hay infección o la posibilidad de que sea un tumor maligno, debe hacerle una resonancia y seguir con el tratamiento de antibióticos”.
El mundo se me vino encima, mientras ella muy contenta salió a la sala de espera y gritó “Papiiii hoy no me van a operar, yujuuuuu”.
Llega el día de la resonancia magnética. Recuerdo le dimos la anestesia era un líquido rojo como la cola y al rato ella empezó a decir disparates y a ponerse lenta, mientras mi esposo la cargaba ya que estaba lista para entrar a ese cuarto frio con un enorme aparato que sonaba como si estuvieras en medio de una guerra. El examen duró alrededor de 45 minutos. Ya todo estaba listo, en la resonancia la cual arrojó un resultado parcialmente favorable ya que el tumor estaba encapsulado y podía ser operado.
A la siguiente semana Sarita ahora si estaba lista para ser intervenida luego de los exámenes, resonancias, ecogramas, en fin ya vestida con esa bata azul (de nuevo) la cual ella cuestionó diciendo “Mami las batas para las niñas deben ser de color rosado para que nos veamos más lindas”. Johan y yo le dimos un beso y un fuerte abrazo mientras se la llevaban a pabellón. Hora y media duró la operación, extrajeron una masa de carne negra que parecía tener vida propia, ciertamente era un tumor. Su recuperación fue rápida, al tercer día ya estaba caminando cuando debió esperar al menos 12 días, y a los 2 meses ya jugaba futbol. Apenas si se le nota la cicatriz. Ella juega con sus hermanitos, baila, salta, corre, yo creo que le pusieron una pierna biónica jajajajaja
Pronto se cumplirá un año de toda aquella experiencia que transformo nuestras vidas y unió a la familia y amigos. Hoy en día la guerrerita es tremenda y habla hasta por los codos, ama los gatos, le gusta limpiar y acomodar, quiere ser veterinaria y estrella de rock, es todo un personaje, así es mi Sarita: Mi niña de Hierro. A su corta edad le ha enseñado a la familia y a mucha gente lo que significa luchar para vivir, y que la gracia de Dios es infinita para con sus hijos.
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