La tumba de Pablo

La tumba de Pablo

A la sombra de Medellín


Con el temor que me halara los pies por la noche, me fui hasta Montesacro, el lugar donde reposan los restos del odiado y querido capo colombiano

 


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Rafael David Sulbarán. Jefe editor

 

 

 


 

Mientras escribo este texto, suena a lo lejos un vallenato. No lo logro identificar bien de qué canción se trata, ya que las paredes del hotel sirven como escudo ante el bullicio del centro de la ciudad de Medellín. Sin embargo, mientras observo un partido de beisbol, y con la complicidad del ventilador apagado, logro escuchar  las motos pasar y de fondo la música tradicional colombiana. Los motorizados han sido sinónimo de atracos, de sicariato, y pienso que en la hoy muy moderna capital del departamento de Antioquia, el sonido de estos caballitos con motor deben recordar el terror vivido, el terror sembrado por el «capo» hace dos décadas.

Pablo Emilio Escobar Gaviria es sin duda, un hombre que marcó la historia de Colombia en un antes y un después. Todos conocemos la historia detrás de este hombre que con su archimillonario negocio de tráfico se creía dueño del mundo. Pero hoy, se le puede hasta pisar, y no hablo literalmente. «Quién iba a creer que nunca nadie estuvo por encima de él y hoy lo podemos hasta pisar». Estas palabras las escribió el joven estudiante de periodismo Johan Ríos, durante una conversación por Twitter conmigo. El destino paisa me llevó, por circunstancias que se cruzaron, a visitar «Montesacro» un hermoso cementerio ubicado en el suburbio antioqueño de Itaguí, una zona repleta de industrias, ventas de autos y lamentos que llegan a ese sitio de descanso eterno hermoso y verde que contrasta con la presencia del Río Medellín.

Montesacro

Camino a la estación del extremadamente limpio Metro de Medellín, con mi cámara guindada, una señora morena, trabajadora de una empresa cercana (lo supe porque portaba un elegante uniforme) me alerta sobre la presencia de un grillo en el cuello de mi chemise. – «Oiga mijo, ten cuidado con ese grillo en su cuello»- me dice, haciéndome reaccionar al instante y sentir con mi mano al invasor insecto que viajaba conmigo.

-Gracias señora-. digo yo… 

-Un gusto señor…¿usted no es de aquí?

– No señora, soy de Venezuela.

-Mmm qué bueno, con razón la cámara. Cómo les va con Maduro?

– Muy mal señora, estamos pasando muchas penurias, pero hay que seguir adelante.

Sigo caminando y le pregunto, dónde puedo tomar el metro hacia la Universidad de Antioquia. -«Sígame puess, que yo voy para allá»-, me dijo muy amablemente. Le seguí los pasos y en el camino charlamos sobre la situación de Venezuela y el progreso colombiano. –«Imagínese, cuando estaba Carlos Andrés Pérez y los demás, todos los colombianos queríamos irnos para allá, eran un país modelo»-, me comentó mientras atravesábamos un puente para llegar a la referida estación.

– ¿Y usted qué hace por aquí?, dice la señora.

– Vine al Festival Iberoamericano de Periodismo.

– Ahh es que usted es periodista…dura la carrera en Venezuela.

Llegamos a la única cola que he podido observar en Colombia: las de las estaciones del metro. Hay un fresco sabroso, como ese vientico que se siente en los días friítos de Caracas. La gente me observa. Un muchacho alto con lentes de pasta, barba y un bolso cruzado, con una cámara guindada, no pasa desapercibido por la ciudad.

– ¿Cuánto cuesta un alquiler de una pieza por acá?- Le pregunto, al escucharme, me lanza una mirada como de miedo a que se fueran a dar cuenta de que yo no era de ese sitio.

– Esta es una zona muy buena, hay muchas industrias cerca y muy buenos departamentos. Un alquiler puede estar entre los 800 mil pesos hasta 1 millón. – Envigado es un municipio aledaño al área metropolitana de Medellín.

Mientras me cuenta, se me acerca más, como para que no escuchen los demás.

– «Oiga, tenga cuidado, no ande diciendo por allí que es turista.

– No se preocupe señora. Esto es Envigado ¿por aquí vivía Pablo Escobar?

Al oír esa pregunta, la señora tembló…reaccionó como si le hubiese movido un amargo recuerdo, le nombré a alguien indeseado, le removí un pesado pensamiento.

– Pablo Escobar vivía en todos lados. Pero si, tenía varias propiedades por acá.

Dos chicas escucharon mi pregunta. Temblaron.

– ¿Dónde queda la tumba de Pablo Escobar?- Pregunté sin pensarlo, sin tener piedad con esas mujeres, que deseaban que la vendedora despachara rápidamente los tickets y salir corriendo hacia el tren. Sin embargo con la hospitalidad paisa, la señora me respondió en voz baja:

-Estamos cerca. Bájate en las próximas dos estaciones. ¿Cierto nena?-  Pregunta levantando la cabeza consultando con la hermosa chica que tenía adelante.

– No señor, tiene que bajarse en la estación de Sabaneta.- Me respondió la hermosa catira.

– OK, muchas gracias. (mientras en mi mente cambio totalmente mi itinerario y la curiosidad periodística se enciende)

-Tenga cuidado, no es una zona peligrosa, pero guarde la cámara.

– ¿Y puedo tomar fotos?

– Trate de que no se den cuenta que es extranjero. Pero allá en la tumba si le dicen algo, demuestre que es periodista. A él lo visitan muchos de ustedes.- Expresó la señora, evitando pronunciar el nombre del capo más famoso de la historia.

Me enrumbo hacia la estación finalmente. Cámara en cuello, saco fotos a la muy bonita estación. Arriba el vagón y lo abordo. Ni dos minutos de viaje. Llego a Sabaneta y me hace recordar la famosa zona y ex cárcel de Maracaibo, cuna de grandiosos pranes. Irónicamente, en el corto horizonte, se encuentra el cementerio de un súper pran, un súper capo de la droga.

En Medellín debe haber más de un millón de policías. En cada estación del metro hay más de uno. Dan sensación de seguridad. Me le acerco y le pregunto cómo hago para llegar hacia el cementerio.

-¿Montesacro? Fíjese es bajando por este puente, allí sigue derecho y al final cruza a la izquierda. Ve aquellos árboles grandes, son unos pinos, allí está el cementerio.

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Estación Sabaneta. Metro de Medellín.

– Ok muy bien chamo, gracias. ¿Aquí entre nos sabes dónde está la tumba de Pablo Escobar? Le pregunto en voz baja.

-Sí señor, es fácil. Usted sube por las escalera y agarra hacia mano izquierda. Fíjese en el apellido y eso. Allí verá la lápida.

– Muchas gracias señor.- Y le doy la mano.

Camino unas 3 cuadras luego de bajar el puente, donde me acababa de dar cuenta que existe un ascensor en las estaciones del metro. Cruzo la avenida y observo en la entrada, a mi derecha, los tradicionales vendedores de flores que adornan las entradas de los cementerios. Este no es cualquier cementerio. Un bonito letrero en la entrada me saluda. «Montesacro» está en una colina llena de colinas, tumbas frescas, aves hermosas que no sé el nombre, gente rica olvidada, una enorme capilla, laderas, escaleras angostas, gente que va a despejar la mente, gente que vende helados, que limpia las tumbas…y la familia Escobar.

Medellín debe tener más de un millón de escaleras. En Plaza Mayor, en cada estación de metro, en los barrios, en el Pueblo Paisa y en el cDSC00706ementerio.  Muchos escalones. Jadeando, observo a mi derecha par de jóvenes uno de 25 años y otro de 12. Me les acerco.

-Pana, buenas tardes, ¿sabes dónde queda la tumba de Pablo Escobar?.

El de 25 años tembló. Volteó la cara. -Yo no sé señor. También la estoy buscando y no la he encontrado.

– El policía del metro me dijo que es entrando, se toma por el lado izquierdo.

– Pues no sé. Preguntémosle a alguien que trabaje aquí.- Al decir esto, miró al otro joven, un cruce de miradas raro, de esos que te dicen que la cosa puede que no esté bien. Y yo pensé entonces que quizá estos dos son vigilantes que están pendientes de los turistas que vienen a molestar con sus preguntas, a los cuales engañan diciéndoles que ellos buscan la tumba, y se los llevan secuestrados como en los mejores tiempos del capo colombiano. Caminamos hacia la derecha…no vemos nada. Solo nombres anónimos. Seguimos caminando, les pregunté sobre la influencia de Pablo. Me contestaron que no lo conocieron. Les dije que era periodista. Les insisto que es a la izquierda. Me hacen caso. Cerca está un señor de mantenimiento. El joven de 25 se le acerca y le pregunta. –«Pues hombre, por allí a la izquierda, por ese sendero donde va aquel señor de camisa gris, allí mismo abajo». – Muy bien señor, muchas gracias- digo yo. Seguimos el sendero…cuando estamos cerca, el joven menor se ríe a carcajadas y dice: – Hombe, pero si el de gris es mi papá». Y yo pensé, – Bueno… ahora si me secuestraron.

– Papá, papá mira un periodista venezolano.- Me asusté, pero al ver la cara de los señores me tranquilicé.

– Es un periodista que vino a ver la tumba de Pablo, como nosotros.-

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Todos íbamos a lo mismo. Ver la tumba. Nadie iba a secuestrar a nadie.

Un mausoleo, con una edificación grandiosa, llena de oro, pertenencias valiosas, santos bien vestidos, y lujos innecesarios, no forman parte de la pieza donde descansa Pablo Emilio Escobar. En el espacio reina el verde. Las placas son verdes con letras doradas. Pablo tiene tres claveles rojos, su flor favorita. Al lado, su hermano Luis Fernando Escobar Gaviria, fallecido en 1979. A la derecha les acompaña Teresa Vergara Castaño, la «nana»que crió a los hijos Escobar. En el centro la señora Hermilda Gaviria de Escobar, madre de Pablo, quien dejó este mundo en 2006. Álvaro de Jesús Agudelo alias «Limón»quien muriera junto a Pablo en el famoso asalto de aquel 2 de diciembre de 1993. Juan Manuel Escobar, tío paterno del patrón fallecido en 1998 también los acompaña junto al señor Abel de Jesús Escobar, que partió de este mundo en 2001, padre de Pablo completan el mausoleo, sencillo, pero muy famoso, lleno de misterio, de mística para muchos. Estos nombres reposan bajo la sombra de unos pinos, unos cinco, aquellos que se ven desde Sabaneta

Un fiel cuidador

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Federico Arrollave.

«Acá llegan muchas personas y se llevan las piedras». Estas palabras las pronunció Federico Arrollave, un vendedor de helados, de 65 años, quien se encarga de la limpieza y el mantenimiento de la tumba. «La familia Escobar me paga. Cobro unos 120 mil pesitos mensuales, solo eso. Se tardan en pagarme, aveces se retrasan unos meses, pero siempre me cancelan». Arrollave vende helados desde hace 22 años en Montesacro, y de uno para acá trabaja para los Escobar. «Por medio de un trabajador de aquí, un señor de mantenimiento, me recomendaron con la hermana del señor Pablo, y allí me contrataron». El trabajo de Arrollave es básicamente limpiar el espacio.Mientras conversaba conmigo, iba pasando la escoba por el piso de cerámica que rodea una piscina de piedras blancas que componen el centro de la tumba. «Desde diciembre están esas piedras allí. Antes había una gramita y pasto bonito pero cuando llovía, esto se volvía una laguna. Entonces la señora Escobar decidió cambiar y mejorar el espacio».

Santuario

La tumba es como DSC00660un templo para muchos. Mientras conversaba con Arrollave, un señor con un niño se acercó y se persignó delante de Pablo. «Hacen rituales. Muchos vienen a rezarle. Yo no los molesto cuando hacen eso. En estos días vino un motorizado, tenía mala pinta. El llegó y se sentó, se cerró en una plegaria silenciosa. Yo ni le hablé, no me gusta hacerlo cuando las personas no saludan. A ti te hablé porque me llegaste con amabilidad».

Un promedio de 100 personas diarias visitan la tumba según contó Arrollave. «Los fines de semana llega mucha más gente. Nadie se acerca a lo mal, siempre es a lo bien. Vienen todo el tiempo, desde millonarios, hasta pobres, niños, viejos, jóvenes. Todos a lo bien. Lo quieren mucho. Nadie que lo odia viene. Nunca he visto a nadie pelear aquí o decirle groserías. Es como un santuario, incluso esta parte del cementerio se siente especial, como más tranquila».

Pablo Escobar es visto por muchos como un santo. «Llegan siempre a pedirle cosas y favores como a cualquier santo, así no lo hayan conocido. Le rezan y ponen flores, velas. He conseguido marihuana, aguardiente y cocaína. me ha tocado botar eso y limpiar muy bien. También dejan notas escritos en papel. Algunos los dejo allí, otros los boto».

Encima de la placa de Pablo, hay dos carteles guindados. Mensajes dejados por algún seguidor. «Todos tDSC00683enemos dos vidas. La segunda comienza cuando te das cuenta que solo tienes una. Es hora de perdonar para sanar», reza una y: «El alma se limpia con el perdón, se hidrata con la oración, se nutre con la palabra, se protege con la fé y se tonifica con el amor de Dios». Estos son los mensajes, ya un poco manchados por la lluvia, que dejan un tono de reflexión ante la casi omnipresencia del hombre más buscado en el mundo durante la década de los 80.

«Varias veces han intentado profanar la tumba. Yo tengo apenas un año como cuidador, pero trabajo vendiendo helados hace rato acá. Hace unos 5 anos se robaron la placa. Cuando tenía grama también varias veces se encontraron huecos. No se sabe si fueron enemigos de él o gente, hampa común o gente que quiere hacer cualquier cosa con Pablo. Gracias a Dios no ha pasado más».

Arrollave presencDSC00642ió el entierro en 1993. «Estaba acá. pero no me acerqué había mucha gente, hasta rompieron la capilla. No me gustaba el ambiente, había gente mala, estaba la policía y el ejercito, ni me acerqué».

El vendedor de helados cree que Pablo fue un hombre que se corrompió. «El dinero y el poder vuelve loco a la gente», me comentó Arrollave mientras sigue limpiando de hojas los alrededores. Yo me como un helado y me cuenta que nació en una población cercana, pero que vive DSC00653en Medellín desde hace 3 décadas. «Acá no se podía salir de la casa fue una época muy dura, gracias a Dios hemos superado eso, pero la imagen de este señor aún persigue a esta tierra, para bien o para mal».

Los Escobar casi no van. Visitan cada varios meses. «La última vez que vino el hijo de Pablo fue cuando murió la señora Hermilda. Ella sí venía siempre, casi todos los domingos, y aveces otros días de la semana se acercaba hasta acá, se sentaba a rezar, a leer la biblia, a hablarle a su hijo». A unos metros de las tumbas, se encuentran dos lápidas más. Se trata de Gustavo de Jesús Gaviria, primo y socio del capo, fallecido el mismo 2 de diciembre, junto a su hijo José Luis Gaviria, muerto en 1994.

Arrollave no se avergüenza de trabajar para la familia Escobar. «Muchos me dicen que porqué acepto dinero de esa gente, pero no me interesa, ya eso es pasado, además la necesidad es imperante, nadie viene a comprar helados a un cementerio, así que con eso me ayudo aunque tarden en pagarme», comentó, mientras le tomo fotos, pidiéndole permiso a los difuntos por pisar arriba de sus tumbas. Mi abuela decía que eso es malo, espero que me disculpen, solo realizaba mi labor periodística.

Una mancha visible

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Aicardo Aguirre, visitante.

Mis acompañantes iniciales ya se habían marchado. No eran ningunos secuestradores, eran productores cafeteros. Aicardo Aguirre es uno de ellos. Tiene 58 años y vivió en carne propia la época de terror de Escobar. «Fueron años deprimentes, no podíamos estar tranquilos, ya que en cualquier plaza podría explotar un carro, una escultura. En cualquier sitio público podría llegar un sicario y acabarte». Le pregunté sobre la sombra o luz que da Escobar a estos días: «Eso es historia, es historia simplemente. De ello hemos aprendido, muchos de ellos han aprendido que matar no es la solución. Quizá hay otros Pablos, pero de bajo perfil, sin volverse locos y corromperse matando gente, pero sin duda la imagen de Escobar está muy presente. Creo que la misma cantidad de personas que lo odian y están contentos por que está muerto, pero igual lo lloran y vanaglorian, el hizo muchos favores, hizo barrios enteros, dignificó a muchos».

Lo mismo opina Arrollave, y el joven periodista que citamos al principio de esta crónica, Johan Ríos, quien se acercó con curiosidad sobre mi entrevista junto a Luisa Velásquez, ambos estudiantes de periodismo colombiano. «Es irónico, acá estamos en paz, delante de un hombre que generó tanto caos, y fíjate como está, la tumba no es quizá digna de un tipo que hizo tanto dinero, pero que está donde debe estar por sus malas decisiones», comentó mientras se retiraba luego de tomar fotos para un reportaje que prepara para su claseDSC00646.

Ríos quizá tiene razón. La tumba no es algo que impresiona, incluso, está como escondida, aislada, en el borde, y la capilla del recinto, la acobija junto a los pinos. pero sin duda, el sitio representa historia, representa tener el valor de viajar tantos kilómetros y arriesgarse a cualquier peligro, solo para tomar una foto.  Las cámaras en los cementerios no son queridas, en Montesacro son comunes. Ese espacio triste y solo, lleno de aves y pasto verde, rodeados de carros fúnebres lujosos como naves espaciales de ricos, de ricos muertos, ese sitio donde reposan los restos de uno de los personajes más nefastos, de la historia contemporánea, un personaje que hace temblar a la gente aún, un personaje que despierta fascinación, en ese sitio que es un templo, un santuario, un parador turístico, un sitio de entrevistas…una tumba.

 


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2 comentarios en «La tumba de Pablo»

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