La protesta sin fin
Las protestas en Venezuela dominaron la escena nacional en el mes de abril. Cientos de detenidos, 30 muertes y más de 400 heridos han dejado estas confrontaciones. En esta crónica describimos la batalla desde adentro, con mucho gas y adrenalina
Por: Rafael David Sulbarán
Periodista. Le gustan los Fabulosos Cadillacs
“Ya llegaron los de las torres, los de las torres; ahora sí se puso bueno esto”, gritaba una señora en las afueras del edificio Padilla, en Maracaibo, el pasado 19 de abril de 2017, día de manifestaciones en todo el país.
“Estos son los que dan la cara siempre, son muy valientes y no le tienen miedo a la policía ni a los guardias. Estos muchachos valen oro”, seguía gritando la señora, seguramente escuchada por los mismos oficiales que, a escasos metros de la entrada del edificio, repelían el ataque de varios jóvenes con bombas lacrimógenas y perdigones.
Maracaibo, esa tarde, en ese sitio, se convirtió casi en una zona de guerra como varias ciudades de Venezuela.
La marcha convocada por la oposición partió desde la Plaza de la República, en la avenida 5 de Julio, y tomó la avenida Bella Vista, una de las principales arterias de la capital zuliana.
Luego siguieron por la avenida Padilla hasta el casco central, diagonal a la Basílica de la Chiquinquirá, donde queda la sede de la Defensoría del Pueblo. “Esto es un mollejero de gente, nunca había visto tantas personas en una marcha en Maracaibo”, expresó Esther Rodríguez, quien asistió a la concentración con sus dos hijos.
«Tenemos más de 15 años en esto y, a pesar del sol, el pueblo apoyó. Nunca tanta gente había tomado las calles de aquí para rechazar al gobierno”, agregó.
La caminata arribó sin inconvenientes hasta el punto de la Defensoría, sin sobresaltos, salvo algunas cosas que le gritaban a los policías regionales o consignas, un tanto llenas de la típica grosería maracucha, contra el Presidente. En la esquina, un camión con un sonido tenía en su plataforma a varios dirigentes de Primero Justicia, Acción Democrática y Voluntad Popular, que tomaron el micrófono para lanzar reclamos, aupados por la masa que seguía llegando y acumulándose.
Pasaron unos 15 minutos aproximadamente y ya algunos se empezaban a retirar. Un grupo de marchantes decidió caminar hasta la sede de la Gobernación del Zulia para seguir el reclamo ante el gobernador Francisco Arias Cárdenas, pero no lograron llegar.
Simpatizantes del gobierno convocaron a una concentración en la Plaza Bolívar de Maracaibo, que está ubicada al frente del palacio regional. Allí comenzó la confrontación.
Fuerzas de seguridad le dieron uso a las bombas lacrimógenas y a los perdigones. La gente, por supuesto, empezó a correr. Pero no todos lo hicieron, algunos ya preparados para este tipo de enfrentamientos hicieron frente a la Guardia Nacional, al Cuerpo de Policía Bolivariana del estado Zulia (Cpbez) y a la Policía Nacional Bolivariana (PNB).
Prácticamente, todo el centro de Maracaibo se convirtió en una zona de batalla. Desde la Iglesia Santa Bárbara hasta la misma Basílica volaban piedras, palos, bombas, perdigones y balas.
La esquina de Panorama con avenida Delicias, el elevado de Padilla y también la entrada de Bella Vista. Allí se libraba la batalla entre piedras y bombas. Pero aún “las torres” no reaccionaban.
Las Torres del Saladillo son un conjunto de edificios ubicados en la avenida Padilla, en pleno centro de la ciudad.
“Muchos dicen que son los guardianes del centro, ya que cuidan las espaldas de la Basílica”, comentaba la misma señora que gritaba a los efectivos militares y que no se quiso identificar.
El complejo fue construido para los Juegos Centroamericanos y del Caribe que se realizaron en Maracaibo en 1998. Llevaba por nombre Villa Centroamericana y alojó durante tres semanas a las delegaciones de distintos países que se dieron cita en el encuentro deportivo. Luego, estos apartamentos fueron vendidos a personas, en su mayoría, de clase media.
En el año 2014 fue el centro de las protestas marabinas durante “La Salida”, manifestaciones que dejaron varios muertos, cientos de heridos y muchos detenidos.
Durante días, jóvenes manifestantes se resistieron ante las fuerzas del orden que irrumpieron en más de una oportunidad, rompieron vidrios y violaron varias propiedades, según denunciaron.
“Las torres son un bastión de la resistencia en el Zulia, son muchachos que están dispuestos a dar la vida por la patria”, comentó Miguel, un joven luchador marabino que no vive en las torres, pero que acompañó la lucha en 2014.
Miguel no quiso identificarse, por eso le cambiamos el nombre. Ese día llegó con su bandera atada al cuello, su celular bien cargado para relatar, tal cual un corresponsal de guerra, todo lo que acontecía.
“En estos momentos nos está atacando la ballena, avanza lentamente con su chorro de agua. A unos 150 metros la estamos esperando con palos y piedras; también la palabra, esas son nuestras armas”, relataba Miguel, esquivando las bombas y salpicado por el agua.
Bajaron las torres
A la 1:00 de la tarde, toda la avenida Padilla estaba tomada. En varias zonas se confrontaban los manifestantes, en su mayoría jóvenes, muchos provenientes del Barrio Belloso, vecino de la avenida, también de Veritas y Santa Lucía.
La gente corría, de un lado a otro, y algunos se refugiaban en casas.
“Allá vienen las motos, corran que allá vienen las motos”, gritaron algunos y, en un abrir y cerrar de ojos, la avenida quedó vacía, la tierra se tragó a la gente. La presencia de más de 30 motorizados de la Guardia Nacional con su respectivo armamento causa terror.
“Es una escena terrible, intimidan con su presencia. Es que han hecho desastres en las manifestaciones anteriores”, decía un señor que se escondió en una de las casas.
Por unos 15 minutos se mantuvo la calle desolada hasta que algunos valientes decidieron salir.
“Salen corriendo y se esconden, porque al que ven así, afuera caminando, le meten perdigones y se lo llevan preso”, relató el señor que llamaba insistentemente a su hijo para que lo rescatara.
Aquí la “batalla” tomó otro rumbo. La Guardia Nacional redobló su número de efectivos y arribaron los de la PNB y el Cpbez. También aparecieron los de las torres.
Decenas de hombres y algunas mujeres se animaron a enfrentar a los uniformados bajando desde los apartamentos, todos encapuchados y con banderas, unos sin franela y hasta descalzos.
“Esos son mis muchachos, vamos pues, hay que aguantar a esos desgraciados”, gritaba una vecina desde un edificio.
Este conjunto residencial sería una trinchera para unas cuantas personas durante cinco horas o más.
La guerra en el Padilla
El edificio Padilla es un conjunto residencial que está ubicado en la avenida con el mismo nombre, a una cuadra de las Torres del Saladillo. Tiene más de 15 pisos. Está ubicado muy cerca de la Defensoría del Pueblo, donde comenzó todo el alboroto.
En plena esquina, una barricada servía de estación a varios de los jóvenes protestantes, unos 20, que eran apoyados por compañeros en otras esquinas de la avenida y también en el Barrio Belloso, que está al frente del edificio. La Guardia Nacional les fue ganando terreno a los esquineros que corrían y se devolvían hasta su barricada. Pero los GN eran más y tomaron la esquina a punta de gases, haciendo huir a todos.
En la puerta del edificio Padilla varias vecinas vigilaban la entrada y dejaron pasar al que pudieron. Los gases llegaron hasta los pasillos, incluso hasta el quinto piso. Lanzaron bombas a la terraza y algunas cayeron en la piscina.
“Claro, ellos saben que estamos aquí, por eso nos tiran bombas, están loquitos por entrar”, razonaba Miguel con varios de sus compañeros que se quedaron “presos” en el edificio.
Unas 50 personas estaban allí, igual que Miguel, atrapadas. La GN se instaló en toda la entrada del edificio y no dejaba salir a nadie. “El que salga lleva gas y va preso”, exclamaba un teniente al mando del grupo de militares.
“Por qué no se van a los barrios a buscar a los malandros, dejen quieta a esta gente que anda protestando por el bien del país”, seguía gritando la joven desde un piso alto del mismo edificio.
“¿Y ahora?” Muchos se preguntaban eso “¿Cómo saldremos? Bueno, a esperar”, reflexionaba Charnis Medina, una joven de 21 años que vive en una urbanización cercana.
Ella iba caminando con una amiga cuando quedó atrapada allí en ese caos de bombas. Varios compañeros de Miguel estaban molestos, porque ellos debían estar haciendo frente a los guardias. “Yo no debería estar aquí, yo vine preparado para pelear”, comentaba un joven que dejaba en evidencia su intención al mostrar una máscara antigás bien grande.
Todos los presentes eran socorridos, si lo necesitaban. Es que las vecinas ya están preparadas para estas cosas.
La señora Cruz Barreto es periodista y docente universitaria, pero, además, forma parte del equipo de apoyo del edificio.
“Tenemos más de tres años en esta lucha, acá le brindamos ayuda a los muchachos, entre todos, cada quien con lo que puede”, dijo mientras se restregaba en su cara “Malox”, un medicamento generalmente utilizado para malestar del estómago, que sirve para que los gases no afecten la cara.
Vinagre, agua, bicarbonato, baños, cargadores para celulares y hasta una ducha tienen allí a disposición. Varios de los manifestantes fueron atendidos, mientras recobraban el aliento.
Ligia Izarra también forma parte del equipo. “Nos organizamos bien para cuidarlos, es que también nuestros hijos están allí, nuestros nietos y vecinos, por eso los cuidamos”, comentó.
Luego de varios ataques de bombas al edificio la cosa se calmó adentro. Pero afuera seguía el enfrentamiento.
Vecinos del barrio Belloso seguían en pie. En la terraza del edificio, una docena de jóvenes servían de guías a sus compañeros haciendo señas y alertando a gritos la ubicación de los uniformados.
“Dejen de gritar cosas que van a caernos a bombas otra vez”, exigía un vecino preocupado también.
El hambre empezó a atacar a los presentes y también la incertidumbre de saber qué ocurría en otras ciudades.
“Ya mataron a una en San Cristóbal y Maduro encadenado”, comentaron.
La conexión a internet les permitía estar un poco al tanto. Algunos planeaban cómo escaparse. “Por el sótano podemos”, alentó una joven. Diez personas siguieron sus pasos, pero a los pocos minutos regresaron.
“Los guardias tienen rodeado el edificio, esto es un secuestro”, exclamaron.
Varios intentos de negociaciones fueron frustrados, los efectivos no permitían la salida y entrada de nadie.
Las horas pasaron y la confrontación en la avenida Padilla se intensificó en Las Torres del Saladillo.
Los atrapados allí tenían un puesto privilegiado tomando fotos y videos. La acción en las torres hizo que finalmente los efectivos se movilizaran, dejando la puerta libre, por primera vez, desde la una de la tarde. Eran las seis.
“Vámonos, aprovechemos que ya no están, aunque capaces y nos ven por allí caminando y nos agarran”, comentó Miguel.
Las palabras del joven fueron reales. Muchas son las detenciones arbitrarias en las jornadas de protestas.
En el Zulia, más de 100 manifestantes han sido detenidos, muchos de ellos sólo por llevar en sus morales una bandera y máscaras.
Ese día 19, el conflicto siguió hasta altas horas de la noche, “pero las protestas parecen que no se van a acabar nunca hasta que salga este gobierno, seguimos en resistencia”, expresó Miguel, antes de abandonar el edificio.
Publicado en El Pitazo el 30 de abril de 2017