Los pescachivas de Cabimas
Unos cuantos tienen como su principal ingreso la venta de cauchos que son rescatados de una forma bastante peculiar en una laguna grande en medio de basura, sipa, aguas putrefactas y animales peligrosos
Por: Rafael David Sulbarán. Periodista.
Tiene tiempo
sin comprar cauchos.
Hay un lugar en el estado Zulia, en el occidente de Venezuela, donde las ganas de sobrevivir, el ingenio y el no tenerle miedo a nada se han juntado. Es que se dice que las crisis sacan lo mejor de nosotros, y aquí esta tesis parece cumplirse de una forma muy peculiar forma.
En medio de sipa, aguas negras, basura y animales peligrosos, en el sector Los Pozones, en Cabimas Johaly Goyo, una mujer de 41 años, se gana la vida lanzándose al agua dos veces al día para “pescar” cauchos en una laguna natural. Está prácticamente al fondo de su rancho y comparte esas aguas con una docena de casas construidas alrededor. Este pozo ha servido de vertedero por muchos años, entre otras cosa de basura, aguas negras y cauchos, muchos cauchos. “Hago esto porque no hay trabajo, no hay comida. Si no saco caucho aquí no como”, hablaba Johaly, se encontraba aún sumergida en las aguas que minutos antes casi le quitan la vida. El peso de unos cinco cauchos que rescataba no la dejaban moverse bien lo hacía lento y se cansaba, se dio un golpe con un palo. Tragó bastante agua y a pesar que contaba con un salvavidas, la pasó bien mal en esos minutos previos a nuestra entrevista. Su hijo tuvo que auxiliarla para ayudarle a llevar el peso de los cauchos. “Miren como estoy, sin comida en el rancho, arriesgando la vida, estoy sin trabajo, mi marido también. Con esto nosotros vivimos, sino tragamos aguas negras no comemos”, nos gritaba jadeando por el esfuerzo realizado.
Johaly, junto a decenas de personas de lugar y otros foráneos se ganan la vida pescando chivas en esa laguna, que durante años sirvió de depósito de empresas caucheras de Cabimas y que ahora le está dando de comer a muchas familias. Estos cauchos son rescatados del fondo, los restauran y los venden en las calles.
Un inocente hallazgo
Gustavo Granadillo nos recibió prácticamente en la entrada de la laguna que está a unos 30 metros de una carretera asfaltada. El Barrio Simón Bolívar en el callejón Farreal es el anfitrión. La calle principal no ha sido arreglada, tiene piedras y escombros, pero si hay una isla y aceras bien construidas. Los cauchos puestos en la acera te alertan que allí es el sitio donde puedes adquirir chivas a un precio bastante solidario. Gustavo con un machete en su cintura, nos guió a la hora de estacionar el carro y nos preguntó que cuantos cauchos llevaríamos. Luego, al darse cuenta que no éramos clientes nos empezó a echar el cuento del negocio. “En diciembre un carajito de por aquí llegó con un caucho nuevo a su casa, todos pensaron que se lo había robado de alguna casa o un carro, pero él decía que lo había sacado de la laguna, nadie le creía. El muchachito insistía, sus padres lo castigaron y eso, pero luego decidieron hacerle caso ya que decía que había muchos cauchos ahí y bueno, se dieron cuenta que tenía razón”. Hallaron una mina, no de oro, pero si una fuente de ingreso que le abrió los ojos a muchos. “Aquí han llegado personas hasta de Maracaibo, calculamos más de mil personas en este período que han sacado sus cauchitos”, explicó Gustavo que al principio se lanzaba a pescar, pero que ya no lo hace porque los mejores ya se los han llevado y se están agotando.
Esa zona del barrio fue invadida hace unos cinco o seis años, y los pescadores de chivas han sacado neumáticos que algunos tienen fecha del año 2003. No sabemos con exactitud desde cuando soltaban esos desechos allí, pero si conocemos que se realizaba antes de la constitución de la invasión de esos terrenos. Gustavo Asegura que son más de 12 pozos en las cercanías, pero no en todos hay cauchos.
Lea el reportaje en El Pitazo:
El negocio
“Aquí siempre han traído basura, y bueno muchas caucheras grandes que contratan camiones están dando de comer a esta gente, porque durante años esa basura ha sido descargada aquí”, comentó Enrique Seguerí, quien aguardaba por una carga de cauchos que fueron embarcados en su Ford Maverick para ofrecerlas a venta de chivas en toda Cabimas.
El señor Seguerí que se gana la vida también como chofer de tráfico, tiene un ingreso entre mil y dos mil bolívares diarios por transportar los cauchos. Pero él es solo una parte intermedia de toda la cadena.
Incluyamos en esta crónica a Luis Alberto Romero. Nos atendió sumergido en el agua, en plena acción de pesca. Se lanzan dos o hasta tres veces al día y por cada viaje al fondo de estas putrefactas aguas se traen cinco o seis cauchos. A Luis Alberto lo esperábamos en la orilla, y mientras conversaba con nosotros tenía amarrada la mercancía con un mecate. Los cauchos los tantea con las manos, o también utiliza un palo o una cabilla, y por supuesto la cabuya para enlazarlos. Allí en ese viaje Luis Alberto podría llevar una ganancia como de tres mil o cuatro mil bolívares. “Cada cauchito yo lo vendo entre 500 o mil bolívares, dependiendo del estado en que se encuentre. Y bueno, de algunos salgo aquí mismo y otros se los doy al señor que los transporta a caucheras, a él le pago mil bolívares, luego de llevar la comidita a la mujer me vuelvo a meter y sigo sacando”, Luis Alberto asegura que ha llegado a ganar en un día hasta 20 mil bolívares “Es rentable, y bueno ya que no hay trabajo uno debe hacer lo que sea por comer”, nos dijo. Le preguntamos si valía la pena el riesgo y esto fue lo que nos respondió: “el único riesgo en este país es la pelazón que hay, uno debe buscar la forma de sobrevivir. Yo no le tengo miedo a una enfermedad ni a los animales aquí, le tengo más miedo es al hambre”, expresó firmemente.
Luego del proceso de la pesca viene el del transporte donde Seguerí tiene su parte del pago muchas veces con cauchos, “si mijo porque la cosa está bien difícil para comprar unos zapatos nuevos, y yo aprovecho y les quito algunos para trabajar”. El también taxista nocturno los lleva a diferentes caucheras, como una ubicada cerca de la carretera J. Allí nos atendió Joel Franco Cañizalez, él está al frente de esa cauchera improvisada desde el mes de enero junto a su hermano, que le hace la competencia justamente al lado. Cañizalez también pesca las chivas, así que muchas veces se ahorra pagar flete y ofrece los cauchos desde 600 bolívares en adelante, “Todo depende del estado en que se encuentre, a algunos les ganamos hasta 5 mil bolívares. Nosotros acá los restauramos, les pegamos parchos y los vendemos. La mayoría de los beneficiados son los choferes. Creo que el transporte público en general se está beneficiando de este negocio”, y tiene razón, con la situación de la escases de cauchos y los precios altísimos de los importados para un chofer de tráfico es casi imposible adquirir al menos uno. Estando allí llegaron más de 6 profesionales del volante, pero ninguno nos quiso hablar por pena, pero si hablamos con Edinson Quintero, un ex trabajador petrolero que compraba por segunda vez allí, “Este cauchito me duró unos 20 días, voy a tener que comprar otros, vale la pena porque uno nuevo ahorita está en 40 o 50 palos, no se puede”. El señor Edinson es ya un cliente fijo.
Los cauchos al llegar allí como explicó Cañizalez son reparados con parchos y son pintados con brea con gasolina también para que se vean más bonitos y presentables. A algunos les hacen marcas nuevas con planchas calientes. Y bueno así termina la cadena que se vuelve a repetir día a día, al menos hasta que se acabe la existencia en la laguna.
La culebra
El conversar con Johaly y Luis Alberto fue todo un reto, ya que la orilla de la laguna tiene como piso barro, sipa, basura, escombros, algo inestable, quizá temeroso para algunos, un lugar ideal para animales. A lo lejos vimos unos patos que contrastaban con los poco bonito del paisaje, basura, aguas negras ligadas con lluvia, un olor a sipa y ranchos medio pintados al fondo. Jamás te imaginas ver unos patos allí. Pero lo que si existe allí son culebras, y hay una bien grande.
“Esa bicha mide entre seis y siete metros, tiene la cabeza mollejúa. Una vez la tropecé, pero no me hizo daño. Se dice que aun tipo una vez le cortó un pié, pero no estamos seguros. Claro, debemos cuidarnos de esa cublebrota, no vaya a ser que nos trague”, Luis Alberto debe referirse a una anaconda o tal vez alguna otra especie de culebra grande.
También hay babillas, “hace dos semanas sacamos una de dos metros, la matamos y la asamos, casi todo el vecindario comió”, refirió Gustavo con un sentimiento nostálgico en su voz…quizá fue la mejor comida que ha podido probar en los últimos días.
Aquí les mostramos la historia en video.
Publicado el 17-04-2016 en El Pitazo
Fotos: Rafael D. Sulbarán
Enlace original:http://www.elpitazo.com/regiones/cronica-entre-aguas-negras-y-sipa-en-el-zulia-pescan-cauchos-para-ganarse-la-vida/
Que arrechoo!! 🙁
Así es amigo, buena palabra para definir esto. Muchas gracias por su lectura.