Esta crónica relata la historia del pozo petrolero más famoso de Venezuela, que irónicamente refleja cómo el crudo ha quedado en el olvido.
Por: Rafael Sulbarán Castillo. Periodista. No le afectó la caída de Facebook.
En Cabimas, mi ciudad natal y principal puerto petrolero de Venezuela, hay un monumento al Barroso II, un pozo que en 1922 explotó lanzando casi un millón de barriles al aire hasta que fue controlado nueve días después. Este hecho puso a Venezuela en el mapa como un importante productor de crudo.
En 1980 el presidente Luis Herrera Campins inauguró el Monumento al Barroso, una plaza conmemorativa de la riqueza petrolera venezolana. A los pocos años ya había quedado en la desidia. Así estuvo por mucho tiempo. Su deterioro emuló la crisis de esa industria que ayudó a levantar una industria que parece va quedando reemplazada por nuevas formas de combustibles. Una industria que fue relegada por una política socialista que usó de patrocinador a la compañía petrolera estatal PDVSA para financiar sus proyectos sociales hasta llevarla a la ruina.
Ese monumento representa justamente la decadencia de un país que por ahora, vive de recuerdos.
Desiré Soto, una niña de algunos 13 o 14 años de edad, llegó una mañana a su nuevo salón. Acababa de llegar de la moderna capital de Venezuela: Caracas. “Mi papá me dijo que aquí en Cabimas el petróleo corre por las calles, que debo tener cuidado porque me puedo manchar”, fue una de sus primeras palabras en clase. Causó risa, algunos compañeros la miraban extrañados. “Oye, en Cabimas el petróleo no se ve así, está en suelo”, le dije. Pero el tiempo le dio la razón a Desiré.
A finales del siglo 19 la fiebre del petróleo asaltó a los Estados Unidos y la búsqueda del nuevo tesoro llevó a varios petroleros, entre ellos la Standard Oil Company, la implacable empresa de John Rockefeller, hasta el suelo venezolano. Pero fue la Venezuelan Oil Concessions Ltd. (VOC), filial de la Shell, quien tuvo el privilegio de bañarse con el oro negro cabimero.
Desde principios del siglo XX en el estado Táchira ya se venía trabajando rudimentariamente en suelos que abrieron paso a la creación de pequeñas compañías. En 1914 se dio un salto a la producción a gran escala con la explotación del Zumaque 1, yacimiento ubicado en el municipio Baralt del estado Zulia, donde está ubicado Cabimas. Así comenzó la ruta que siguió con el estudio geológico de toda la costa oriental del Lago de Maracaibo, el cuerpo de agua más extenso de Suramérica con 13.280 kilómetros cuadrados.
El Barroso
Cerca de las orillas del lago, los geólogos extranjeros se instalaron en Cabimas descubriendo una serie de yacimientos, entre ellos el denominado Barrosos II (o Barroso), tomando ese nombre del hato donde se encontraban. Contra el calor, los mosquitos con malaria y el desconocimiento en la operatividad, la VOC trabajó esos campos que muy pocos frutos les había brindado.
El Barroso trabajó por un tiempo y en julio de 1922 paralizó la operación al reventarse un cable del taladro. Cerca de cinco meses pasaron antes de la reparación.
Finalmente el 14 de diciembre de 1922 arribó el auxilio desde Europa. En todo ese tiempo, el pilote del taladro se mantuvo como un tapón, presionando el pozo. La profundidad era de 500 metros, es decir, no muy profundo considerando que hay cimientos con más de 1 kilómetro de profundidad. “Por un lado se escapaba un poco la presión. Por esos días la operación se realizaba casi de forma rudimentaria por lo novedoso de la industria, entonces los operarios no tenían mucha pericia al respecto. Por un pequeño hueco se escapaban gases, pero los técnicos no fueron capaces de controlar lo que sucedía allí”, explica Onelio Sulbarán (por fines de transparencia, es mi padre) , extrabajador de PDVSA, ingeniero petrolero experto en perforación y yacimientos residente de Cabimas.
Onelio explica que lo sucedido en los cimientos puede compararse con una botella de gaseosa cuando es agitada: “imagina que bates con fuerza un envase de refresco y giras la tapa un poco dejando salir gas, eso estaba ocurriendo en el pozo, el gas acumulado y el tapón conteniendo el crudo como la tapa”.
Se reanudó el trabajo al reparar la máquina, pero no duró mucho. De pronto la tierra empezó a crujir. Testigos del hecho lo describieron como un estruendo tremendo, como cuando viene mucha agua junta. La presión que se mantuvo durante meses voló el tapón del taladro soltando un chorro espectacular de petróleo con más de 40 metros de altura, un monstruo negro con gas que de allí salió para manifestarse diciéndole al mundo que en el suelo venezolano abundaba la riqueza mineral.
Durante nueve días El Barroso lanzó su líquido al aire. Los cálculos indican que fueron 900.000 barriles cubriendo un área de 300 hectáreas. Limpiar la zona le llevó a los trabajadores más de seis meses.
Este fue un mensaje claro de la tierra que le dijo al mundo entero que en el suelo venezolano abundaba este recurso mineral. Por supuesto la vida cambió en Cabimas, diversas empresas llegaron rasgando los suelos apoyados por las concesiones otorgadas por el presidente Juan Vicente Gómez, militar que se instaló en el poder en 1908.
Venezuela en la década de los 50 se convirtió en el principal país exportador de petróleo en el mundo, título que ostentó por varios años. Los ingresos permitieron construir grandes avenidas en Caracas, el puente sobre el Lago de Maracaibo, la represa el Guri.
El país se levantaba pero Cabimas seguía allí debajo, solo sacando petróleo. A pesar de ser el punto de partida de la riqueza y el principal puerto, el desarrollo llegó por gotas y ya nadie recordaba El Barroso. El pueblo creció, sí, un tanto, pero se estancó.
“Virgen del Rosario, Cabimas se desespera, hay hambre por donde quiera, nuestro problema es precario. Rogá desde tu santuario por la zona petrolera”, reza el coro de una gaita zuliana del conjunto “Barrio Obrero de Cabimas” lanzada en 1965 en protesta al abandono en el que se encontraba la ciudad.
El pozo fue sellado en 1932 y quedó allí tirado. En Cabimas se construyeron con poca planificación barrios alrededor de estos yacimientos que fueron quedando inactivos. Esto permitió que se ocultara la ubicación exacta del famoso pozo. Pero en la década de los 70 un profesor de la Universidad de Zulia, Orlando Méndez, pudo calcular la ubicación. Resulta que en el baño de una casa estaba escondido.
Esto hizo reflexionar a muchos y se pensó entonces darle su lugar al sitio que cambió para siempre la vida industrial y cultural de la nación.
Viernes negro
Como cabimero siempre escuché toda la historia del reventón, es algo con lo que siempre convives. Siempre supe que el Barroso tenía un sitio especial, pero estaba abandonado.
Tres años después a la inauguración del monumento a Barroso, el mal manejo de las finanzas y la corrupción, desató una crisis que produjo la devaluación del bolívar, la moneda venezolana. La caída tiene un nombre: “el viernes negro”, en referencia al día viernes 18 de febrero de 1983, fecha que es el punto de partida para el derrumbe de una de las economías más fuertes de la región.
En los siguientes años trataron de disfrazar los errores que se cometieron, pero al igual que El Barroso, la fuga de capital estaba descontrolando la economía y el país estaba apunto de reventar. En 1999 Hugo Chávez fue electo presidente y destapó el pozo. La crisis se aceleró y Venezuela ha ido en caída libre, se derrama inservible como el crudo negro sobre el piso de Cabimas—como había participado Desiré.
Según números de la Organización de los Países Exportadores de Petróleo (OPEP) en 1999 la producción petrolera venezolana se ubicaba en 3.329.000 barriles y para el último corte de 2020 solo se extraían 393,000. “Es decir que hemos tenido una caída en todos estos años de 2 millones 936 mil barriles, situación que califico de un gran desastre y de un daño irreversible al país”, expresó Elias Matta, diputado a la Asamblea Nacional liderada por Juan Guaidó, citado durante la presentación del Plan País Energía, un proyecto que pretende recuperar la industria petrolera en Venezuela.
En el lago de Maracaibo hay aproximadamente cinco mil pozos y en el resto de la región zuliana hay entre 15, 000 y 17, 000, los cuales en su mayoría no están funcionando. “Casi todo está parado creo que entre un 60 o 70 por ciento. Por allí puedes tener un estimado. En la PDVSA azul producíamos, sólo en occidente, más de un millón diariamente”, explica Onelio.
Esa “PDVSA azul” que señala se refiere al período cuando Chávez no tenía el dominio de la industria, la cual pasó a su control absoluto luego del paro nacional de 2002-2003. Justo desde esos días, los mismos cálculos de Pdvsa señalan el descalabro. En 2001 la región occidental extraía 1.500.000 BDP, en 2008 registraron 890, 000, para 2018 siguieron cayendo a 324,000 y para el informe presentado en enero de 2021, muestran solo 83,000, sin duda un tropiezo descomunal.
Pese al retroceso, los ingresos que dejaba el crudo eran suficientes para mantener a un país. Entre el 2004 y 2008 los precios se duplicaron en relación a la década anterior, también hubo un repunte entre 2011 y 2014 con un tope de 130 dólares por barril, lo que dejó utilidades de 630 mil millones de dólares, pero ese dinero se esfumó, se desapareció como el auge del Barroso: explotó, se dejó ver, cayó y quedó sin uso en el olvido.
“No hay duda que manejaron la mayor fortuna que le ha ingresado al país y la derrocharon por el barril de la corrupción, por su incapacidad, y por una ideología que lo único que genera es pobreza”, agrega Matta. Esa pobreza se ve reflejada en los campos abandonados, instalaciones inservibles.
Pero el petróleo abunda. Venezuela es considerado el país con mayores reservas del mundo. “Tenemos crudo para 200 años, eso nos da un aliento, un empujón para creer que todo va a mejorar”, dice Onelio.
Esa combinación de petróleo en abundancia más capacidad y experiencia, podrían brindarle a Venezuela una recuperación. “Es tanto el petróleo que tenemos que brota de la tierra, solo”, agrega el ingeniero.
Precisamente por la falta de mantenimiento y la incapacidad de la industria para contenerlo, el petróleo emerge y ha inundado en diversas ocasiones las calles y las orillas del lago en Cabimas y toda la costa. La historia del Barroso se repite.
En la región más de 113,000 pescadores se han visto afectados por los constantes derrames de crudo. “¿Cómo podemos trabajar así?” señala Elías Hernández, pescador del Centro Cívico de Cabimas. Hernández ha visto reducida su jornada laboral en más del 70 por ciento según estima.
“Las lanchas no pueden navegar debido a la espesa capa de petróleo, además los poquitos peces que consigues vienen manchados”, agregó el pescador.
En las calles también se ve la mancha negra, tal cual dijo Desiré aquel día.
“Como no pueden sacarlo pues, el petróleo se levanta solito y se estanca por las calles”, agrega Onelio. En 2020 se registraron varios derrames. Una piscina negra cubrió las avenidas del casco central. “Sigue el desastre en PDVSA petróleo por las calles de Cabimas, incapaces, indolentes. Falta de mantenimiento acaban con nuestra industria y nuestra ciudad. Miseria y abandono. Carretera K. Contaminación y daño ecológico”, reseña un vecino en un video difundido por medios digitales.
“Seguro algún día la gente se va a llenar de petróleo caminando por Cabimas”, predijo Desiré y claro, se cumplió.
Hoy la plaza del Barroso está bonita, hace unos años la restauraron. Tiene luces agradables, hay una fuente y flores. Pero allí muy junto, ese país próspero, de alegría, de bonanza que ayudó a forjar desde sus cimientos, solo está en recuerdos. El legado del Barroso—como su monumento— es un reflejo de lo que ha sido el petróleo para Venezuela: riqueza y progreso por fuera; desidia, mancha, esperanza y anhelo por dentro.
Esta crónica fue publicada en ReVista (Harvard Review of Latin America), del Centro Rockefeller para Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Harvard. Puedes conseguir una versión en inglés.