Drones en el cielo: del auto-suicidio al auto-atentado

Drones en el cielo: del auto-suicidio al auto-atentado

El pasado sábado una noticia se corrió como pólvora por la noticia y mucha gente no creía que fuese cierto: Nicolás Maduro sufrió un atentado o al menos eso es lo que nos ha hecho «creer». En este nuevo artículo Gustavo Azócar analiza el hecho


Por: Gustavo Azócar Alcalá. Periodista


Sábado 4 de agosto de 2018. Avenida Bolívar de Caracas. El presidente Nicolás Maduro ofrece un discurso en un acto cívico militar con motivo del 81 aniversario de la fundación de la Guardia Nacional. Mientras el mandatario ofrece su alocución, transmitida en cadena nacional de radio y televisión, se escucha una explosión. Acto seguido, el equipo de seguridad del Jefe de Estado toma la tarima presidencial, e intenta desesperadamente, sin lograrlo, cubrir al ex chofer del Metro de Caracas con mantos antibalas (lo cual por cierto nunca consiguieron) y luego se lo llevan del lugar caminando.

La parada militar, que observa desconcertada lo que está ocurriendo en la tarima, se dispersa despavorida sin saber con exactitud qué es lo que está pasando. Los soldados salen en carrera como alma que lleva el diablo, sin darse cuenta que la escena está siendo transmitida en vivo y en directo a todo un país, que mira, con estupor, el histórico gran ridículo.

Los militares detuvieron minutos después a 11 periodistas, a la mayoría de los cuales decomisaron los videos y las fotografías, para tratar de impedir que la verdad saliera a flote. Pero ya era demasiado tarde: el mundo entero lo había visto todo gracias al canal 8, cuyo director quitó la imagen de la tarima, para tratar de evitar que la gente viera al gabinete y a todo el alto mando militar corriendo a toda velocidad, pero no quitó la toma de la parada militar en plena avenida bolívar donde se vio a los soldados huyendo, como si en lugar de un dron hubiesen visto un enjambre de abejas asesinas.

El resto ya es historia. Tras el curioso y misterioso incidente, apareció la versión oficial del supuesto intento de magnicidio. El gobierno vendió la historia de los drones, presuntamente cargados con un kilogramo de explosivo C4 cada uno. También vendieron la explosión en un apartamento, que algunos vecinos atribuyen a un dron y los bomberos a un escape de gas. La imagen de un soldado herido en el rostro por algo que no se sabe qué fue. Y los vídeos que muestran un dron explotando en el aire y otro dron cayendo al vacío. Con esos elementos, se montó el cuento del atentado a Maduro.

Los drones son una presencia constante en la revolución socialista y anti imperialista venezolana. A la dictadura la persiguen los drones. El gobierno reguló el uso de drones en el país para que no mostraran al mundo la magnitud de las marchas opositoras que se hacían en Caracas y otras ciudades de Venezuela solicitando la renuncia de Hugo Chávez y Nicolás Maduro. La mayoría de las narco-avionetas “interceptadas” por la Fuerza Armada Nacional Bolivariana que lidera el general Padrino López se parecen mucho a un dron: siempre se queman en el suelo, nunca tienen droga en su interior, y casi nunca encuentran a los tripulantes.

Con los atentados y magnicidios pasa exactamente lo mismo. Hugo Chávez y Nicolás Maduro han imitado a la perfección la vieja estrategia de Fidel Castro de denunciar todas las semanas un intento de asesinato y un plan de magnicidio.

La colega Airam Fernández, periodista de Ultimas Noticias, hizo un trabajo de investigación sobre los presuntos atentados que se cometieron contra los presidentes Chávez y Maduro de los que nunca se presentaron pruebas. Según Fernández, en 14 años, hasta septiembre 2013, habían sido denunciados 52 atentados contra Chávez y 11 contra Maduro. “La primera vez que Chávez denunció un atentado en su contra fue en un acto en Puerto Ordaz, el 11 de julio de 1999, cuando efectivos de la Disip detuvieron en esa ciudad a un hombre que portaba un rifle con mira telescópica y cartuchos calibre 22. En público, Chávez pidió que se abriera una investigación. Y el sujeto -que se encontraba a 500 metros del acto presidido por el mandatario- fue detenido. En el curso de las averiguaciones, se comprobó que solo iba de cacería, por lo que fue dejado en libertad a los dos días”.

La colega Fernández dice que en 22 oportunidades fue el propio Chávez quien denunció atentados dirigidos a él. Maduro parece estar empeñado en superar el récord de su padre político. El ex chofer del Metro de Caracas se ha referido a su persona como blanco de un posible plan magnicida en seis oportunidades en apenas un año. Chávez y Maduro se propusieron superar al rey de los magnicidios y los atentados inventados: Fidel Castro Ruz. El dictador cubano estableció un Récord Guinnes: denunció 638 presuntos atentados y supuestos magnicidios en su contra durante casi 50 años.

En el año 2007, la agencia central de inteligencia, CIA, desclasificó unas 700 páginas de documentos relativos al período comprendido entre 1953 y 1973 con información sobre intentos de asesinato al líder cubano. Según informó en aquel entonces The Washington Post, los archivos incluían datos de «al menos 8 intentos de asesinato contra Fidel Castro entre 1960 y 1965». Las autoridades cubanas desmintieron el informe y dijeron que el mismo se había quedado corto. Según el gobierno de Cuba, EEUU organizó más de 600 operaciones, conspiraciones fallidas o magnicidios abortados contra el líder de la revolución.

El propio Fidel Castro contribuyó a alimentar el mito sobre su supuesta imbatibilidad: “Realmente no fueron 30 ni 6, ¡fueron… 300! Porque no hay que contar solo los planes que organizaba la CIA allí: compra una bomba, un fusil para matar un elefante, una pluma que dispara una puntillita y envenena, una careta que produce no sé qué hongos y que cosa…”, dijo en un discurso en la Asamblea General de la ONU en 1993.

Dictador o Tirano que se precie tiene que tener en su historial al menos un intento de magnicidio. Denunciar un atentado forma parte de la cultura de todas las dictaduras del mundo. El supuesto atentado o magnicidio victimiza al dictador. Hace que alguna gente se conduela de ellos. Un atentado es ideal cuando el tirano ha perdido apoyo popular. Un magnicidio frustrado es indispensable para reunificar fuerzas. Y si lo que usted quiere, es que la gente deje de pensar en sus problemas económicos, la escasez, el aumento de la gasolina, el nuevo cono monetario, la hiperinflación que va camino a un millón por ciento, pues un supuesto magnicidio le cae como anillo al dedo.

Los líderes que han sido víctimas de verdaderos intentos de magnicidio se conocen porque nunca utilizaron esas historias como trampa cazabobos para ganar indulgencias o méritos que no tuvieran. El general Charles de Gaulle, por ejemplo, sufrió 3 intentos de asesinato, todos ellos fallidos. El primero, en París, en 1945, a manos de francotiradores alemanes. El segundo, el 8 de setiembre de 1961, cuando una bombona explosiva estalló al paso de su coche. Y el tercero el 22 de agosto de 1962 cuando su coche fue acribillado a balazos.

Ronald Reagan, el cuadragésimo Presidente de EEUU, sufrió un atentado el 30 de marzo de 1981, 69 días después de haber asumido el cargo. A su salida de una conferencia en el Washington Hilton Hotel en Washington D. C., Reagan y otras tres personas fueron baleados y heridos por John Hinckley, Jr. No hubo drones, ni carreritas, ni explosiones en el aire. Lo que hubo fue plomo puro y simple.

Otro líder mundial, el Papa Juan Pablo segundo, también fue víctima de un intento de magnicidio. Fue el miércoles 13 de mayo de 1981, en la Plaza San Pedro de El Vaticano. Un hombre, Mehmet Ali Agca, disparó contra el papa cuatro veces. El homicida fue apresado inmediatamente y sentenciado a cadena perpetua por un juzgado italiano. El papa perdonó a Ağca por haber intentado asesinarlo y pidió luego al gobierno italiano que le otorgara el indulto. Agca fue liberado y deportado a Turquía en junio del 2000.

En Venezuela hemos tenido en la era democrática dos verdaderos intentos de magnicidios. Uno en 1960 y otro en 1992. El 24 de junio de 1960, cerca de las nueve de la mañana, cuando se dirigía al acto militar previsto para celebrar el Día del Ejército, en el Paseo Los Próceres, el presidente Rómulo Betancourt fue objeto de un atentado con explosivos. Betancourt no usaba chaleco antibalas ni escudos protectores como los que usa Maduro. Fue por esa razón que el atentado le produjo fuertes heridas que le afectaron la vista del ojo derecho, lo dejaron parcialmente sordo y con quemaduras en ambas manos y en el rostro.

Pocas horas después del atentado, el Presidente Betancourt se dirigió al país para denunciar a los autores materiales e intelectuales del hecho:

“No me cabe la menor duda de que en el atentado de ayer tiene metida su mano ensangrentada la dictadura dominicana. Existe una conjunción de esfuerzos entre los desplazados del 23 de enero y esa satrapía, para impedir que Venezuela marche hacia el logro de su destino final; pero esa dictadura vive su hora preagónica. Son los postreros coletazos de un animal prehistórico, incompatible con el siglo XX”

En el atentado contra Betancourt pereció alcanzado directamente por el cono de la explosión, el valeroso Ramón Armas Pérez, ascendido post mórtem a general de brigada. Murió también el estudiante Juan Eduardo Rodríguez, transeúnte ocasional. El chofer Azael Valero fue despedido del vehículo y cayó sobre el pavimento. El Ministro de la Defensa Josué López Henríquez, su esposa y el Presidente, resultaron con quemaduras generalizadas de primero y segundo grado.

En 1992, el Presidente Carlos Andrés Pérez también fue víctima de un intento de magnicidio. Los militares que el 4 de febrero de ese año, dieron un golpe de estado contra el gobierno democrático y constitucional, legítimamente electo por todos los venezolanos, lanzaron bombas, granadas y artefactos explosivos para tratar de dar muerte al Jefe de Estado y a su familia. Pérez pasó a la historia por haber resistido con valentía aquél intento de asesinato. Y también por haber inventado la palabra «autosuicidio».

Lo ocurrido en la avenida Bolívar el pasado 4 de agosto, dista mucho de haber sido un atentado y mucho menos un magnicidio. Un par de drones cargados con matasuegras (pequeños artefactos explosivos usados para celebrar la llegada del año nuevo, también llamados Bin Laden) explotados convenientemente en el aire, no matan a nadie. La historia de 2 kilogramos de C4 (un kilo en cada dron) no se la cree ningún venezolano con al menos tres dedos de frente. La sola onda expansiva de una carga de C4 habría hecho volar el techo de la tarima presidencial.

El hueco de 10 centímetros en la pared de un apartamento no parece haber sido hecho por una carga de C4. Y el video del dron explotando en el aíre, convenientemente grabado por un camarógrafo aficionado, aderezado con la supuesta autoría intelectual de Juan Manuel Santos y el financiamiento de gente que vive en Miami, son dignas de una película de ficción de muy bajo presupuesto.

Si Maduro quiere superar a Chávez y a Fidel Castro en cuanto a historias de atentados y magnicidios, tendrá que hacer algo mejor. Al igual que Carlos Andrés Pérez, Maduro también cree en el autosuicidio. «Sería un autosuicidio colectivo de la economía del país», dijo Maduro el 22 de enero de 2015. Ahora descubrimos que además de los autosuicidios, Maduro es fan número uno de los autoatentados.

San Cristóbal, 7 de agosto de 2018.


Foto: El Espectador

Un comentario en «Drones en el cielo: del auto-suicidio al auto-atentado»

  1. Excelente el artículo; muy bien documentado y redactado. Sólo faltó un detalle. Mencionar el único magnicidio que (hasta la fecha) logró su objetivo en la historia de Venezuela: el de el Teniente Coronel (Ej.) Carlos Delgado Chalbaud, asrsinado la mañana del Lunes 13 de Noviembre de 1950 luego que fue raptado por un grupo de hombres y llevado a la Quinta «Marisela» en la Urbanización «Las Mercedes» en Caracas. Los asesinos fueron Domingo Urbina (sobrino de Rafael Simón Urbina, cerebrro de la operación), Pedro Antonio Díaz y un sujeto de apellido Mijares.

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