De cacería en un «supermercado»
Debutamos en este 2015 con una nueva aventura periodística: esta vez en una cola para comprar alimentos. Quisimos conocer a fondo las peripecias que hacen los venezolanos para adquirir productos de primera necesidad
Jefe editor. Un día vio a Chávez.
Le crecen rápido las uñas
“En la casa tenemos un mes sin comprar leche. A mí no me gusta hacer colas, mi mamá me trajo engañada, en verdad no sé por qué lo hace, no sé por qué quiere que la acompañe si soy menor de edad”. Alejandra tiene 13 años, su mamá debe tener unos 37. “Ella me dijo que iríamos a que mi abuela. Menos mal que me traje este termo con jugo y hielo, porque abuela siempre nos cierra la puerta de la casa para que no estemos entrando a cada rato a tomar agua”. Alejandra estaba delante de mí, como a unos 5 puestos. A mí me tocó el 148.
El sábado en la tarde se supone que uno debe estar arreglando cosas de la casa, quizás lavando el carro, en una piscina con unos panas, viendo una peliculita antes de ir a rumbear, tal vez dormir un poco. Pero no, las tardes las mañanas y los días enteros de muchos venezolanos se están ocupando en hacer colas kilométricas para adquirir un producto de primera necesidad. En 2013 hicimos un artículo donde tomamos la opinión de muchos de nuestros lectores y le preguntamos que si harían cola para adquirir alimentos. La mayoría, el sentimiento general fue de rechazo. Hoy en día la cosa creo que ha cambiado. ¿Por qué? La necesidad tiene cara de perro, cada día hay menos productos en los anaqueles y nos echamos a quejar, pero qué más, tienes que calarte la bendita cola si quieres tomarte tu café con leche todos los días.
“¿Tú no eres venezolano o qué?” Me preguntaba Luismary Piña al ser consultada en plena cola, sobre la posible salida a esto. “No podemos hacer nada, tenemos que calarnos estas benditas horas aquí porque cada día hay menos cosas en la calle, y bueno eso es lo que nos ha tocado vivir a esta generación, pero todos nos quejamos, no hacemos nada, el gobierno sigue atornillado y nosotros, aquí, ¿qué más se le hace?”. El conformismo de las palabras de Luismary no concuerdan con la cara de angustia que tiene. Una cara que pide a gritos un cambio, una cara que deseaba estar en casa con su hijo de 3 años, una cara que espera comprar una leche o un paquete de harina sin calarse el olor a orine rancio del lugar.
El Centro Comercial La Fuente, de Cabimas, este sábado 3 de enero estaba vacío. El Abasto Bicentenario también. Solo estaba lleno de gente, leche en polvo, leche líquida…como para 500 personas. “Señor pase, haga la cola, está cortica”, me dijo una señora en pleno pasillo del centro comercial. Yo tenía varios meses planificando meterme en una de esas colas para sacar una historia como esta. Los terminales de la cédula no me lo permitían.
“Aquí la cuestión se organiza por número de cédula. Los lunes del 0 al 4, los martes de 5 al 7 y así…los fines de semana son todos los números, pero hoy no sé por qué solo están permitiendo los de 0 al 4”. Bingo, mi cédula termina en 1. Las declaraciones anteriores me las dio Julio César Peña, que me prometió que si pasábamos el poste de la esquina, allí me hablaría. “¿Por qué?”, le pregunté. “Porque si llegamos al poste ya es casi seguro que entremos”. Julio tenía el 147. Es un atleta olímpico de las colas. Junto a su esposa asistió. La joven morena no quiso darme su nombre. A lo mejor trabaja para un ente público. Tienen una hija de un año. “Julio si se despierta la bebé nos vamos, no voy a dejar a mi hija llorando solo por un paquete de leche”, dijo varias veces, antes de llegar al poste.
“Señor fíjese cada sitio tiene sus reglas. Aquí se han organizado porque el consejo comunal de la zona ha puesto mano dura y no se empelota esto como antes. Está más organizaíto que antes, que se volviá un mollejero esto, hasta golpes se daban. Es que los bachaqueros llegaban así como si nada queriendo muchas veces atropellar a la gente. Ahora no. Sí hay bachaqueros, pero la cuestión es más disimulada por lo menos. El señor que vende los Cds allí en el frente controla la cuestión de la cola”, explicó Julio. El señor de los CDs no estaba ese día. Quizá se tomó unas merecidas vacaciones luego de un año entero cobrando 100, o hasta 500 bolívares por número en la cola.
“En los demás supermercados se ven cosas distintas. En el Nuevo Juan he escuchado, que cobran algunos bachaqueros, o bueno, no sé si llamarles así, porque ellos no revenden, ellos hacen es la cola. Pues cobran hasta 20 mil bolívares mensuales o algo así. Imagináte, ese es un negoción, así cualquiera, ¿quién va a trabajar en otro lado así? Con ese manguito, solo de hacer colitas y 20 por el bolsillo claro que van a estar contenticos”, expresó Julio. En los alrededores del Bicentenario del Nuevo Juan, de Cabimas, te acercas a eso de las 9:00 pm y vas a ver a las personas aguardando para el próximo día, “Eso es una grosería, una falta de respeto”, puntualizó Luismary.
Julio se cala esta situación desde hace unos 3 años, o un poco más cuando le nació su hija. «Ahora he tenido que ponerme más pilas con mis esposo, porque yo no voy a pagar 500 bolívares por una papeleta de leche o mil bolívares por un paquete de pañales, es una ridiculez. Por eso bueno, uno hace el esfuerzo. Venimos unas tres o cuatro veces por semanas, aquí o en otros supermercados. A veces nos dividimos, y así creamos un grupo igualmente con unas primas, hay que ingeniárselas», comentó la esposa de Julio.
Éramos como 250 o 300 personas allí. La fila iba a dar casi hasta el otro extremo del recinto. Casi frente al boulevard. “¿Y llegan muchos bachaqueros aquí?”, lancé la pregunta al aire. “Si, siempre, pero casualidad que hoy no hay ninguno”, contestó Luismary. Nadie era bachaquero, nadie…casuaaaalidaaad. Pero hasta yo era sospechoso.
Luego de hora y media llegamos al poste. El olor a orine se combinó con el de algunas sustancias dañinas al olfato que provienen del cuerpo humano. Tenía cierto malestar de gripe navideño y un dolorcito bajo en la espalda. Tenía que aguantar. Ya estaba cerca. Mujeres embarazadas llegaban y se instalaban en la cola de la tercera edad. “Mirá que molleja, si esa está embarazada yo tendré tripochos aquí”, comentó una catirita rellenita con cara de peleona que estaba como a 10 puestos. La tipa arraancó para la otra cola y enfrentó a la joven mujer supuestamente en estado.
- Mirá mija, vos no tenéis pinta de preñada. Eso es que te queréis colar, pa’comprar rapidito, vete esa barriga más planita que una mesa.
- A la broma chama yo estoy embarazada, qué te pasa, además yo siempre compro aquí.
- O sea que vos venís así pa’ acá con esa carita de vivita a querer colarte, no chama, andá pa’atrás como nosotros.
- Hey pero si yo estoy embarazada, no traje un ecograma, pero ajá, si queréis me llamáis a un médico. ¿HAY ALGÚN MÉDICO AQUÍ, UN GINECÓLOGO PARA QUE ME HAGA EL TACTO?
La chama no obtuvo respuestas, yo me cagué de la risa. ¿Se imaginan que hubiese un médico allí y de verdad le hagan un tacto a esa tipa en pleno sol y cola? La locura. Bueno, la alzadita se quedó quieta, se regresó a su puesto imagino que indignada por la respuesta de la chama. “Se ven unas vainas”, decía.
“Ay mi mamá la otra vez agarró por los pelos a una. La tipa se quería colar también, o sea se depravó porque nosotros teníamos desde la mañana allí y ella llegó muy foronda a tipo 6 de la tarde a meterse a la fuerza. Nojombre mi mamá salió endemonia’ y la tomó por los pelos, se empezaron a forcejear y hasta se rompieron las franelas luego que se dijeron insultos. Se quedaron quietas porque les iban a lanzar a los guardias”, contó con mucha emoción Alejandra. Esto es común hoy en Venezuela. Todo un país de espectáculo.
En la inauguración del Supermercado Garzón,también en Cabimas, cuenta Luismary, que madrugó y llegó a las 6:00 de la mañana (al igual que la mamá de Alejandra) y formó parte del numeroso grupo que pudo comprar productos normal, como en otrora. A las 6:00 de la tarde entraron al recinto, luego de 12 horas de cola. Salió a las 9:00 con su súper compra de 2 mil bolívares. “Esto no es vida”, afirma.
Avanza la cola. Ya estamos cerca de entrar. Yo me preguntaba qué sistema de pago iba a utilizar, si el de la tarjeta de débito o el efectivo. De pronto la inflación que anunció unos días atrás el Banco Central de Venezuela que se acumuló en este 2014 en un 63.3 por ciento, segurito me iban a colmar los 200 bolívares que tenía en billetes. No, mejor pago con la de débito, pensé, mientras me entristecía recordando el 2.3 por ciento del retroceso económico venezolano, según el BCV. Pero no era tiempo de ponerme mal, ni dormirme, ya estaba por entrar. Delante de mi iban Julio César y su esposa. “Ahora viene la bendita captahuella esa, que no sirve para nada. Ellos te toman la huella y cédula, pero ellos mismos te pueden desbloquear, así que un usuario puede comprar varias veces el mismo día, claro, mientras esté encompinchado con el cajero”, explicaba Julio que es todo un experto en el arte de las colas. “Este deporte deberían incluirlo en las olimpíadas de Río 2016 jajajajajaja”.
Entré. En la cédula me colocaron una pequeña calcomanía que decía “Todo”. Yo pensé que podría comprar harina, leche, arroz, papel sanitario, salsa de tomate, mayonesa, jabón, margarina, aceite, desodorante, champú, hojillas de afeitar, pañales. Pues NO. Un solo paquete de leche en polvo por persona, dos envases de leche líquida, Ya, eso es el TODO. Dos horas y media por eso. Hago la cola para pagar. Observo todos los anaqueles, casi vacios. Unos llenos del mismo producto repetido. No hay carne, unas poquitas verduras, no hay embutidos, ni pan, ni queso, ni refrescos, ni jugos, maltas, cereales. Ni una Coca Cola había. Qué desastre. Pagué, y bueno salí con mi bolsita esperando que no he hubiesen robado el carro. Gloria a Dios, allí estaba.
Así terminó mi aventurita en esa cola, dos horas y media de olor a orine, de humedad zuliana, de sensación térmica a 45 grados, de agua potable a 10 bolívares el vaso, falsas embarazadas, anaqueles vacíos y tres artículos casi inexistentes en la historia de mi nevera. Tenía más de dos años sin comprar leche, ¿será por eso que me suenan los dedos al escribir estas líneas?
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JAJAJAJA, y me reí con este articulo muchachoooo. Buenisimo Rafael, sigue asi, pronto me voy a meter en una odisea para comprar pañales, deseame suerte. Un saludo.
Muchas gracias Jesús por leernos y formar parte de nuestra locura periodística. Un abrazo.