Guión corto en metraje de un cine aceitoso
Por: Julio Naranjo. Ingeniero.
Pana. A veces bloguero
Tomaba la fotografía digital de la larga fila de personas en la que formaba parte junto a mi hermano, en esas raras ocasiones que compartíamos el rato y esperanzados todos en poder comprar “las entradas” de cualquiera de las funciones que las nuevas salas de cine de la ciudad ofrecía en las codiciadas tardes del lunes popular cuando de pronto, en mi incesante búsqueda de respuesta de la causa de espera escuché claramente el ¡Acción! de una película que reflejaba mi trayectoria por los cinemas de mi pueblo natal.
Fue por allá en el año 1987, cuando el Cine Miramar abría sus puertas ofreciendo en su gran “opening” función especial para niños, ideal para mi estreno por la edad. Aquel mágico momento cuando con el ticket en la mano, válido por una función, entré por vez primera en una sala de cine, emocionado me percaté de entrada y con asombro que el techo, solo cubría la sala hasta la mitad, dejando despejado el cielo sobre la pantalla como con intensión de producir un toque romántico de antaño, así como lo contaba mi tío Francisco, cuando las proyecciones se hacían abiertas en las plazas. De igual manera el aforo fue total de mayoría en niños y adolescentes, un buen caldo de cultivo para al momento de apagar las luces y comenzar a rodar la cinta la cual resultó una bomba de adrenalina que hizo explotar gritos, silbidos y hasta algunos vasos sin origen determinado al ritmo de cada trailer de películas tales como Terminator, Viernes 13 Jason Vive, La Noche de los Muertos Vivientes y otros clásicos del género. Como resultado de tal revuelta, la proyección de las comiquitas fue en realidad una comiquita que dejó secuelas de mis primeros traumas con lo que llaman estrés emocional.
Así fue mi estreno por la alfombra roja del séptimo arte, sin embargo, esa experiencia quedó opacada cuando en 1990 fui testigo y protagonista de un fenómeno sin antecedentes que me impactó al ver el efecto directo que tiene este tipo de expresión artística sobre nosotros, elementales espectadores. Un lunes del cual no recuerdo fecha de ese año, casi de manera colectiva y sincronizada, una masa de estudiantes de bachillerato de los principales liceos de la ciudad de Cabimas como La Escuela Técnica Industrial, Liceo Pedro J Hernández y el U.E Arístides Urdaneta, donde con orgullo estudié, se congregaron para el gran estreno de “ROCKY VI” en el cómodo, espacioso y añorado cine La Fuente, en esa tarde la sala colmada de jóvenes espíritus malandrines concentraba toda la energía propia del ímpetu y la irreverencia alimentada además por una cinta llena de emoción paternal al ver nuestros padres reflejado en ese gran héroe viejo y jodido que era Rocky Balboa, cada cuadro era un leño más para aquel candelero que poco a poco con los juegos y groserías se hacía más intenso llegando al límite en el gran final donde en plena ovación de pie a la opera prima de Stallone, la burla dirigida al popular “Sapo”, como cariñosamente lo llamábamos al administrador de la sala, por atreverse a dictar comando de orden y silenció bastó para iniciar la gran batalla campal dentro del recinto. No hay registro forense que determine como se originó la trifulca, solo sé que en un momento determinado, al abrir las puertas y con sentido de supervivencia logré salir y encontrarme con un mural azul marino, con blancusco y brillantes cascos, armados con rolos y peinillas listos para atajar la embestida de la manada. Sin evitar que me atraparan y neutralizaran con un gran coscorrón, en ese estado pude mirar alrededor, en un paneo panorámico con efecto bullet time, aquel caos en pleno centro de la ciudad, jóvenes corriendo entre los buhoneros, policías tal cual toros coleados atrapando objetivos, otros peleando a puños limpio, ni en las más fuertes protestas estudiantiles hubo tal magno bochinche.
Superado eso, solo restaba obtener el premio mayor en aquella época de la adolescencia que no era otra cosa que acceder a las funciones prohibidas con el provocativo aviso “Solo para adultos”. El Cine Miramar lo ofrecía todos los martes pero escalar la pared donde no había techo ya se hacía riesgoso porque el hecho de luchar el cupo con otros quienes querían “disfrutar” a mano limpia de la función. Entonces, en un gran esfuerzo de inteligencia y comunicación con compañeros de otros centros de reclusión llamados liceos, detectamos la ubicación de una sala clandestina, allá por Ambrosio, que casi por la mesada, y sin uniforme, accedías a una salón con un viejo video proyector conectado a un VHS, la estafa se dió cuando la cinta era censura tipo C, luego de eso cerraron.
Pudiese continuar sobre los estrenos y grandes momentos del cine en nuestra ciudad y la Costa Oriental del Lago, sin embargo, como hecho histórico de relevancia, en los últimos años viví el estreno con presencia del director, de una cinta venezolana titulada “CABIMAS DONDE TODO COMENZÓ” de Jacobo Penzo. Aunque la gala fue por todo lo alto en el majestuoso teatro del Centro de Arte Maracaibo “Lía Bermúdez”, irónicamente, un largometraje de producción nacional sobre la historia de la ciudad fue proyectaba en la capital del estado y no en Cabimas por falta de salas de cines y teatros. Luego de eso, algunos esfuerzos con unidades móviles y de improvisadas instalaciones se presentó a los habitantes. Todo esto formó parte de un gris y seco período donde los no teníamos espacios para el disfrute de los sueños en la gran pantalla.
Hoy en día, en un reconocible esfuerzo, se abrieron las puertas nuevamente en la ciudad de pequeños, algo incomodos en el servicio y poca variedad de títulos para el espectador pero con disposición de recibir las ansias y hambre de entretenimiento de un público declarado amante del séptimo arte y quizás dejando a un lado todavía el valor netamente artístico para el desarrollo de nuevos talentos pero permitiendo escribir otro guión donde se desarrolle la historia que nos merecemos.
Es por ello, que ya tomada la fotografía de la extensa fila de personas volví a mirar aquellos rostros de mi alrededor de niños ansiosos, jóvenes y adultos comentando sobre sus expectativas y otros que expresaban sus percepciones, pero siendo lo más importante el encontrar un espacio para el reencuentro y sano disfrute como lo hacía con mi hermano y ahora nuestras esposas.
En resumen y para comprender mejor, “El cine no es un trozo de vida, sino un pedazo de pastel” Alfred Hitchcock.
Texto cortesía: Julio Naranjo-@juliusF1
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