Argentina versus el vuelo más angustioso de la historia

Argentina versus el vuelo más angustioso de la historia

La selección argentina de fútbol ganó su tercera Copa Mundial de la FIFA. Nuestro editor, como fiel fanático, siguió el torneo desde cualquier lugar: incluso en un avión.

Por: Rafael Sulbarán Castillo. Periodista. Se compró la franela de Argentina y no le queda

Caminaba con mi celular en la mano y los audífonos bien puestos. No escucho nada a mi alrededor, solo veo gente caminando inquieta con su meleta a cuestas. Otros están sentados despreocupados, aburridos tal vez, aguardando el llamado.

Yo no estoy aburrido, estoy preocupado allí en el aeropuerto Internacional Camilo Daza, en Cúcuta, Colombia, porque la selección argentina de fútbol se juega su clasificación a los octavos de final ante Polonia en la Copa Mundial de la FIFA Catar 2022.

Argentina perdió sorpresivamente su primer partido del torneo 2-1 ante Arabia Saudita. Como dijo mi primo Ramón: «Siempre pasa lo mismo con esta Argentina». Pero el equipo dirigido por Lionel Scaloni mejoró su fútbol ante México y liderados por el otro Lionel, el diez, Lio Messi, ganaron 2-0 y volvieron a la vida.

Los argentinos necesitaban ganarle a los polacos para asegurar el primer lugar de su grupo y así evitar el enfrentamiento en octavos de final con los franceses. Es decir, si Argentina quedaba en el segundo puesto jugaría ante Francia, equipo que lo eliminó en la misma instancia cuatro años antes en el mundial de Rusia, donde los galos levantaron el trofeo.

Con el empate se respiraba (siempre y cuando no le ganara Arabia Saudita a México) y con una derrota se quedaban afuera. Todos esos escenarios se cruzaron en mi cabeza en ese momento. Por cuestiones de la vida, me tocó viajar, tomar un vuelo en avión entre Cúcuta y Bogotá justo a la hora del partido, por eso sintonicé la radio en el celular.

El primer tiempo lo escuché casi en su totalidad sentado, esperando el llamado de Avianca. Argentina se paseaba la cancha con varios intentos fallidos. Yo trataba de seguirlos entre los gritos del narrador colombiano, la publicidad cada 30 segundos y la niña que se le escapaba a su mamá entre los pasajeros.

Llegó la hora de mi vuelo. El reloj del partido en Catar indicaba 30 minutos y los argentinos nada que anotaban. Tampoco los saudíes y mexicanos. Chequearon mi boleto, todo bien. Me quitaron la maleta para llevarla a la bodega porque el vuelo estaba sobrevendido (cosa rara ¿no?). La fila era larga y Messi seguía regateando sin éxito.

Avanzamos poco a poco. El reloj en Catar se puso en 35 minutos. Messi también avanzó, pegó un brinco buscando el balón, el portero polaco hizo lo mismo pero le marcó una falta. Messi cayó al suelo y el narrador, un poco confundido, dijo que parecía falta. «Van a revisar el VAR, el VAR…posible penal para Argentina». La cola avanzó, el árbitro también, consultó con sus colegas y esperó unos segundos.

Damos dos, tres cuatro pasos. El señor de negro también. Levantó la mano, dibujó un cuadrado en el aire, empezó a correr señalando el punto en el área: «penaaaaallll para Argentina, hay penal para Argentina». Yo casi doy un brinco, todavía en la fila. Agité mi brazo derecho como cuando recibo la quincena: «Vaaaamos Argentina», pensé en un grito interno.

Lionel Messi tomó el balón. El rosarino marcó en sus dos partidos previos de la copa: ante los saudíes de penal y de rolling a más de 30 metros ante los mexicanos. El diez se preparó, nosotros también. Me encuentro ya en el túnel, a unos 10 metros del avión, Messi está más cerca de su pelota, la impactó y esta salió disparada hacia la derecha, firme, pero con poca altura. Wojciech Szczesny, el grandioso portero de Polonia voló también, en la misma dirección del esférico. Dio un salto felino que adornó estirándo muchísimo su brazo derecho. Pum: atajada. El balón impactó al polaco y se salió hacia el corner.

«Tapó, tapó Szczesny, tapó», gritó el narrador de Blu Radio a mil por hora mientras yo salía de mi estado de catatonia futbolística y suelto un: «Coño de la madre». Agité mi brazo izquierdo en señal de protesta. La angustia llegó y se quedó allí un rato con los malos pensamientos: Argentina va a perder.

Con la molestia por el penal errado, finalmente abordamos el avión. Argentina seguía intentando abrir el marcador pero el verdugo porterazo lo evitaba. Me siento en el puesto del pasillo y el primer tiempo se terminó. «Con este resultado, Argentina enfrentaría a Francia en los octavos de final», recalcaba el comentarista.

Con el cristo en la boca

¿Cuánto tarda un avión en despegar luego de estar completamente lleno? No lo sé, pero en esta oportunidad nuestro avión demoró 15 minutos, exactamente el tiempo estipulado para el descanso y la charla en los vestuarios. Scaloni seguramente daba su charla motivadora o sus regaños pertinentes a los muchachos. Mientras, nuestro avión se llenaba, listo para salir. «Por favor apaguen sus dispositivos o póngalos en modo avión», recomendó la azafata. Arrancó el segundo tiempo y el avión también.

La ciudad de Cúcuta se encuentra en el norte de Colombia, a unos 600 kilómetros de Bogotá, la capital, que está ubicada en el centro del país. En avión, el recorrido es de un tiempo estimado de 45 minutos…exactamente la extensión de un parcial en el fútbol. «No puede ser, me perderé todo», pensé.

Avianca supuestamente tiene servicio de WiFi en sus aviones, busqué la señal pero no se conectaba. Busqué la radio en línea, pero el donosaurio de Google se burlaba de mi. Abrí la aplicación del la FIFA y me salía un balón y una red diciéndome que no tenía conexión. Mientras lo intentaba, pensaba que ojalá sí hubiese conexión entre Julián Álvarez, Messi o Lautaro Martínez para que Argentina lograra el triunfo.

Mil escenarios se paseaban por mi cabeza mientras el avión atravesaba las nubes. Menos mal que Spotify y su señal Off Line me acompañaron. «Si la transmisión del partido se puediera escuchar off line», pensé, pero es mucho pedirle a la tecnología, no sé.

Viajar así es una se las cosas más angustiantes que un fanático puede expirimentar. La ansiedad recorre tu ser, tu cuerpo, no estás quieto y los pensamientos negativos se vuelven más grandes. Pero bueno, debía conservar la calma y gracias a Dios lo estaba logrando, pero el corazón de pronto daba brincos.

El avión avanzaba y el partido también, el aterrizaje sería algo así como el pitazo final para averiguar si Argentina seguía en el mundial o le tocaría la grandísima Francia de Kylian Mbapé. Mientras, Spotify me llenaba de rock el cerebro que se mezclaba con un gol de Messi, con tres paradas de Szczesny y los memes buslándose de la derrota argentina.

El reloj siguió: 25 minutos. «Por favor que Enzo Fernández tenga un chance como en el partido anterior»., ligaba. Más minutos: 35. Todavía falta. 40 minutos: «Diosito, que Argentina no esté sufriendo por empatar a última hora», rezaba. 45 minutos: «ya el cuarto árbitro debe tener en sus mano la piazarra del tiempo adicional», me explicaba. 50 minutos: «en este mundial han dado mucho tiempo de reposición, seguro ya está terminando», volvía a pensar.

El vuelo también llegaba a su final, el avión descendía mientras llegaba Coldplay con su rock suave a ritmo de: «All i can think about is you», pieza que al final tiene un remate de piano prodigioso, un final feliz, arriba, fuerte. «Ojalá que este vuelo tenga ese final feliz», me dije.

El avión bajó, siguió bajando y yo me preparaba para, una vez la llanta tocara el suelo bogotano, mi dedo pulgar chocara con la pantalla del celular para abrir la aplicación FIFA y conocer el destino argentino.

La nave continuó descendiendo, el ruido del motor se mezcló con Chris Martin y su piano: «All i cant…», la rueda del avión chilló contra el pavimento, el viento intentó parar el Airbus A320 como el portero polaco al tiro de Messi, el ruido se hizo fuerte, la física me pegó aún más al asiento, pero en un movimiento rápido, tomé mi celular activé los datos. Pasaron 10, 15 segundos, la aeronave avanzó por la pista perdiendo velocidad, llegaron los datos, miré la copita catarí en la pantalla, pulsé mi dedo contra ella…y…«Argentina venció 2-0 a Polonia y es líder del grupo C», me anunció un titular.

«¡Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii! Bendito sea, gracias Dios mío», grité interiormente. Final de vuelo feliz, me iré contento al hotel. El cinturón de seguridad evitó que me parara y diera un brinco. Argentina ganó: estoy contento.

A partir de allí solo pensé en la cábala: ¿debía montarme en otro avión para que Argentina ganara el siguiente partido?

No.


Foto: AFP.

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