Cuando uno es un adolescente grande es difícil incluir en su lista de respeto a un personaje nuevo. Pero a veces el carisma, una buena palabra, las ganas y las vivencias hacen que uno cambie de opinión
Por: Rafael David Sulbarán.Periodista. Ya no está en Cabimas
Muchas veces me llevé una sorpresa al darle sorbos a una lata de cerveza abandonada en plena fiesta familiar. A que mi tío Hugo siempre lo hacía, por pura curiosidad pero era realmente horrible hallar esa desagradable colilla de cigarro allí estampada en el fondo. Veías y saboreabas literalmente al demonio. Pero en muchas ocasiones solo había cerveza, esa bebida ácida que no entendía por qué bebían tanto y tampoco entendía por qué tenía la curiosidad de tomarla. A veces lo que hacía era que disfrazaba la cerveza con algún refresco, ya sea de cola que le daba un sabor original. Así era más agradable practicar los primeros pasos en el consumo de alcohol.
La primera cerveza que recuerdo beber, así poquito y oficialmente, fue una que nos ofreció mi padre después de almorzar en un restaurante en plena playa de Juan Griego, esa ciudad donde nació mi abuela Carmen en la Isla de Margarita, oriente de Venezuela. Luego de comer un pescado sabroso, papá ordenó una Polar negra y nos la sirvió en un vaso, «como un digestivo. Esto les va a ayudar a bajar la comida», expresó mi papá Onelio Sulbarán por allá en ese viaje de 1993. Escribo «nos», porque compartí la bebida con mis hermanos Daniel y Rodolfo. Ya había probado la cerveza anteriormente, por allí tenía apenas 11 años de edad, pero esa fue la primera que me ofrecieron así, abiertamente, aunque fuese compartida.
Una vez, mi tío político Argenis Meleán me invitó a ver la Vuelta al Zulia, la competencia de ciclismo que tenía su parada en nuestra natal Cabimas, ese puerto petrolero importante del occidente venezolano. Recuerdo clarito que en su Chevette con trompa de Fiat Ritmo que cariñosamente le decíamos «El híbrido», recorrimos la avenida Intercomunal y nos estacionamos a un lado para poder ver a los ciclistas pasar. A mis pies una pequeña cava blanca marchaba repleta de hielo y bebida.
– Fucho, pasáme una cerveza- me dice Argenis. Yo tomo la botellita bien fría, la destapo y se la paso. Se tomó un gran sorbo y se estiró metiendo la mano en la cavita, sacó otra botella y la destapó. Yo pensé que se la iba a tomar también, pero no…
– Tomá, echáte una- me dijo. Yo lo miré con sorpresa y con la timidez que me caracterizó siempre, la tomé y di un primer sorbito. Estaba bien fría. Esa fue la primera cerveza que me bebí solito, sin robarla, sin compartirla. Y bueno, me la ofreció el gran Argenis Meleán por allá en 1996.
No recuerdo cuando fue la primera vez que vi a mi tío, creo que fue en la calle, pero el primer momento sólido que tengo de él fue un domingo en la casa de mi abuela Carmen, en la cocina, mi tía Marianela «Nela» Castillo, estrenando novio y cocinando pasta, su famosa pasta. Por su puesto la cerveza estaba presente y el buen humor, siempre el buen humor.
Argenis Neptalí Meleán Rosario viene de una familia humilde. Su papá, el señor Antonio y la señora Carmen, su mamá, sortearon la crisis económica de mediados del siglo 20 para las familias venezolanas que estaban fuera del círculo ventajoso del petróleo. Con mucho esfuerzo lograron sacar la familia adelante. Mi tío es el menor. Terminó la carrera de Economista en La Universidad del Zulia y desarrolló su trabajo como docente en la Universidad Nacional Experimental Rafael María Baralt, en Cabimas. Allí fue donde conoció a mi tía que también daba clases siendo docente integral.
Yo siempre pensé que no iba a tener tíos políticos, porque mi papá no tuvo hermanos y las únicas dos tías directas que tengo estaban solteras. Pero bueno ese año tía Nela conoció a Argenis y de allí no se volvió a separar. El gordito Argenis iba regularmente a la casa de mi abuela y poco a poco se fue integrando a la familia.
Es difícil cuando ya uno es un adolescente grande, acostumbrarse a tratar a una persona como tío oficialmente, y sobre todo, en medio de nuestra cultura venezolana, «pedir la bendición». Para los que no saben, en Venezuela se acostumbra a pedir la bendición a esos seres queridos como a los padres, abuelos, tíos y primos mayores. Se acostumbra a decir esto:
– Bendición mamá-
– Dios me lo bendiga y me lo acompañe hijo- esa es la dinámica. Es un símbolo de cariño, de respeto, de admiración y por supuesto de tradición. Hay personas que sin ser familia de sangre se ganan ese derecho, pero son almas que forman parte importante de uno, muy cercanas.
Bueno, entonces como pedir la bendición se gana con el tiempo, con las vivencias, Argenis cuando llegó a la casa era simplemente el novio de mi tía. Había una sensación rara con eso, porque era la pareja de ella, pero quizá no había compartido lo suficiente como para ganarse el título de tío y que le pidiera la bendición.
Y bueno, poco a poco Argenis fue haciendo su trabajo, y no fue a punta de cervezas, aunque casi siempre estaban presentes, fue a punta de vivencias, de consejos, de una palabra oportuna en un momento difícil, de un apoyo económico cuando lo requería, en fin se ganó el título de tío y el derecho a pedirle la bendición.
Rafael: a vos te está quedando pequeña Cabimas.
Argenis Meleán
Recuerdo exactamente cuando me dijo unas palabras sinceras esa noche en medio de palos en una cervecería. Yo estaba a punto de ingresar a la universidad a mis 17 años. Me tomó del brazo y me dijo:
– Aprovechá la oportunidad, no dejéis perder este chance que te brinda tu padre para poder ser alguien. Si te gusta el periodismo echále bolas, no te distraigáis que vos vais a ser bueno. Confío en vos- me dijo. Tal vez en ese momento podría pensar que son vainas de palos, pero no lo eran. Al otro día bueno y sano me lo volvía a decir. Esas palabras quedan.
Y bueno, comencé mi carrera y siempre fue un apoyo, una motivación a seguir. Recuerdo una vez que me llevó a Maracaibo y me compró unas botas Puma y unas Olimpikus porque yo no podría ir con zapatos feos a la universidad. También me regaló los zapatos de gala cuando me gradué. También fue un apoyo económico muy importante en los últimos semestres cuando mi padre tuvo problemas para pagar la universidad porque se quedó sin trabajo por el paro petrolero de 2002.
Luego me animó a conseguir trabajo. Me llevó a Maracaibo una vez que me llamaron a entrevista en el Lía Bermúdez. También me prestó una chaqueta cuando fui a dejar mi hoja de vida en Petróleos de Venezuela.
Pero más allá de todo esto siempre fue una palabra, un consejo, un «echále bolas Fucho». ¿Cómo no se va a ganar mi respeto?
– Chamo a vos te está quedando pequeña Cabimas-, me decía siempre al ver que por mi trabajo ya estaba requiriendo salir de mi ciudad natal y emigrar a hacer periodismo en otro lado.
Son tantas las anécdotas con él que es difícil ponerlas todas. Una vez fuimos a Caracas junto a mi tío Antonio. Viajamos en su Hyundai Accent verde y de verdad fue un vacilón total recorriendo la capital buscando arepas y dónde orinar.
Otra vez fue demasiado cómico. En Maracaibo me hizo ir a un restaurante llamado Mi Vaquita. Allí estaba con dos amigos profesores. Se bebían una botella de whisky. Al rato salimos y nos paró la policía que nos dejaron ir porque los viejos eran demasiado cómicos, le echaban chistes a los pacos, les bailaron y se los ganaron en simpatía. Yo sí estaba asustado, ellos no. Argenis no.
Argenis fue uno de esos seres que dejan huella en la familia, dejan una marca donde van. Su personalidad arrolladora se distingue, sobresale. No se olvidan las frases «Viva Copei», que gritaba efusivamente cada vez que tocaba el tema político o por cualquier vaina, «Pícalo gallo», cuando bailaba, «Agua para Tolosa» cuando empezaba a llover.
Por cierto, esa frase la dijo justo cuando entraba a la casa de abuela ese día de 2004 y comenzaba a llover duro. Provocó mojarse afuera en el frente y bañarse en la lluvia. A mi tía Nela se le ocurrió tomar la cámara y Argenis sacó dos vasos con ron…qué buen recuerdo podemos ver en la foto.
Siento que esta nota la voy a editar tantas veces cuando recuerde una anécdota. La editaré pensando que no pude estar en su velorio, en su entierro cuando precisamente salí de Cabimas porque ya me quedaba muy pequeña. Bendición.
Aquí dejo una de sus canciones preferidas: «Smooth», de Carlos Santana con Rob Thomas.
Excelente primo! El gran argenis Melean ?ami me pasó lo mismo con eso de pedirle la bendición pero a la
Final se la ganó
Gracias Eudomario por leernos. Qué bueno te gustó el texto, un abrazo en cuarentena.
El Gran Argenis Melean imaginate, Super Folklorico lo maximo, una vez llego a la casa que le hicimos unas arepas a Ramon Cordido que estaba de visita y ellos mi mama ,Tia nela y el venian de maracaibo de comer y ese dia se comio muchas arepas jajaja todos decian vertale menos mal que ya habias cenado! Muy bueno recordarlo… un beso primo Fafavid muacks!
Jajajaja qué bonita y suculenta esa anécdota. Un abrazo Isabel.