Cubanos afrontan nueva realidad
Por: Rosa López.Periodista
Un cartel con el rostro de Fidel Castro está pegado sobre el cristal del deteriorado local. Hace años, algún travieso chiquillo le pintó de color oscuro el blanco de los ojos y el efecto es intimidante, pero casi nadie lo ve. El hombre que quiso ser imprescindible y omnipresente para los cubanos ha terminado por semejarse al aire, que pocos perciben aunque esté por todos lados.
Aprender a vivir sin Fidel Castro ha sido una asignatura cursada a toda celeridad por muchos cubanos durante estos años de convalecencia del Máximo Líder. Sin embargo, en los últimos días los rumores sobre su muerte han vuelto a aparecer y hay quienes desempolvan recuerdos o se apuran por cerrar el capítulo nacional donde él tuvo demasiado protagonismo.
La familia de Adela fue de las primeras en su barrio de la Víbora en poner en la puerta la frase “Esta casa es de Fidel”. Desde entonces y hasta ahora, esta mujer solo le ha rendido culto al hombre que, en la foto colgada en una pared de la modesta vivienda, lleva barba y uniforme militar. “Yo soy fidelista hasta la muerte”, afirma casi con furia delante de los nietos que no parecen haber salido tan fervientes como la abuela. “Aquí todo lo malo que ha pasado es que no le han hecho caso”, explica la señora. Para ella, la ausencia de los últimos meses se debe a que “de seguro está escribiendo algún libro, sus memorias o algo así”.
En un pueblito perdido en las lomas del Escambray, Juan Manuel no piensa igual. “A lo mejor se murió hace tiempo y están esperando el momento para dar la noticia”, cuenta este campesino de 28 años que habita en uno de los edificios de concreto en la zona donde fue trasplantada “gente confiable” después de los sucesos del Escambray en los años sesenta. Aunque viene de una familia de militares, el joven parece poco interesado en la política y habla de Fidel Castro en pasado. “Yo lo vi una vez que pasó por aquí en jeep, pero entonces era un hombre lleno de energía”, cuenta haciendo un esfuerzo por recordar.
Otros, más espabilados, llevan el registro del tiempo que el Máximo Líder no aparece en la televisión nacional. “Hace como un año que no ponen una imagen de él en vivo y en movimiento. Últimamente, no hemos visto nada más que fotos fijas”, cuenta Miguel, un militante del Partido Comunista que vende discos con música y películas en una calle del Cerro. “Si Raúl ha podido arreglarse con los yumas es porque ya él debe estar muy mal”, teoriza y cuando menciona el pronombre personal hace un leve gesto con la mano para dibujar una barba en su mentón. Todo el que lo escucha sabe de quién está hablando.
Sin embargo, más allá de las especulaciones, las pasiones y las indiferencias, hay realidades que apuntan al desvanecimiento de la figura de Fidel Castro y a su protagonismo en la vida nacional. Desde hace más de un año, ningún chiste callejero lo incluye entre sus personajes, aunque los cuentos de Pepito con Fidel Castro inundaron la imaginería cubana durante décadas. Tampoco se ha sumado ningún apodo nuevo a este hombre que llegó a tener en la lista de sus motes decenas de epítetos, insultos y sobrenombres. Significativo resulta también que no le hayan colgado el calificativo del malvado de la telenovela de turno, aunque por estos días hay varios de esos culebrones en la pantalla chica. Fidel Castro está muriendo en el imaginario colectivo.
Ana María nació con el nuevo milenio y ahora está terminando la escuela secundaria. “Sí, en los libros de texto tenemos muchas frases de él”, explica esta adolescente que pertenece a una generación que solo tiene memoria de un Fidel Castro convaleciente. “Mi abuelo me ha contado algunas cosas de como era antes, que daba discursos de varias horas”, narra como si hablara de algo muy remoto. Si se le pregunta sobre el largo tiempo que el otrora presidente ha estado sin aparecer en público, solo se encoge de hombros como si no hubiera pensado en el tema.
Una broma profética se está cumpliendo. Aquella que afirmaba que en las enciclopedias cubanas editadas en el año 3000, la ficha de Fidel Castro tendría una escueta oración. “Político de la época de la orquesta Van Van”, aseguraban jocosamente quienes repetían aquel chiste. Para los nacidos en los últimos años, el Comandante en Jefe será recordado como un anciano que aparecía esporádicamente en fotos, escribía sobre la moringa y vestía con un chándal deportivo.
“Lo cierto es que ‘Los Cinco’ llevan un montón de días aquí y él no ha salido ni para darles un abrazo, eso es una clara señal”, asegura un fisioterapeuta que cada mañana conversa con los ancianos que vienen a tratarse en un céntrico policlínico habanero. “Aquí viene la gente con todo tipo de historias, que si le dio un derrame cerebral, que si lo van a desconectar de las máquinas después del 8 de enero, que si está congelado, pero yo voy a creerlo solo cuando lo vea”. Para concluir y mientras ayuda a una señora a incorporarse de una silla, asegura que “ya he perdido la cuenta de cuántas veces lo hemos enterrado”.
A las afueras del Hotel Inglaterra, un periodista extranjero le pregunta a una joven: “¿Qué va a pasar si se muere Fidel Castro?”. Su mal uso del español le ha hecho caer en un error muy frecuente y decir “si” en lugar de “cuando”, que sería lo correcto en ese caso. Una palabra equivocada y el reportero ha dejado abierta la posibilidad de la inmortalidad.
Las leyendas de un retorno vital también se mezclan con las especulaciones de las últimas semanas. “Ese, ese está esperando que pensemos que está frío para volver”, explica el custodio de un almacén cercano al río Almendares. Su hipótesis es compartida por un viejo funcionario defenestrado. “No, hasta el 10 de enero no va a reaparecer porque está de reposo”, asegura mientras narra que su fuente es muy cercana.
Los últimos años de Fidel Castro están transcurriendo entre rumores, especulaciones y olvidos. Son señales de que la noticia sobre su final no tendrá la repercusión social y política que hubiera causado hace una década.
Texto y fotos cortesía Runrunes.com
Rosa López, 14ymedio.com
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