Lo que acostumbra ser una celebración solemne y un día festivo en Venezuela se convirtió en un festín sangriento cuando autodenominados colectivos decidieron tomar por asalto el Palacio Federal Legislativo y este espacio de debate se convirtió en la jaula de unas 350 personas
Por: Génesis Carrero Soto|El Pitazo
Gritos, explosiones, paredes manchadas de sangre, preocupación, miedo. Eso fue lo que vivieron este 5 de julio las 350 personas que se encontraban dentro del Palacio Federal Legislativo, donde la conmemoración de los 206 años de la firma del Acta de la Independencia de Venezuela se vio empañada por la violencia y la anarquía.
El horror que vivieron diputados, miembros de la prensa y trabajadores de la Asamblea Nacional (AN) no se limitó a la irrupción de grupos violentos. Salir de allí fue toda una odisea para estas personas que soportaron un encierro de nueve horas, hambre, sed, golpes, insultos y desamparo.
Los violentos se mantuvieron apostados en los alrededores de la Asamblea Nacional después del ataque y amenazaban con volver a entrar. Durante más de ocho horas parlamentarios, prensa e invitados estuvieron secuestrados por estos grupos chavistas, que en ningún momento fueron reprimidos por la Guardia Nacional, pese a que en innumerables ocasiones amenazaron con entrar de nuevo.
A las 6:00 pm se inició un plan de contingencia para desalojar a los que se encontraban en Palacio. La Guardia Nacional hizo un pasillo de seguridad desde la esquina de la Ceiba hasta la sede administrativa de la AN en Pajaritos, lo cual no evitó una lluvia de botellas y cohetes que puso en peligro a cada uno de quienes avanzaron por allí y que obligó a muchos guardias a recibir impactos para resguardar a quienes evacuaban.
Ya casi a las 7 de la noche, el terror se mudó a los estacionamientos de la torre administrativa de la AN, donde unas 80 personas que no tenían carro debieron valerse de la buena voluntad de algunos conductores para poder salir sin riesgo de estos espacios, también asediados por los violentos, y acabar con la pesadilla de este 5 de julio
Todo esto fue precedido por un aguacero que obligó a quienes estaban en el recinto legislativo a replegarse a los pasillos y sentarse cual campistas a compartir la poca agua y comida que algunos tenían, mientras los oficialistas seguían lanzando cohetes, ahora con el “oh eh oh la Constituyente va” como fondo musical para azuzar el cansancio de los que seguían atrapados.
Desde antes de las 8 de la mañana, cuando el tren Ejecutivo, encabezado por Tareck El Aisami, ingresó a las instalaciones del Legislativo para realizar el acostumbrado acto solemne ante el acta de la independencia, ya el ambiente era tenso. Muchos dentro del Palacio presentían que sería un día duro, pero nadie imaginó que la jornada dejaría un saldo de 14 heridos y “un lamentable precedente para la historia republicana”, como lo apuntó el presidente del Parlamento Nacional, Julio Borges, horas después, cuando salió a los jardines junto a todos los diputados y condenó los hechos vividos en el Palacio Federal.
Aseguró que en el ámbito internacional condenaban el hecho y acusó al presidente Nicolás Maduro de ser el responsable de estos hechos por incitar a la violencia.
Asalto a la asamblea.1ra detonación
Tras la irrupción de las autoridades del gobierno al parlamento, que se registró sin saldos violentos, los diputados opositores se dispusieron a ejecutar el primer acto solemne, que arrancó a las 9:50 de la mañana en el Salón Elíptico y frente al Acta de Independencia. El evento fue tan breve como el discurso del presidente del Legislativo, cuyas palabras se resumen en la necesidad de “rescatar la voluntad cívica para ser indeclinablemente una República civil” sin liderazgos militares.
A las 10:36 se inició el segundo acto: la sesión solemne en el Salón Protocolar de la Asamblea, donde la diputada Elymar Díaz, con una cinta tricolor en la frente, dio lectura al Acta de Independencia del 5 de julio de 1811.
A la lectura siguió el esperado discurso de la oradora de orden, la profesora e historiadora Inés Quintero, quien subió al estrado en medio de los rumores, que ya corrían, de que los oficialistas ingresarían al Palacio. La profesora inició sus palabras felicitando a los ciudadanos y recordando que la declaración de la independencia, “además de convertirnos en un Estado libre, legitima el poder que emana del pueblo, porque en él recae la soberanía”.
En ese momento se escuchó una primera detonación en los jardines del Parlamento, detonación que solo advertía lo que estaba por venir.
Segunda y tercera detonación
“Ya va siendo hora de eliminar la presencia de la Fuerza Armada dentro de este evento exclusivamente republicano” se le escuchó decir a Quintero, a la vez que dos detonaciones más hicieron estremecer el salón y provocaron un aplauso de los presentes, que alentaban a la oradora a mantener su discurso pese a la amenaza.
Durante media hora, Quintero se paseó por la historia, la importancia de la separación de poderes, la vida republicana y la obligación moral e histórica de preservar la democracia, mientras que a las entradas del Palacio Legislativo se agrupaban al menos 50 personas; advirtieron que harían “un plantón” de seis horas. “De aquí no saldrá nadie”, gritaban desde la reja este del Legislativo.
Cuarta, quinta y sexta detonación
La tensión se notaba en Quintero, quien hacía pausas y miraba a su alrededor mientras seguía con sus palabras. “Hoy nos corresponde a todos comprometernos con el sostenimiento de la República”, finalizó la profesora y los aplausos, que volvieron a darse, estuvieron acompañados de otras tres detonaciones.
“Orgullo, satisfacción y fuerza nos da está sesión, sabiendo que contribuimos con la vida republicana del país”, cerró Julio Borges antes de salir del Salón protocolar.
Séptima y octava detonación
Todo el mundo, diputados, trabajadores de la prensa, empleados de la AN e invitados, salieron del salón de sesiones y se apostaron en los jardines del Palacio sin saber que en ese momento se iniciaría un festín de terror. Dos detonaciones seguidas de algunos gritos dejaron ver lo que más temían los presentes: al menos unas 30 personas que se identificaban como miembros del colectivo La Ceiba, asaltaron el Palacio Federal Legislativo bajo la dirección del conocido conductor de VTV Oswaldo Rivero, quien asumió la responsabilidad de los hechos.
Armados con tubos, palos, piedras, morteros, bates, navajas y hasta armas de fuego, estos civiles amedrentaron, robaron, insultaron, golpearon y asediaron a las 350 personas que se encontraban dentro de la Asamblea, 108 de ellas trabajadores de la prensa, 94 diputados y el resto trabajadores de la AN.
Como dantesca se podría describir la escena de este 5 de julio. Algunas personas, al ver la turba, lograron entrar a la oficina de la Secretaría, pero otros solo tuvieron oportunidad de agruparse y “esperar lo peor”. En una esquina se podía ver como un sujeto halaba por el cabello a una periodista para robarle su micrófono. Del otro lado, dos hombres con tubos golpeaban a un fotógrafo para robarlo y más cerca de la fuente yacían en el piso los diputados Americo de Grazia y Armando Armas, gravemente golpeados por un grupo que les dio patadas, palazos y pedradas.
A varios periodistas, un encapuchado los azuzaba para que se arrodillaran y le dieran los celulares, cosa que los trabajadores de la prensa se negaron a hacer.
Novena, décima, undécima, duodécima… las detonaciones de explosivos y cohetes se volvieron imposibles de contar y eran tan ensordecedoras que casi logran tapar el ruido de los disparos que lanzaron desde el ala de la presidencia y cuya confirmación es un impacto en la ventana del departamento de Archivo de la Asamblea.
Los gritos no paraban de escucharse. Un gran grupo de gente logró entrar al salón protocolar antes de que los agentes de seguridad de la AN atraparan a uno de los paramilitares que ingresó al Palacio y cerraran las puertas para devolverlo a los jardines, minutos después, bañado de sangre. Dos diputadas fueron robadas dentro del baño; siete trabajadores resultaron heridos. Solo saldo negativo dejó esta turba a su paso.
En ese momento, casi diez minutos después del horror, intervino la Guardia Nacional, que lanzó una bomba lacrimógena desde el pasillo principal del Palacio con la que logró dispersar a los colectivos, que poco a poco salieron del recinto, considerado patrimonio histórico de la nación.
Pero el horror seguía dentro del recinto parlamentario y las paredes del parlamento quedaron como la prueba más contundente de la violencia y el vandalismo. Huellas de manos hechas con sangre, rastros del vital líquido en todas las paredes de entrada al salón de sesiones y a la enfermería fueron la muestra de que la barbarie estuvo allí.
Golpes de tubos, de palos, de cabillas, cortadas, moretones. Cada uno de los presentes en el Parlamento contaba sus heridas y trataba de reagruparse y ayudar a los que podía. Algunos fotógrafos fueron despojados de sus instrumentos de trabajo, otros sacados a golpes del Palacio Legislativo. La tercera irrupción de colectivos a la Asamblea Nacional fue por mucho la más grave registrada desde el pasado 24 de octubre, cuando por primera vez un grupo oficialista ingresó a la AN y fue controlado por el alcalde de Caracas, Jorge Rodríguez.
Quienes vivieron este drama en carne propia confirmaron que 206 años después de la firma del Acta de Independencia de Venezuela, que nos liberó del yugo español, el país sigue condenado a otras cadenas, las de la violencia, la polarización y la anarquía.
Texto original de Génesis Carrero Soto, publicado en El Pitazo el 06-07-2017