Regresamos con esta serie que nos trae la muy popular leyenda de la maestra en esta escuela zuliana una de las más grandes de la región
Por: Jessica González. Periodista.
María Nava es reservista del Ejército venezolano y durante mayo fungió como cuidadora del lugar. Se consideraba una mujer escéptica ante los comentarios de espantos que a diario escuchaba de parte sus compañeros, pero dos hechos cercanos al mundo de lo irreal cambiaron su perspectiva.
Fue la noche del 15 de mayo. Como de costumbre inició su jornada al lado de otros tres compañeros, pero al parecer había una quinta persona entre ellos. “Eran como las 2.00 de la mañana. Me sentí cansada y decidí acostarme un rato en el piso del escenario en el auditorio. Sentí cierto temor porque hay muchos cuadros de próceres patrios y sentía que me miraban”.
La dama resalta con una sonrisa nerviosa dibujada en su rostro que caminó por el lugar y luego se acostó y cerró los ojos con el fin de conciliar el sueño, pero algo la estremeció. “Me halaron el cabello y los pies. En ese momento di un salto y salí corriendo”.
El susto fue enorme, pero para su sorpresa, la anécdota no terminó allí. Cuenta que sus compañeros aseguran que cuando se asomaron al auditorio la vieron caminando acompañada de una mujer. “Fue en ese momento cuando dije: los muertos si salen”.
Lealtad en espíritu
El espíritu que acompañó a María esa noche no es desconocido para el personal directivo y docente que labora en la institución. Hasta los obreros con más años de experiencia conocen su historia, pero por temor y respeto se negaron a pronunciar la identidad del alma en pena.
Se trata de una maestra que laboró por más de tres décadas en el lugar. Era una mujer esbelta, dedicada y leal a su responsabilidad de enseñar a sus alumnos. Su muerte fue natural pero repentina, lo que según ellos marcó su ausencia intempestiva dentro de la escuela. Recuerdan que el féretro hizo su último recorrido dentro de la institución antes del sepelio, pero su espíritu no se fue del lugar. Sigue presente.
Violeta Rojas, (nombre ficticio), es obrera. Tiene 13 años trabajando en el área de cocina y asegura que sintió la presencia de la recordada maestra. “Aquí las cosas las dejas en un sitio y al instante ya no están. Escuchamos como se caen los utensilios y cuando vamos está todo en su lugar. Sabemos que es ella”.
La frase “niños compórtense” o “presten atención a la clase”, se escuchan en las noches más oscuras de las guardias de los más valientes vigilantes que pernoctan en el lugar, pues muchos se niegan a cuidar esta instalación. Algunos se llevan una Biblia como protección.
Comentan que constantemente se escuchan pupitres rodando y los silbidos en las canchas son frecuentes. Las luces y los ventiladores encienden y apagan. El espíritu de la maestra ya forma parte de la escuela. Su alma se niega a partir.
Referencia de historia y educación
Según el portal Crónicas de Cabimas, los representantes de la empresa Creole fueron quienes encargaron a Pedro Julio Maninat, supervisor de las escuelas petroleras, la creación de tres planteles en los años 1938-1939, para la subregión.
El 8 de enero de 1939 inició labores con el nombre de Escuela Concordia, y Jaime Valls Orta fungió como director. Lo acompañaban ocho maestras. En 1954, como homenaje póstumo a quien fuera su fundador, cambiaron su nombre a Pedro J. Maninat. En 1961 se consideró como una de las más calificadas instituciones educativas de la región y del país.
Las huellas de las niñas
Los vigilantes aseguran ver a dos niñas que entran y salen de las salas sanitarias y pasean por todos los pasillos cada noche. Desconocen su procedencia, pero las escuchan carcajearse como si jugaran entre ellas. En ocasionen se ven huellas de pequeños zapatos marcadas con agua que van de un salón a otro. Las secan y a los minutos aparecen de nuevo.
Fuente: Yéssica González. Publicado en el Diario La Verdad, Enlace original
Foto: OrfeoFM.
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