Mi paso por esa inolvidable escuela
Por: Rafael David Sulbarán.
Jefe editor. Le gusta el Doritos.
Se le está pasando la gripe
Recuerdo como si fuera ayer cuando se me informó que cambiaría de escuela. Era el año de 1991 y mi padre recibió un ascenso en la extinta Lagoven por haber obtenido su título de ingeniero, lo que significaba un cambio en nuestras vidas. Mis dos hermanos y yo, fuimos a parar a la escuela Las Cúpulas, de la ciudad de Cabimas. En este recinto escolar estudiaban los hijos o sobrinos de aquellos trabajadores pertenecientes a la “nómina mayor”de la industria, es decir, los de mayor rango en diferentes áreas.
El choque cultural fue enorme. Recuerdo que días previos a mi comienzo de clases, decía con orgullo a mis abuelos: “Ahora en mi nueva escuela jamás diré profe, les diré maestro o profesor”, es que los de Las Cúpulas tenían fama de ser los sifrinos, los hijos de mami, y yo ahora iba a pertenecer, o al menos estar de ese lado, pero nunca dejaría mis raíces “no sifrinas” que fueron orientadas en la Pedro Julio Maninat.
Papá tenía la costumbre de llevarnos a la escuela varios días después del inicio de clases, no sé porqué. Ese primer día por supuesto lo tengo clarito en la memoria. Octubre de 1991, en el salón de 5to grado, sección A, había llegado a una escuela totalmente diferente. Los extraños pupitres estaban agrupados en cuatro. Víctor Marín, Giancarlo Stella y Andrés Núñez conformaban el equipo junto a uno de los “nuevos”. Yo no era el único en su primer día de clase en Las Cúpulas, Luis Anzola el popular “Sonrisa” y Carlos Angulo también formaban parte de los debutantes. La maestra Rosa dirigía la acción. La muy recordada Rosa Marín, muy dulce ella, motivadora. Yo siempre fui un mal estudiante, y recuerdo que ella me decía con mucha firmeza: “Sulbarán, tienes buena redacción, escribes muy bien”…eso me llenaba de orgullo, aunque al principio no sabía lo que significaba. La maestra Rosa tuvo un gran ojo, nadie me había dicho nunca eso, y bueno por allí descubrí que la escritura me iba bien. Miren en lo que ha resultado.
Las Cúpulas era una escuela pequeña, solo dos secciones por grado. Mi hermano Daniel cursaba sexto y mi hermano Rodolfo, el menor, estaba en segundo grado. Los Sulbarán caímos bien, nos adaptamos bien. Aunque claro, fue un choque cultural a pesar de que estábamos en nuestra propia ciudad natal. ¿Por qué un choque? Las Cúpulas era una escuela de élite, parecía intocable, impenetrable, inalcanzable para muchos trabajadores y sus hijos, o la gente común. Fue una institución hecha pensada en los gringos. Si, en los hijos de los gringos que trabajaban a mediados del siglo y que todavía en los años 70 u 80 aún andaban por allí. En sus primeros años los estudiantes de Las Cúpulas iban sin uniforme, como en Estados Unidos. Entonces la escuela estaba concebida bajo este estilo, claro, pegados al sistema educativo nacional venezolano.
¿Cómo no iba a significar un choque cultural si por primera vez vi el inglés? Yo nunca había cursado esa materia, solo sabía decir yes y tal. La “teacher”Diana Texeira fue un amor.
– ¡Good morning class!
– Good morning teacher.
– How are you today?
– Fine, thank you. And you?
– Fine. Sit down please.
– Thank you teacher.
Con este pequeño diálogo la profe de inglés daba inicio todos los martes y viernes a las muy emocionantes clases, donde interactuábamos, jugábamos, veíamos películas, conversábamos…todo en inglés. Claro, yo casi no hablaba. Recuerdo que en uno de esos viernes de películas vimos “Un detective en el kinder”, totalmente subtitulada y con su audio en inglés.
Logo Writer fue el primer programa que yo utilicé en computadora alguna. Nunca había tocado una, y creo que había visto pocas. En Las Cúpulas con una amigable tortuguita realizábamos dibujos y otras cosas, aprendiendo de computación en 1991-1992, de pana estábamos avanzados. Todo eso fue nuevo, no solo para mí.
El sacapuntas eléctrico. El aire acondicionado digital. Se me partía un lápiz y podía ir cómodamente a la despensa a buscar un Mongol nuevo. Los recordados paseos a Maracaibo, organizados por la pintoresca profesora Fanny de Bellera, donde hacíamos una magistral parada en el Centro Comercial Costa Verde y nos atragantábamos de comida en Burguer King o Pizza Hut, y rematábamos en Chocolamú, una tienda de dulces importados. Eso también fue nuevo.
Yo no estaba acostumbrado a llevar lonchera, en Las Cúpulas un año antes de mi entrada eliminaron la cantina, así que debía llevar comida, en medio de ese extraño horario de mañana y tarde, el famoso doble turno. Entrabamos a las 7:30 am y salíamos a las 12.00 m. Nos íbamos a casa a almorzar y regresábamos a la 1:30 pm. Nos moríamos del sueño hasta las 3:00. Muy particular este horario. Las fiestas de despedida o vacaciones eran muy particulares también.
En 1992 la serie de golpes de estado que vivió Venezuela, hizo que se suspendieran aquellos famosos viajes donde los estudiantes tenían un encuentro con el Presidente de la República en Caracas. Por esa razón no pudimos conocer Miraflores, pero ya en sexto grado, como regalo de graduación nos dieron un paseo de fin de semana por Trujillo y La Puerta. Yo creo que nunca me he bañado más en una piscina en medio de montañas. La profesora Marilux Portillo sencillamente inolvidable me daba alientos luego de la muerte de mi abuelo y mi destacada participación en el festival de la canción, donde canté orgullosamente una gaita perijanera, junto a Elba y Rossana “La gaita de Santa Lucía”, dirigido por el profesor Eberto Quintero. Por cierto, La Cúpulas lleva hoy su nombre.
Grandes amigos quedaron de esa experiencia, amigos inolvidables que hoy por hoy siguen cerca. Mi compadre Jesús Pérez se esforzaba por destacar en el equipo de beisbol y lo lograba. Hoy por hoy mantenemos una grandiosa y cercana amistad. Alberto González siempre en su rincón fue un gran amigo, en la actualidad sigue siendo el mismo pero ya graduado de ingeniero. Víctor Marín por igual, ese gran amigo muy agradable para conversar de cualquier tema. Muchos siguieron conmigo hasta mi graduación en quinto año en el Instituto Simón Bolívar de Ciudad Ojeda. Elba Parra, Giancarlo Stella, Gilberto León, Carlos Angulo, Rossana Álvarez, Gilmarys Espinoza, Gabriela Rondón, Corina Rodríguez, Jairo Alemán, Eduardo Rincón, Alberto González, José Pirela, Víctor Marín, Douglas Ramírez, Fernando Marín, Naisbelis Urdaneta, Gabriela Espinoza, José Antonio Leal, Isamary Silva y muchos otros que siguen en mi memoria y me demostraron que Las Cúpulas no era tan sifrino jajajajaja.
Miro hacia atrás y con nostalgia pienso en esa gran época donde varios fuimos privilegiados de formarnos en esas escuelas de la vieja Pdvsa. Hoy, da vergüenza en lo que se han convertido varios de los recintos escolares de la industria. Muchos no cuentan con los materiales esenciales para trabajar como un escritorio digno, una cartelera, cartulinas, creyones, lápices, libros de repuesto. Hasta el mantenimiento de los pupitres, puertas, paredes, muchas sin pintura. En verdad que es una lástima lo que ha pasado, ojalá esto se revierta y vuelva a ser lo de antes, una industria pujante que funcionaba…si, con sus fallas y sus errores clasistas, pero funcionaba y era un orgullo nacional. ¡Qué tiempos aquellos!
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Fotos: Cortesía Gabriela Rondón
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